viernes, 20 de agosto de 2010

Parashat Ki Tetzé

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Devarim – Deuteronómio 21:10-25:19
Rabino Joshua Kullock
Sinagoga Kol Hakehila
Guadalajara, Mexico



Una de las virtudes más celebradas de nuestra tradición ha sido desde siempre su capacidad interpretativa, la cual fue fundamental para que dicha tradición pueda volverse significativa y relevante generación a generación. En este sentido, leer comentarios clásicos a la Tora es un ejercicio en el que vale la pena invertir algo de nuestro tiempo semanal, ya que no sólo es una puerta de acceso a diferentes niveles de comprensión de nuestras escrituras, sino que asimismo nos ayuda a dar cuenta de que nuestros intérpretes más encumbrados abrazaban el texto con tanto fervor que no temían compartir comentarios osados, radicales, y que muchas veces iban más allá del sentido literal de lo escrito. Al leer comentarios de este tipo, uno no deja de fascinarse con la libertad creativa que estos intérpretes desplegaban en su lectura, libertad que debería seguir inspirándonos hoy en día para poder abrirnos a nuestros textos canónicos encontrando en ellos nuevos y renovados sentidos.




Un ejemplo claro de libertad creativa aparece en el comentario del Rebe Iehuda Leib Alter de Gur (1870 – 1905) al primer versículo de nuestra Parasha: “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y Ad-nai, tu Ds, los entregue en tus manos y tomes algunos cautivos” (Deut. 21:10). En su contexto original, no hay dudas de que el texto habla del protocolo que el pueblo de Israel debía llevar adelante en tiempos de enfrentamientos bélicos con los cananeos. En consecuencia, originalmente el comienzo de nuestra Parasha comprendía un texto relevante para una generación específica en un tiempo determinado. Y sin embargo, fue gracias a las interpretaciones del Rebe de Gur y tantos otros, que estos versículos pueden seguir iluminándonos hasta nuestros días.

¿Qué dice, entonces, el comentario jasídico del Rebe de Gur sobre nuestro versículo? En su libro Sfat Emet, el Rebe de Gur no hace hincapié en la guerra histórica de Israel contra los cananeos, sino que relee la Tora a la luz de la lucha existencial interna que cada uno de nosotros debe llevar adelante en contra de determinadas inclinaciones que se asientan en nuestro ser. “Ya que en todas las cosas – nos dice el Sfat Emet – se encuentra el punto de vitalidad proveniente de Ds, aunque se encuentra escondido e invisible. Y por tanto se necesita de una guerra y un trabajo arduos durante toda la semana para encontrar este punto.”

Refraseando el lenguaje místico de nuestro comentarista jasídico, la lucha que nos está  llamando a realizar implica el esfuerzo de reconocer que todo aquello que nos rodea está impregnado de divinidad. Ese punto del cual nos habla, es el punto que todos compartimos en un mismo origen, y que nos une más allá de los velos y diferencias que podamos encontrarnos al mirar superficialmente nuestra realidad.

Este reconocimiento del origen común, al menos en lo que al ser humano se refiere, se remite a la creación misma del hombre, ya que según nos relata la Tora, Adán y Evan fueron creados a imagen y semejanza de Ds (Gn. 1:27). Esto significa que cada hombre y mujer en la tierra guardan en ellos la imagen de Ds, siendo así que al denigrar, difamar, o discriminar a nuestros semejantes, lo mismo estamos haciendo con lo divino que anida en ellos (y que asimismo anida en nosotros también). Cada vez que no logramos reconocernos en el otro negando aquello que nos une más allá  de toda diferencia, nos encontramos profanando el nombre de Ds. Contra ello, nos recuerda el Sfat Emet, no debemos dejar de luchar.

Pero el origen común de toda la realidad no solo nos remite a la unidad de todos los seres humanos, sino también a la unidad trascendente de toda la creación. Y en este sentido, reconocer el “punto de divinidad” de todo cuanto nos rodea, se vuelve un llamado a la responsabilidad de velar por una ética que nos guíe en el sostenimiento y continuidad de nuestra calidad de vida en un medio ambiente sustentable y armonioso. En este sentido, a las palabras del Sfat Emet, podemos sumar las palabras del filósofo Hans Jonas (1903 – 1995): 
    “Lo que nos angustia ya no es la naturaleza, como antes, sino precisamente nuestro poder sobre ella; y tememos por ella y por nosotros. Nuestro poder fue nuestro servidor y se ha convertido en nuestro amo. Debemos ponerlo bajo nuestro control, un control que hasta ahora no tenemos, a pesar de que ese poder es plenamente obra de nuestros conocimientos y de nuestra voluntad. Los conocimientos, la voluntad y el poder son colectivos, y también lo debe ser el control sobre ellos. Sólo pueden ejercerlo los poderes públicos, es decir que debe ser un control político, y eso requiere un amplio consenso de toda la sociedad a largo plazo.” (Pensar sobre Dios y otros ensayos, pp. 149-150) 
Reconocernos en el origen común; reafirmar nuestra responsabilidad con nuestros semejantes y con el mundo; y comprometernos en reparar los daños causados. Y todo esto como reflexión sobre el primer versículo de nuestra Parasha, el cual originalmente hablaba a una generación determinada durante un tiempo específico. Indudablemente, tanto la Tora como sus comentaristas todavía tienen mucha sabiduría para compartir con cada uno de nosotros. Quiera Ds que tengamos la capacidad de aprender a capitalizar dichas enseñanzas aplicándolas en nuestra vida cotidiana. 

Shabat Shalom uMevoraj!

No hay comentarios:

Publicar un comentario