Rabino Joshua Kullock
Comunidad Hebrea de Guadalajara
Una vez más nos encontramos en Egipto. Una vez más somos esclavos del Faraón. Y una vez más comienza a desandarse el camino que nos llevará al éxodo, al deambular por el desierto y a recibir la Torá.
No obstante, a fin de llegar a Egipto, el relato bíblico tuvo que presentarnos antes a Iosef y a sus hermanos. Es decir: la esclavitud no habría sido posible si, tiempo antes, la familia de Iaacov no se hubiera mudado a las fértiles tierras de Goshen. En la decisión de descender al Nilo, el tercero de nuestros patriarcas empieza a sentar las bases de una trama que, generaciones más tarde, traerá sufrimiento y dolor al naciente pueblo de Israel.
En la parashá de la semana pasada, leíamos que Iaacov vivió diecisiete años en Egipto. Cuando uno hace cuentas, reconoce que los primeros cinco fueron los años de hambruna que Iosef había predicho al interpretar el sueño del Faraón. Sin embargo, luego de esa temporada de sequía, entendemos que el ciclo agrícola se normalizó y las condiciones de vida volvieron a mejorar. En este sentido, bien vale la pena preguntarnos sobre las razones que llevaron a la familia hebrea a permanecer en Egipto y no regresar a Canaán: tal vez la vida en Goshen era mucho más cómoda; tal vez vivir bajo la protección del virrey no era algo para despreciar; o tal vez la sola idea de regresar a Canaán para volver a empezar era demasiado abrumadora para este grupo de pastores exiliados. De una u otra manera, la decisión fue permanecer en Egipto. Y esa decisión les resultó rentable, hasta que llegó el día en que “se levantó sobre Egipto un nuevo Faraón que no conocía a José” (Éx. 1:8).
Particularmente, toda la estructura literaria que se presenta durante las últimas parashiot de Génesis y las primeras parashiot de Éxodo, viene a enseñarnos tres ideas fundamentales para aplicar en nuestras propias realidades:
(a) Hay momentos de nuestras vidas en los que somos llamados a cambiar. Cuando el hambre se cernió sobre la tierra de Canaán, la familia de Iaacov tuvo que tomar una decisión. La búsqueda de comida en Egipto, y el posterior asentamiento en esas tierras, significaron la necesidad de procurar un futuro que fuera mejor. Dejar el espacio conocido, por más precario que sea, nunca es una elección sencilla. Aun así, el texto bíblico nos recuerda la centralidad de juntar la valentía suficiente para hacer cambios sustantivos en nuestras vidas, intentando trabajar siempre por construir un porvenir lleno de ilusión.
(b) A veces, puede fallar. Como mencionamos anteriormente, asentarse en Egipto se transformó en el paradigma del “pan para hoy, hambre para mañana.” La comodidad de una decisión que en su momento fue válida, e incluso necesaria, se transformó en el escenario sobre el cual luego devino el sufrimiento y la humillación. En consecuencia, así como nuestra tradición nos enseña el valor de cambiar y la importancia de animarnos a emprender nuevos caminos, también nos advierte que no siempre nuestras elecciones rendirán los frutos esperados, y que la vida es lo suficientemente compleja como para que algunos giros no resulten como nosotros quisiéramos.
(c) Aun si falla, no podemos dejar de intentarlo. El tercero y último de los mensajes de esta semana tiene que ver con qué hacer cuando reconocemos que nuestras decisiones nos han llevado a lugares tristemente inesperados. En lugar de bajar los brazos o renegar del pasado, en vez de sentarnos a llorar nuestro amargo presente o maldecir nuestra mala suerte, la tradición de Israel nos invita a rearmarnos y volver a elegir. Si vemos que las decisiones de ayer ya no son buenas para nosotros, lo que tenemos que hacer es renovar la valentía para barajar y tirar de nuevo. De hecho, el pueblo judío no es recordado por la historia como aquel grupo que eligió vivir en Goshen y pagó con la esclavitud el precio de su comodidad, sino como la familia que se volvió pueblo y encontró la manera no solo de salir de Egipto sino de construir su propia particularidad nacional.
En estos días en los que estamos comenzando un nuevo ciclo, en los que levantamos copas y reafirmamos el compromiso de vivir vidas plenas, somos invitados a pensar en los cambios que queremos hacer, en las decisiones que tomamos en el pasado y en el camino que nos queremos trazar, de cara al porvenir. Porque aun si alguna vez nos hemos equivocado, y aun si alguna vez volveremos a errar, nada de eso es razón suficiente para que dejemos de intentar alcanzar, a partir de nuestras acciones y decisiones, un futuro mejor.
Shabat Shalom uMeboráj!
No hay comentarios:
Publicar un comentario