Torá: Levítico 1:1 - 5:26
Haftará: Isaiah 43:21 - 44:23
Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabbi Mario Gurevich
Beth Israel Synagogue – Aruba
Haftará: Isaiah 43:21 - 44:23
Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabbi Mario Gurevich
Beth Israel Synagogue – Aruba
Comenzamos esta semana la lectura y el estudio del tercer libro de la Tora, Vaykra o Levítico. El texto contiene toda la legislación sobre el culto de sacrificios y las funciones de los sacerdotes por lo cual también fue llamado Torat haKohanim, o Ley de los sacerdotes.
No hay en él casi ningún relato histórico, sólo la árida enumeración de transgresiones y rituales de expiación y purificación, lo cual lo vuelve un texto denso, que difícilmente captura la atención del lector.
Aun en épocas del Templo este texto fue objeto de debates álgidos, puesto que los Saduceos opinaban que su contenido, particularmente todo lo relacionado a las purezas e impurezas rituales obligaban únicamente a los sacerdotes mientras que los Fariseos opinaban que la Ley cobijaba a la totalidad del pueblo de Israel.
Esta fue finalmente la opinión que prevaleció aunque debe destacarse que la destrucción del Templo implicó la casi total obsolescencia de sus mandamientos que fueron más tarde reemplazados por formas más abstractas y sutiles de culto: la oración, la mesa familiar, los símbolos.
Entonces cabe preguntarse: cuál es el sentido de continuar leyendo año tras año esta enumeración legal que difícilmente tiene algún sentido para nosotros?
Creo que la respuesta la encontraremos en la primera palabra del Texto: Vaikra, “y llamó”.
Dice el texto: “Y llamó Dios a Moisés…diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles…”
Es Dios quien llama. Más allá de la discusión bizantina sobre si Dios creó al hombre o éste a Dios, quien llama, quien se acerca es Dios.
O como lo diría el Rabino Abraham Joshua Heschel en una obra monumental:” Toda la historia humana, según se describe en la Biblia, puede resumirse en una frase: Dios en busca del hombre.”
Para qué nos llama Dios? Dios llama a cada uno de nosotros para hacer algo—nosotros debemos percibir qué es.
La extensa lista de sacrificios, en hebreo Korban, que proviene de la misma raíz de Karov, cercano, no tiene otro propósito que el de acercar al hombre a Dios, concientizarlo en esta relación tan asimétrica pero tan definitiva para la vida de los seres humanos sobre la Tierra.
En palabras de Heschel: “Nunca más fuimos los mismos desde el día en que la voz de Dios nos arrebató en Sinai…Dios nos reveló su nombre y por su nombre se nos llama…Hay dos nombres hebreos para designar al judío: Iehudi cuyas tres primeras letras son las tres primeras letras del Tetragramon, el Nombre Inefable, e Israel, cuya última silaba, El, significa Dios en Hebreo.
Si podemos caracterizar a otras religiones como una relación entre el hombre y Dios, el judaísmo ha de describirse como una relación entre el hombre con la Tora y Dios…La Tora no es la sabiduría de Israel sino su destino, no es nuestra literatura sino nuestra esencia”.
Volviendo a la llamada: ¿Y nosotros qué? Y más importante: ¿qué podríamos llegar a ser si respondemos a la llamada de Dios?
Dios llama a cada uno de nosotros para hacer algo. La mayoría de nosotros trabaja y juega en todas partes del mundo. Dios nos está llamando a hacer algo allí. Puede ser con nuestra familia, trabajo, búsqueda recreativa, o aquí en la sinagoga o la comunidad.
Dios nos está llamando a cada uno para construir su reino aquí en la tierra de alguna manera. Dios nos puso aquí por una razón.
Tal vez la pregunta de hoy seria: “¿Para qué te está llamando Dios?”
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