Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá
“Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo”. Así habla Irineo Funes, protagonista de uno de los más celebres cuentos del escritor argentino Jorge Luis Borges: “Funes, el memorioso” (1942).
Postrado como consecuencia de un accidente, sufría también de “hipermnesia”, una rara condición que permite a la persona recordar con gran precisión todo aquello que ha vivido. En palabras del autor: “Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero.”
Me acordé del joven Funes al leer un apasionante Midrash que aparece asociado al comienzo de Parashat Beshalaj.
Nos cuenta la Torá que mientras los hijos de Israel salían de Egipto, “Tomó consigo Moisés los huesos de Iosef, el cual había hecho jurar a los hijos de Israel, diciendo: ‘Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros’” (Ex 13:19).
Los sabios en el Talmud (Sota 13a) destacan la generosidad de Moisés de preocuparse en un momento como ese, por cumplir la promesa que sus antepasados le habían hecho a Iosef en su lecho de muerte; llevar sus huesos para enterrarlos en la tierra de Canaán (Gén 50:25).
Además, ante lo escueto del texto de la Torá, preguntan ¿cómo sabía Moisés donde estaba enterrado Iosef? Y responden incluyendo en la narrativa uno de los personajes femeninos más enigmáticos de toda la Biblia: Seráj, hija de Asher, el hermano de Iosef.
Moisés fue a verla buscando información y ella le responde que los egipcios lo habían enterrado en un ataúd de hierro y lo habían tirado al Nilo. Moisés se dirige al Nilo, tira una piedra y le dice a Iosef que salga para poder cumplir la promesa y no retrasar más la redención de los israelitas. Inmediatamente – termina el Talmud – el ataúd de Iosef emergió a la superficie.
¿Quién era Seráj bat Asher? ¿Por qué sabía dónde estaba Iosef?
El nombre de Seráj bat Asher aparece dos veces en la Torá (Gén 46:17 y Núm. 26:46) y una vez en el Primer Libro de Crónicas (7:30). En los tres casos se la menciona en genealogías, cosa que sorprende, ya que generalmente en esas largas listas de descendientes solo se nombran varones, salvo excepciones muy específicas (Dina, hija de Jacov; Iojeved y Miriam, madre y hermana de Moisés: las hijas de Tzlofajad, que heredaron la tierra de su padre; y por supuesto, la susodicha Seráj bat Asher).
No tenemos ninguna información adicional que nos explique por qué Seráj está incluida en las genealogías; sin embargo, hay un detalle no menor que la coloca en un lugar destacado, al menos en el mundo del midrash.
La primera mención de Seráj bat Asher (Gén 46:17) se la enmarca entre los descendientes de Jacov que llegaron a Egipto. (Incluso varios midrashim – por ejemplo Pirkei de Rabí Eliezer, cap. 37 – afirman que Seráj fue la encargada de comunicar a Iakov que su hijo Iosef estaba vivo.)
La segunda mención aparece en el segundo censo que se realizó cuarenta años después de la salida de Egipto (Núm 26.46). En su comentario, Rashi afirma que la razón por la que se la nombra es porque estaba viva en el momento del censo, lo que significa que vivió aproximadamente ¡400 años!!!!
Esta excesiva longevidad parece invitar a los sabios a concederle a Seráj un papel que comienza a cumplir en el mundo pos bíblico, que se refleja muy bien en la historia talmúdica cuando le indica a Moisés el lugar donde encontrar los huesos de Iosef.
En este relato y en otras creaciones midráshicas, Seráj se vuelve una fuente de sabiduría y experiencia, y un referente ineludible de la memoria colectiva. Es la voz que amalgama conocimiento y tradición, permitiendo a las nuevas generaciones conocer el pasado, para proyectar la continuidad de la identidad compartida.
El historiador judeo-americano Yosef Yerushalmi (fallecido en el 2009) dedica su magnífica obra “Zajor” (Recuerda), a establecer una clara diferencia entre la historia judía (el estudio de los eventos) y la memoria judía (el significado que se le dio a estos eventos). De acuerdo a Yerushalmi, el pueblo judío hasta la modernidad propició siempre el desarrollo de su memoria colectiva, en detrimento de la historiografía (registro de la historia).
Sobre el final del libro, Yerushalmi evoca la figura de Funes el memorioso, como una metáfora de la historiografía judía moderna (que abunda en información, pero sin encontrar mucho significado). Quizás en las antípodas podamos colocar a Seráj Bat Asher, mujer de perfil bajo y palabra oportuna, simbolizando la necesidad y el deseo de preservar la memoria colectiva y transmitirla a las generaciones siguientes.
Shabat Shalom,
Gustavo
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