Los rabinos de la UJCL escriben sobre la parasha
Rabina Daniela Szuster
Congregación Bnei Israel, San José-Costa Rica
Sobre la reparación de daños que cometemos
Uno de los temas que aparece en la Parashá de esta semana es la conocida ley del Talión: “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie…” (Shemot 21:24). Dicha ley se define como la pena que consiste en devolver al culpable, como castigo, el mismo mal que él ocasionó a la víctima. Si en una pelea entre dos personas, una le provoca un esguince en el pie del otro, como castigo, se debería inducir un esguince en el pie del victimario.
Además de ser una ley violenta y agresiva, es imposible lograr exactamente el mismo daño que recibió la víctima en el victimario. Un ejemplo que cita el Talmud: si un hombre le quita la visión de un ojo a una persona que solo ve de ese ojo, no será exactamente el mismo daño que se le quite la vista al culpable, si este tiene visión en ambos ojos (Talmud Babli Masejet Baba Kama 83b).
La Torá oral, que se fue transmitiendo de generación en generación, no entiende esta ley de manera literal sino desde una interpretación muy diferente. Nos dice la tradición que no se trata de la amputación de algún miembro del victimario, sino más bien de una compensación económica. La palabra “por” de “Ojo por ojo”, tajat en hebreo, significa también “a cambio”, “en sustitución”. Según nuestra tradición, el responsable tiene que pagar una indemnización económica en caso de mutilación o daño físico. Para ello, los sabios establecieron una escala de retribución en función de cinco aspectos: nezek: valor de los órganos dañados; tzahar: dolor físico ocasionado; shevet: la pérdida económica (en los casos en que no puede seguir trabajando); ripui: el costo de los medicamentos y curaciones; y por último, boshet: el estigma y vergüenza que produce la pérdida de un miembro. Sin duda, estas categorías estimulan la comprensión y entendimiento profundo del daño ocasionado.
Se podría decir que el texto entendido literalmente y la interpretación rabínica presentan dos maneras de pensar el daño perpetrado entre seres humanos.
La primera opción es un modo extremadamente vengativo, donde se trata de cometer el mismo daño ocasionado, lo cual nos lleva a ser personas vengativas, crueles y agresivas.
La segunda opción intenta igualmente castigar al culpable, pero por medio de una indemnización económica; se trata de reparar el daño de alguna manera, hacerse responsable por el perjuicio ocasionado, pero no mediante caminos violentos y vengativos. Se insiste en reparar el daño.
El concepto de reparar está muy ligado al mundo de la Kabalá. En la Kabalá luriánica, una de las escuelas más célebres de misticismo judío, desarrollada en Tzfat, Israel, a partir del siglo XVI, la historia de la creación del mundo y del ser humano es revisada profundamente. Rabí Yitsjak Luria desarrolló la idea de la creación por medio del tsimtsum, es decir, por la auto-contracción divina. Según Luria, D”s se “retiró” de sí mismo para dar lugar a la creación. Primero, abandonó parte de la extensión, retirando la luz primordial la cual, antes de ser contraída, dejó una impresión o roshem, llamada reshimó. A continuación, llenó el espacio con otra luz, el kav, que es el mundo que conocemos, compuesto de vasijas que se van rellenando. Cuando más elevadas son las esferas del mundo (sefirot), son más resistentes, pudiendo acoger enormes cantidades de luz. Pero las esferas inferiores, menos resistentes, incapaces de recibir grandes cantidades de luz, se rompieron. Es el fenómeno que Luria denominó shevirat hakelim, “la ruptura de las vasijas”.
El desafío y misión que tenemos como seres humanos, según este modelo de pensamiento, es esforzarnos por buscar, por medio de nuestras acciones, el Tikún Olam y la reparación de las vasijas destruidas. Pensando en la idea de la ley del Talión, según la interpretación rabínica, podemos pensar que cada vez que cometemos un daño a nuestro prójimo, y no me refiero solamente a un daño físico, es nuestro deber repararlo de alguna manera y de este modo tratar de corregir el mundo y lograr el Tikún Olam, la reparación del universo. Debemos pagar los daños, no con violencia y agresión sino con sensibilidad, comprensión por lo que causamos, y empatía con la persona que ha sufrido.
¡Shabat Shalom!
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