viernes, 5 de febrero de 2010

Parashat Itró

Éxodo - Shemot 18:1 - 20:23
Haftará: Isaiah 6:1 - 7:6; 9:5 - 9:6

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Joshua Kullcok
Comunidad Hebrea de Guadalajara, México

Sufrir con el que sufre
Todos hemos oído hablar de Charles Darwin. Conocido como el padre de la biología moderna, sentó a partir de sus trabajos la teoría de la evolución de las especies a través de lo que él llamaba un proceso de selección natural. Según este planteo, las especies van adaptándose – o no – al medio en el cual viven, determinando entonces quien sobrevive y quien se extingue. En este contexto, muchas especies van mutando lenta pero gradualmente, evolucionando y logrando una adaptación más efectiva a su hábitat.
En los principios de la teoría darwinista, se comienzan a mapear los caminos por los cuales las especies fueron evolucionando, y – como es de esperar – muchos espacios quedaron sin poder completarse. A esos espacios, los conocemos como los “eslabones perdidos.” Y sobre eslabones perdidos es que quiero que centremos nuestra atención esta noche.
La semana pasada, la Torá nos presentaba lo que podríamos llamar el triunvirato judío: Moshé, Miriam y Aarón son en nuestra tradición los líderes que, articulados en una visión unificada, supieron conducir al pueblo durante los años en el desierto.
En la Parashá de este Shabat, Parashat Itró, nos encontramos acampando frente al Monte Sinai, recibiendo los Diez Mandamientos. Es por este hecho que nuestra Parashá es altamente conocida. No tengo dudas de que todos nosotros tenemos alguna imagen de dicho momento: Relámpagos, humo y fuego, conjugados en un escenario único en la historia universal. Temor, alegría o ansiedad, entrelazados en los sentimientos de todo un pueblo a la espera de la revelación de Ds.

Si unimos lo que vimos la semana pasada con lo que leemos esta semana, nos encontramos con el siguiente esquema: tenemos por un lado a los líderes dispuestos y trabajando para llevar la tarea adelante, y por el otro al contenido normativo esencial que irá guiando los pasos del pueblo.

Pero aquí nos falta el eslabón perdido: contamos con los líderes y tenemos la ley, pero nos falta la estructura que permita que los dirigentes puedan aplicar la ley. Tenemos el contenido, pero nos falta la forma. Y sin forma, todo contenido se diluye y desaparece.
Creo que podemos afirmar que el eslabón perdido se encuentra escondido tras el nombre de nuestra Parashá, tras el nombre de Itró. La Torá nos cuenta que Itró, que era suegro de Moshé ve a su yerno trabajando solo y de manera constante para resolver todos los temas que surgían en el pueblo: desde las rencillas más pequeñas, a los problemas más importantes, todo caía sobre los hombros de un único hombre. Es Itró, el sacerdote midianita, quien le aconseja a Moshé la posibilidad de delegar la tarea y poner a cargo de hombres éticos y valiosos la responsabilidad de resolver algunos conflictos. Itró entiende que no hay sistema que pueda descansar en una sola persona, y que sólo a través de convocar a más gente se puede aspirar a crecer sin perder la brújula ni el horizonte.

Ahora bien, la Torá nos cuenta que Moshé siguió el consejo de su suegro e instituyó la estructura que iba a permitir que el pueblo funcionara de manera óptima: Líderes fuertes, un cuerpo normativo claro, y una estructura basada en la confianza y el trabajo mancomunado de muchas partes a los efectos de facilitar los procesos y permitir el crecimiento y la movilidad.

Sin embargo, para que dicho sistema funcionara se necesitaba de dos partes bien definidas: se necesitaba de un líder que sepa delegar, y de gente que estuviese dispuesta a comprometerse y aceptar dicha responsabilidad. Porque no hay sistema que resista mientras los dirigentes no sepan delegar, pero aun menos se puede subsistir si los miembros del pueblo no están dispuestos a trabajar activamente y tomar en sus manos parte de la tarea que el líder debe delegar.

De esta manera, creo que el mensaje de Parashat Itró es doble: por un lado, nos recuerda a aquellos que ejercemos el liderazgo comunitario que no es sano concentrar el poder en una sola persona, y que sin el desarrollo de lazos de confianza y de visiones compartidas todos los modelos posibles están condenados indefectiblemente a fracasar. Pero por otro lado, nuestra Parashá invita a todos los miembros de una comunidad a abrir los ojos y a darse cuenta de que es muy necesario el trabajo y el aporte de cada uno, a fin de generar sistemas inclusivos en los que las responsabilidades puedan ser compartidas entre todos.

Personalmente, no tengo dudas de que el único modelo comunitario que funciona es aquel que cuenta con dirigentes abiertos y con miembros sedientos por participar. Y si eso no se da, no nos quedará más remedio que terminar siendo un eslabón perdido en la milenaria cadena de la tradición de Israel.

Shabat Shalom,
Rabino Joshua Kullock

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