Shmot – Éxodo 30:11- 34:35
Maftir: BaMidvar - Números: 19:1-22
Haftará: Iejezkel - Ezequiel 36:16-38
Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
Aprendiendo a contar de otra maneraParashat Ki-Tisá comienza con la orden divina a Moshé de censar al pueblo de Israel. La forma instituida para contar es curiosa: cada hombre mayor a veinte años debía ofrecer medio shekel. Así, para saber el número total de censados, al finalizar la colecta de dinero había que multiplicar el número total de shekalim por dos.
El dinero donado se habría de utilizar para la manutención de los servicios del Templo, según explican los sabios. De hecho, cada año antes del comienzo del mes de Adar leemos este párrafo durante el maftir de un Shabat especial llamado Shekalim, ya que en esa época del año se recolectaba el dinero para sufragar los gastos de los sacrificios.. Además, muchas sinagogas hasta hoy en día, acostumbran a dedicar un momento antes de Purim para que todos puedan dar su equivalente al medio shekel.
El motivo original por el cual la Torá ordena dar medio shekel a cada censado aparece en el siguiente versículo: “… habrá de ofrecer cada hombre el rescate de su alma ante Adonai al censarlos, para que no haya en ellos mortandad, al censarlos” (Shemot 30:12). ¿Qué significa esto? Lo que parece entenderse es que cuando uno es censado, su vida corre peligro, por lo que debe ofrecer un “rescate monetario” para no perecer. Rashi explica que cuando se cuenta a una persona, ésta queda dominada por el ain hará, el mal de ojo.
En la antigüedad había una creencia difundida de que el contar a una persona lo ponía en peligro. La Biblia Hebrea presenta otros relatos en los cuales esta creencia popular, aparentemente muy difundida y arraigada, se ve materializada. El ejemplo paradigmático es el del Rey David, quien al censar al pueblo por su propia voluntad provoca la ira divina y la consiguiente peste mortal (II Samuel 24, un texto muy polémico, por cierto). La tradición judía guarda hasta nuestros días rastros de esta extraña creencia: por ejemplo, cuando se cuenta a los adultos presentes en la sinagoga para corroborar si hay minián, se suele hacerlo pronunciando las palabras de un versículo que contiene diez palabras, prescindiendo así de la necesidad de contar utilizando números.
Para la mayoría de nosotros resulta difícil creer que alguien puede verse afectado porque lo cuenten, mas sin embargo creo que podemos aprender valiosas enseñanzas de esta manera de censar. En primer lugar, quizás la Torá nos esté advirtiendo del peligro de la despersonalización. En las mega-sociedades en la que vivimos, somos un número más en las estadísticas y registros estatales. Toda nuestra compleja humanidad suele verse reducida a unos cuantos datos numéricos, con las evidentes consecuencias negativas que esta visión del ser humano acarrea.
Por otra parte, existe también en nuestras sociedades ultra-competitivas una tendencia a valorar la cantidad por sobre la calidad. Ya no nos preguntamos cómo ni de qué manera, sino que nos interesamos casi exclusivamente por cuánto y cuándo.
Estas dos características deberían ser una llamado de atención para el desarrollo de nuestras congregaciones: trabajamos con personas de carne y hueso, con sueños y frustraciones, habilidades y miserias. Jamás un miembro de nuestras comunidades debería ser tratado como un mero dato estadístico. Además, si bien los números son importantes, no hay que perder de vista la calidad de lo que la comunidad ofrece. Una clase profunda e inspiradora para cinco personas puede ser mucho más beneficiosa a nivel comunitario que una charla liviana para veinte personas. Nunca deberíamos medir el éxito de nuestras actividades basándonos exclusivamente en la cantidad de participantes.
La próxima vez que cuenten el número de participantes en una actividad comunitaria, o que piensen en los números de sus comunidades, los invito a recordar esta lección que podemos aprender de Parashat Ki-Tisá… quizás debamos aprender a contar de otro modo.
Shabat Shalom,
Rabino Rami Pavolotzky
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