jueves, 12 de noviembre de 2009

Parashat Jaié Sará


Bereshit - Génesis 23:1-25:18
Haftará: Melajim Alef - I Reyes 1:1-31

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana



Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá

 

Parashat Jaiei Sará comienza con la muerte de la matriarca Sará y finaliza con el fallecimiento de Abraham. En un breve pasaje que aparece inmediatamente antes de la muerte del patriarca, la Torá (Gén. 25:1) nos relata que Abraham tomó una nueva esposa, llamada Keturá, con quien tuvo 6 hijos, que representan tribus árabes y midianitas.

A diferencia de Sará, de quien la Torá nos cuenta que era medio hermana de Abraham (Gén. 20:12), y de Agar, que era egipcia (Gén. 16:1), nada nos dice el texto sobre Keturá; y como bien sabemos, allí donde la Torá calla, los midrashim y los comentaristas son los que comienzan a brindarnos información. Claro está que esa información no es necesariamente armónica, y en este caso en particular, es hasta contradictoria.


Una línea de pensamiento, posiblemente la más conocida, que aparece en el midrash (Bereshit Rabá 61:4) y es citada por Rashi, es la opinión de Rabí Iehuda, quien afirma que Keturá no era otra que Agar. Es decir, tras la muerte de Sará, Abraham retoma su relación con la concubina, que había sido expulsada del hogar a petición de la esposa.

Esta interpretación pareciera estar sustentada en un versículo de Crónicas I (1:32), que denomina a Keturá como pilegesh, “concubina”, de Abraham (y no su esposa). En esta misma dirección se encuentran aquellos que explican que a Agar le decían “Keturá”, pues sus acciones eran tan agradables como el Ketoret, “incienso” (Midrash Tanjuma, Jaie Sará 8).

Una segunda opinión, emitida por Rabí Nejemia (Bereshit Raba 61:4), sustentada por varios comentaristas medievales (Ibn Ezra y Rashbam entre ellos) y más apegada a la literalidad del texto, sostiene que Keturá fue la tercera esposa de Abraham. La Torá dice: “Añadió Abraham y tomó una esposa que se llamaba Keturá” (Gén. 25:1). La palabra “añadió” sugiere que agregó una esposa a las dos previas. Otra base textual para demostrar que Keturá no es Agar es traída por Ibn Ezra, con base en el versículo que dice: “y los hijos de las concubinas” (Gén 25:6). Si Agar fuera Keturá, la Torá no podría hablar de “las concubinas”, en plural.

Otro midrash (Ialkut Shimoni. Iov 903) apunta en esta misma dirección: “Abraham se casó con tres mujeres: Sará la hija de Shem, Keturá, la hija de Iafet, y Agar, la hija de Jam.”

Este Midrash no sólo confirma que Keturá es distinta de Agar, sino que la identifica como hija de Iafet. De esta forma, vemos cómo Abraham se casa con sus tres esposas, cada una descendiente de uno de los hijos de Noé, siguiendo el orden en el cual aparecen en la Torá (Gén. 6:9): primero con Sará, la hija de Shem; después con Agar, la hija de Jam; y finalmente con Keturá, la hija de Iafet.

Esta relación de las 3 esposas de Abraham con los tres hijos de Noé no es un detalle menor. Después del diluvio, la especia humana “renace” a partir de los hijos de Noé, quines son receptores de la bendición de Dios: “Procréense y multiplíquense” (Gén 9:1). En otras palabras, ellos representan todas las familias de la humanidad

Desde esta perspectiva, al tomar cada una de sus esposas de cada uno de los hijos de Noé, y al tener hijos con cada una de ellas, se ve cumplida la promesa que Dios hiciera a Abraham en su primer llamado: “Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). De igual forma, el significado del nombre de Abraham se hace realidad: “serás padre de muchas naciones” (Gén. 17:5).

A partir de esta lectura sobre su matrimonio con Keturá, Abraham se proyecta en una nueva dimensión. Ya no es sólo el patriarca del pueblo judío, sino de toda la humanidad. Abraham, el primer monoteísta, se vuelve punto de encuentro entre los pueblos.

Aquellos que nos consideramos sus descendientes, estamos llamados a dar testimonio de su legado. Ser capaces de reconocernos y reencontrarnos en su figura, para que cada uno, desde su propia convicción, sea capaz de ver en el otro, en el diferente, a su propio hermano.

Shabat Shalom,

Gustavo

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