jueves, 19 de enero de 2012

Vaerá 5772


Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana.
Rabino Mario Gurevich 
Beth Israel Synagogue – Aruba.


La Parashá de Vaerá contiene dos pasajes crípticos.

En Éxodo 6:2 leemos: “Y habló Dios (Elohim) a Moshé y le dijo: ‘Yo soy el Eterno (YHVH). Y Yo aparecí a Abraham, Isaac y Jacob como El Shaday (Dios Todopoderoso?), pero con Mi nombre (YHVH) no aparecí ante ellos’”.

Hay por supuesto multitud de comentarios sobre estos dos versículos, pero el consenso parece apuntar a que Moshé, después de su primera – y fallida – presentación ante los hebreos y ante el Faraón, siente frustración y dudas sobre las posibilidades de éxito de la misión encomendada: convencer al Faraón y liderar la liberación de los hebreos.

Es entonces en ese punto que Dios parece recordarle a Moshé que, aunque Él Se presentó a los patriarcas sólo con Su nombre genérico, ellos no tuvieron dudas, siguieron fielmente las normativas que les fueron presentadas y, sobre todo, no vacilaron en su certeza sobre el cumplimiento de las promesas de Dios, aunque ellas no se vieran confirmadas durante el tiempo de sus vidas.

Dios le destaca a Moshé que, al haberle revelado Su nombre último – el Tetragramón, las cuatro letras que no sabemos ni nos atrevemos a pronunciar, y leemos con el eufemismo de Adonai – ha establecido con él un grado de intimidad sin precedentes, y que esto le debería imbuir de una fe sin límites en el resultado de sus esfuerzos.

Además, Moshé tiene la certeza de ver, con sus propios ojos y en el término de su vida, el cumplimiento de las promesas de Dios.

Y es aquí donde nos encontramos con el segundo pasaje críptico:

A pesar de lo anterior Moshé vacila, tal vez por falta de confianza en sí mismo, y vuelve a reiterar lo que ya había dicho en un párrafo anterior (Éxodo 4:10), aunque en otros términos: “He aquí que los hijos de Israel no me escucharon; ¿cómo, pues, me escuchará el Faraón, ya que soy de labios incircuncisos?” (Éxodo 6:12).

Nuevamente el término “incircunciso’ crea muchísimas elucubraciones y comentarios. Al igual que en el texto antes mencionado, en que Moshé se declara “pesado de boca y pesado de lengua”.  Incluso numerosos Midrashim se ocupan del tema, y le atribuyen la condición de tartamudo y de otras dificultades de dicción y expresión.  La respuesta de Dios es la que nos aclara la situación: “Yo estaré con tu boca… y te enseñaré lo que has de hablar” (Éxodo 4:15).

Ese es el verdadero sentido de la profecía y lo que finalmente convirtió a Moshé en el mayor de los profetas que haya vivido: el profeta usa su voz, pero la palabra proviene de Dios.

La prolijidad oratoria, la habilidad en el discurso y la fuerza de la retórica son necesarias para políticos y demagogos de todos los pelajes, pero para el profeta, lo único importante es el contenido del mensaje y su fe.

Y no es paradójico, antes al contrario, que el que sería considerado el mayor de los profetas haya sentido dudas y vacilaciones. Eso habla de la salud mental y espiritual del hombre de fe.
La fe sin dudas, la convicción absoluta, solo es propia del fanático y del fundamentalista, no importa su denominación. La duda y la vacilación son, en cambio, características de la fe sana del individuo que conoce su camino, pero duda razonablemente de sí mismo.

Y por ello Dios nos da, en el primer versículo de la Parashá de hoy, el testimonio de la intimidad cercana que brinda el conocimiento de Su Nombre, e invita a Moshé – y a todos nosotros – a continuar el ejemplo de nuestros patriarcas y mantener intacta nuestra fe.

Shabat Shalom. 

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