Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel - San José, Costa Rica
Nunca es tarde para volver a la tradición judía
El primer Pésaj que los hijos de Israel celebraron fuera de Egipto se describe en el libro de Bemidbar: “Celebren los hijos de Israel Pésaj en su tiempo señalado, en el día catorce de este mes, a la caída de la tarde…” (Números 9:3-4). Por primera vez en libertad, el pueblo conmemoraba la milagrosa salida de Egipto.
Si uno busca en la Torá otros relatos de esta festividad, notará rápidamente que no existen. El siguiente relato de un festejo de Pésaj aparece recién en el libro de Ioshúa, Josué (5:9-12), cuando el pueblo ya había entrado a la tierra de Israel.
Pero entonces: ¿qué ocurrió durante los otros 38 años que el pueblo de Israel deambuló por el desierto? ¿Acaso no festejaron Pésaj, justamente la festividad que estaba más cerca de su propia vivencia histórica? Los sabios concuerdan en que eso es exactamente lo que sucedió: desde el segundo año de la salida de Egipto, y hasta la entrada a Israel, casi cuarenta años después, no se celebró Pésaj en el desierto.
¿Cuál fue la causa? Según el Talmud (Iebamot 71b), durante la travesía por el desierto los hijos de Israel no pudieron circuncidar a sus hijos, debido a que las condiciones extremas en las que se vieron obligados a vivir ponían en peligro la vida de los recién nacidos. Solamente al llegar a Israel se nos relata que Ioshúa circuncidó a todos los que habían nacido en el desierto (5:2-8). Dado que según la ley de la Torá los incircuncisos no pueden comer del sacrificio pascual, el pueblo prefirió no celebrar Pésaj en el desierto, debido a la gran cantidad de personas que no hubieran podido participar del festejo.
Un midrash (Sifrei Beaalotjá 67) explica que los hijos de Israel dejaron de festejar Pésaj simplemente porque la descuidaron. Según esta explicación, la Torá menciona el festejo del Pesaj del segundo año en el desierto, con el objetivo de que reflexionemos acerca del error de aquella generación que, ya sea voluntaria o involuntariamente, dejó de observar la fiesta de la libertad.
De acuerdo a estas dos explicaciones, las probables razones por las cuales Pésaj dejó de festejarse en el desierto fueron: una imposibilidad temporaria, un relajo o descuido en el seguimiento de la festividad, o la voluntad expresa de no festejarla, sea cual fuese la razón. En palabras más simples: un problema, un olvido o un enojo.
Si pensamos en la fiesta de Pésaj como un arquetipo de celebración judía, bien podríamos interpretar lo que a mucha gente le ocurre con respecto a la tradición judía. A veces tenemos una especie de alejamiento con el ritual, con la comunidad, con la religión o con la cultura judía. Las razones son generalmente las mencionadas más arriba: puede ocurrir que estemos viviendo situaciones delicadas y eso nos dificulte nuestro acercamiento al judaísmo. Por ejemplo: cuando perdemos un trabajo o estamos con problemas de pareja, a veces nos cuesta más llegar a la comunidad, rezar, etc.
Otras veces nos alejamos simplemente por desinterés, por desidia, por “dejarse estar”. Simplemente nos acostumbramos a tener poco contacto con lo judío, y así seguimos, sin preguntarnos mucho porqué.
Finalmente, hay veces en que nos alejamos voluntariamente, porque estamos enojados con la comunidad, porque nos peleamos con D”s o porque algo nos molesta. Una pérdida trágica o una discusión fuerte pueden motivar este tipo de reacción.
En todo caso, lo más interesante del ejemplo de la Torá es que luego de casi cuarenta años el pueblo volvió a festejar Pésaj, y hasta el día de hoy es una de nuestras celebraciones más queridas. Más allá de si fue por las dificultades de la vida en el desierto, por estar atentos a “otras cosas”, o por estar enfadados con una situación particular, lo cierto es que aún después de mucho tiempo el pueblo tuvo la oportunidad de volver a sus raíces, a su tradición.
Todos conocemos gente que después de décadas de estar alejados del judaísmo, de pronto vuelven a acercarse y a sentir el calor que la tradición judía les puede regalar. Pareciera ser que el judaísmo sabe esperar, que es paciente, que no desespera. Eso nos da esperanza de que nosotros mismos, nuestros hijos u otros familiares o amigos, puedan volver a acercarse al judaísmo.
Por eso nunca hay que considerar, con respecto al judaísmo, que alguien está “perdido”. Siempre hay esperanzas, siempre se puede volver, siempre puede volver a encenderse el fuego judío que llevamos dentro.
Si una de las fiestas más importantes de nuestra tradición pasó casi cuarenta años sin festejarse, pues deberíamos aprender a no desesperar. Y si un hijo o amigo nuestro parece de pronto alejado para siempre del judaísmo, no hay que perder la paciencia, sino seguir insistiendo… ¡al menos por los próximos cuarenta años!
¡Shabat Shalom! ¡Jag Saméaj!
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, San José, Costa Rica
No hay comentarios:
Publicar un comentario