jueves, 29 de octubre de 2009

Parashat Lej Lejá

Bereshit - Génesis 12:1-17:27
Haftará: Isaías 40:27-41:16


Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Joshua Kullock

Comunidad Hebrea de Guadalajara

En el correr del calendario hebreo, siempre hay algunas parashiot que nos son más cercanas o significativas por un número importante de razones. En mi caso particular, escribir sobre parashat Lej Lejá es una alegría y privilegio, ya que es la parashá que – hace ya varios años atrás – leí en el día de mi Bar Mitzvá.

Parashat Lej Lejá cierra los círculos abiertos en las primeras dos parashiot de la Torá para pasar a enfocarse específicamente en la historia de una familia particular. Luego de introducirnos en la creación de todo el mundo y de describirnos algunas de las andanzas de toda la humanidad, el texto pasa a concentrarse en el relato de Abraham, quien junto a su mujer Sara habrán de emprender un camino que cambiará por siempre la historia de sus vidas. No por casualidad la parashá refleja desde su mismo nombre (Lej Lejá, o ve para ti) lo fundamental que es para todo ser humano el ser capaz de desandar su propio camino, y de hacerse camino en su propio andar.


Uno de los interrogantes clásicos que generación a generación interesaron a nuestros exégetas en relación a nuestra parashá, remite a la pregunta de por qué fue Abraham el elegido para transformarse en el primero de nuestros patriarcas. De acuerdo con el relato bíblico, Ds determinó de manera unilateral – sin rendir ninguna cuenta ni dar explicación alguna – que este hombre ya mayor, originario de las tierras de la Mesopotamia del antiguo medio oriente, habría de ser el padre de lo que tiempo después habría de conocerse como el Pueblo de Israel. ¿Pero podría ser que Ds elija a un hombre que no tenía ninguna cualidad intrínseca que lo diferencie del resto de sus semejantes? ¿Podría ser que Ds actúe de manera tan irracional dando rienda suelta al mero azar?

Los comentaristas del texto, desde el Midrash hasta nuestros días, no creían que esto pudiera ser así. Aun más, en cada uno de estos comentarios, podemos encontrar una cantidad importante de explicaciones que van a ir manifestando cómo fue Abraham quien re-descubrió a un Ds que aparentemente había sido exiliado del mundo (y no al revés), ya sea por sus capacidades filosóficas, astrológicas y/o morales. Uno de estos famosos Midrashim propone una interesante parábola asemejando a Abraham con un hombre que ve un palacio en llamas, y que frente a dicha imagen se pregunta retóricamente si acaso podría ser que un palacio como este no cuente con un dueño y señor. De igual manera, Abraham mirando el mundo y reflexionando sobre lo que acontecía en él, incluso en momentos de incendios, entendió que no puede ser que la tierra esté exenta de un Creador, quien no solo habló y el mundo fue llamado a la existencia, sino que diariamente se preocupa por lo que aquí sucede. De esta manera, el Midrash nos enseña que solo quien da cuenta del orden que marca el mundo, incluso en momentos de desesperación, puede ser merecedor de ser el pionero del pueblo judío.

A este mensaje del Midrash, yo quiero sumar una nueva razón por la cual creo que Abraham fue elegido nuestro primer patriarca. Dicha razón se remite a un comentario que leí hace poco tiempo en el libro del Rabino David Wolpe Why faith matters. Dentro de las diversas razones por las cuales Wolpe cree que la fe es de suma importancia para el hombre del siglo XXI, el rabino cita la parábola del palacio ardiendo, y menciona que en hebreo, el Midrash utiliza la palabra doleket, la cual puede ser entendida tanto como que Abraham vio un edificio en llamas, o un edificio lleno de luz. Por tanto, a la luz de lo que Wolpe sostiene, podemos preguntarnos si acaso Abraham encontró a Ds por ver orden en un mundo en constante catástrofe, o si tal vez nuestro patriarca encontró a Ds maravillado de aquellos pequeños milagros que van acompañando nuestra vida cotidiana. Si así fuera, la razón de la elección de Abraham nos invita a pensar cómo es que nosotros vemos el mundo, y sobre qué puntos en particular solemos hacer hincapié. Cuando establecemos relaciones, ¿somos aquellos que cada vez que podemos mencionamos los defectos de nuestros semejantes o somos aquellos que nos esforzamos por encontrar las virtudes de quienes nos rodean y acompañan? Cuando caminamos por un parque ¿tenemos la tendencia de admirar las flores o de quejarnos por el lodo del camino? Cuando nos levantamos temprano por la mañana, ¿lo primero que hacemos es quejarnos de lo poco y mal que dormimos o damos las gracias por todo lo bueno que tenemos? ¿Vemos palacios que se incendian o palacios llenos de luz?

Cada uno de nosotros ve el mundo no como el mundo es, sino como una proyección de nosotros mismos. Wolpe propone, y yo coincido con él, que Abraham fue el elegido por saber abrir los ojos y ver la belleza del mundo creado. Abraham fue el elegido por entender que – aun cuando el mundo está lleno de injusticias y tristezas – nuestras vidas están llenas de cosas buenas, de relaciones duraderas, y de momentos memorables. Abraham fue el elegido porque pactó con una vida plena, la cual surgió de apostar por la proactividad del compromiso y la responsabilidad, de la preocupación por el prójimo y la búsqueda incesante de su propio lugar.

Quiera Ds que podamos aprender de él, para poder nosotros también hacer camino en nuestro propio andar.



Shabat Shalom

Rabino Joshua Kullock

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