Por el Rabino Joshua Kullock
Comunidad Hebrea de Guadalajara
Algunos meses atrás, comencé con un proyecto llamado Daf Iomi, cuyo propósito consiste en leer una hoja de Talmud por día. De esa forma, la idea es poder pasar por toda esta obra monumental en un lapso de siete años y medio. No solamente se intenta expandir el conocimiento de nuestras fuentes, sino que también se trata de forjar disciplina. En tiempos en los que prima la inmediatez, embarcarse en un programa de estudios que tomará años y que no dará ninguna calificación ni acreditación es una manera de decirle al mundo que el pueblo judío tiene otros ideales en mente, distintos a los de correr lo más rápido posible para tener un título y luego no abrir un libro más en nuestras vidas. No por casualidad, los estudiosos de Torá son llamados en nuestra tradición Talmidei Jajamim, sabios que nunca dejan de ser alumnos, que nunca dejan de estudiar.
Una de las cosas más bellas de estudiar Talmud es que uno ingresa en un mundo de asociaciones libres y de interpretaciones de toda índole. Puede que el tema principal sea el Shabat, por poner de ejemplo el tratado que estoy leyendo en estos días, pero eso no quita que los sabios talmúdicos incluyan en sus reflexiones temas tan diversos como las regulaciones sobre el Brit Milá, consejos médicos para tratar distintas dolencias o relatos que nos legan diversas moralejas y mensajes.