Rabino Lic. Daniel A. Kripper
Beth Israel - Aruba
El título del Libro del cual estamos leyendo, Devarim o Deuteronomio, que significa" palabras" o discursos que Moisés dirigió a todo Israel, muestra una mutación de personalidad que no deja de sorprendernos. Se trata de la figura de Moisés, el príncipe de los profetas, según los sabios de Israel.
Cuando al comienzo fue elegido para ser el líder de los hijos de Israel, Moisés protesta enérgicamente diciendo que él era una persona de habla lenta y de lengua vacilante. Él necesitaba a su hermano Aarón, para ser su portavoz ante la corte del Faraón en Egipto.
En este libro de Devarim, el último del Pentateuco, de repente Moisés, o Moshe rabeinu, como es conocido en nuestra tradición, se transforma en un eximio orador, un legislador y predicador de capacidad excepcional. ¿Cuándo adquirió este notable talento para hablar en público, y su gran habilidad retórica y elocuencia? Quisiera esbozar una respuesta que pueda arrojar algo de luz para esta curiosa revelación, y que alude a distintos “idiomas” con los que tuvo que lidiar.
Cuando a Moisés se le pidió que fuera al Faraón para pedir la liberación de su pueblo, que era una misión de estrategia política y diplomática, él sentía que no podía hablar el doble lenguaje de la política, o de competir con las falsas promesas y las acciones engañosas del Egipto de los faraones. Él era una persona que encarnaba los más altos ideales de honestidad y sinceridad. La duplicidad en los asuntos de la diplomacia le era totalmente ajena, y no era sin duda su fuerte. Pero en cambio, cuando se trató de transmitir las enseñanzas de la Torá - cuya esencia son la moralidad y la integridad - su lengua adquiere fluidez y habilidad oratoria, tal como muestra su elocuencia en los discursos del libro de Deuteronomio.
De repente había descubierto el secreto del verdadero liderazgo: ser franco en el discurso, así como en la acción. Un proceso similar experimentan los otros profetas de Israel en sus respectivos comienzos, como Isaías, Jeremías y Amós. Ellos se sienten embargados por un "temor y temblor" frente a la magnitud del desafío, pero a medida que avanzan y realizan su misión, se revelan como gigantes del espíritu.
Rescatamos algunas de las palabras de Isaías, que traen su poderosa nota de consuelo para estas siete semanas de "nejama", que siguen al noveno día de Av, día de luto que conmemora la destrucción de ambos Templos y otras tragedias sufridas por nuestro pueblo a través de los siglos.
Sus palabras resuenan con toda fuerza en nuestros días: “Aprended a hacer el bien, buscad la justicia, liberad a los oprimidos, a los huérfanos, y abogad por la viuda.”
Se nos recuerda que con el fin de sobrevivir a cualquier catástrofe, ya sea física o espiritual, la vida judía debe ser reconstruida con firmeza sobre los cimientos éticos y morales de la Torá y sus mandamientos. Las palabras sin hechos son superficiales y sin sentido. El discurso religioso que no está acompañado de una preocupación y consideración por los demás, no tiene valor y es hipócrita.
Y en la Haftara de este Shabat:
“Oídme a mí, vosotros que vais en pos de la justicia, los que buscáis a Adonai. Reparad en la roca de la cual fuisteis extraídos, y en la cavidad del pozo de donde fuisteis excavados.
Reparad en Abraham vuestro padre, y en Sara que os ha engendrado; pues único era cuando lo llame y lo bendije y lo multiplique.
Pues ha consolado Adonai a Tsion, ha consolado todas sus ruinas. Él ha convertido su paramo cual Edén y su erial cual huerto de Adonai.
Regocijo y alegría se hallará en ella, agradecimiento y son de cancion.”
(Is. 51: 1-3)
Que seamos inspirados una vez más por las palabras (devarim) de Moisés. En el Sinaí y en el desierto, nuestros antepasados oyeron las palabras que hacen hincapié en la dignidad de la condición humana y en la centralidad de la justicia y la probidad en todas nuestras acciones, tanto en el ámbito público como en el privado.
Que podamos estar a su altura.
Rabino Daniel Kripper
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