jueves, 5 de abril de 2012

Pésaj 5772

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino David Cohen-Henríquez
Congregación Kol Shearith Israel - Panamá


El Sfat Emet (Yehuda Aryeh Leib Alter, 1847-1905) nos trae a colación  dos textos que aparecen en la Hagadá.  En primer lugar, aparece el texto que dice: “En cada generación la persona debería verse a sí misma como si hubiese salido de Egipto”. Poco después, la Hagadá nos dice: “Él nos sacó de ahí”. Nos dice entonces, el Sfat Emet, que el Maharal de Praga (Judah Loew ben Bezalel, c.1520-1609) comentaba, a partir de estos pasajes de la Hagadá, que cada judío estuvo en el éxodo de Egipto de manera colectiva, pero que también cada persona debería verse a sí misma como si hubiese salido como individuo.

Al leer la Hagadá, no estamos haciendo solamente una conmemoración histórica sino también una recreación, en la cual podemos sentir el éxodo en el presente. La experiencia de Pésaj es una experiencia nacional, pero también posee un espacio para la liberación individual. Es una salida de los “Egiptos” que nos mantienen atados, oprimidos; de la estrechez que nos sofoca y nos prohíbe sentir una vida plena y elevada.

Existen muchas esclavitudes individuales en la vida del hombre y la mujer moderna: la adicción al trabajo, a los smartphones y las computadoras; la compulsión por hacer dietas; los vicios como el fumar y tomar en exceso, etc.  Y por supuesto, existen también aquellas esclavitudes o “plagas” que azotan a toda la humanidad de manera colectiva: las guerras, la pobreza, el crimen, las enfermedades que aún no hemos podido curar, el maltrato a la mujer y a los niños, y muchas otras terribles dolencias sociales.

El recrear un ritual hace que la persona partícipe logre estar, nuevamente, en aquel evento que se ha encapsulado en el tiempo, de generación en generación.  Cada persona que participa en la noche del Séder se debe visualizar saliendo de Egipto, y esta experiencia le ayudará a liberarse de aquellas cosas que lo esclavizan y que parecen casi imposibles de vencer.

En la Hagadá se mencionan cuatro hijos: el sabio, el rebelde, el simple y el que no sabe preguntar.  Cada uno de nosotros posee dentro de su alma a los cuatro hijos, cuatro arquetipos que preguntan acerca de esta experiencia que, año tras año, realizamos.  Debemos dejar aflorar a cada uno de estos “niños internos” y escucharlos.  Sentir la voz de nuestro interior, que busca sabiduría y conectarse más con sus raíces y con el crecimiento espiritual.  Debemos escuchar con paciencia la voz rebelde que nos trata de alejar de este camino, y preguntarle por qué se siente así. A la voz simple que habita en nosotros, observarla con una sonrisa e invitarla a que participe más en nuestra vida en los momentos ajetreados. Al que no sabe preguntar, analizarlo y preguntarle qué es lo que le impide generar pesquisas, ver cuál es la razón por la cual su espíritu indagador no está presente. Al considerar estas cuatro formas de ser, veremos que nos completamos, que son realmente parte de una unidad que nos compone, a la que llamamos “Yo”.  De igual manera, cada uno de los hijos e hijas de Israel que buscan su libertad en esta noche forman una sola unidad, un pueblo unido, redimido, en busca de una Verdad y poseedores de un ethos: el de esparcir esta libertad y este conocimiento de lo divino a los cuatro rincones de la Tierra. 

Entre más podamos sentir la redención de Egipto, más podremos sentir el siguiente paso hacia nuestra redención presente, cada uno de nosotros saliendo de sus propias angosturas, de sus propias profundidades. Al poder liberarnos individualmente, podremos aportar con todo nuestro potencial al perfeccionamiento y redención de este mundo en el que vivimos, y ser partícipes y socios en el pacto que tenemos con nuestro Creador.

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