jueves, 9 de agosto de 2012

Ekev 5772

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana.

Rabino Gustavo Kraselnik

Kol Shearith Israel - Panamá.

Después de ver decenas de veces la película “Los Diez Mandamientos”, cuesta visualizar a Moisés muy diferente de la inmortal caracterización de Charlton Heston.  Al igual que ocurre con ciertas fotos clásicas, terminamos convencidos de que así ha sido el personaje a lo largo de toda su vida, con el mismo peinado, el mismo sombrero o la misma actitud.

La larga despedida de Moisés a esta nueva generación de Israelitas que creció en el desierto, nos presenta a un líder ya mayor, con 120 años a cuestas bien llevados (“no se habían apagado sus ojos, ni había perdido su vigor” - Dt. 34:7), una vida llena de altibajos, convertido en un gran orador y, por sobre todas las cosas, dotado de una profunda sabiduría que trató de transmitir a su pueblo. No es casual que la tradición judía lo denomina Moshé Rabeinu, Moisés nuestro maestro. (Les aseguro que todo niño judío alguna vez pensó que Rabeinu era el apellido de Moisés.)

El inicio de nuestra parashá nos da un sutil ejemplo de esa pericia, que es fruto de la trayectoria y de la acumulación de vivencias.  Así comienza parashat Ekev: “Y será por cuanto hayas escuchado (entendido) estas leyes y las cuides y las hagas…” (Dt. 7:12)

Si prestamos atención al orden de los verbos (primero escuchar y luego hacer), encontramos que Moisés ha invertido aquella famosa respuesta que cuarenta años atrás, al pie del monte Sinaí, el pueblo de Israel proclamó en respuesta a las palabras de Dios: “Naasé Venishmá”, “Haremos y (luego) escucharemos/entenderemos” (Ex. 24:7).

Es posible que, apasionados por la experiencia transformadora que habían vivido, la generación del éxodo articuló su compromiso con el pacto expresando su convicción de la acción inmediata, sin la necesidad de una comprensión teórica previa, de principios y valores que se vean reflejados en dicha acción.

Sin embargo, más allá de los buenos deseos y del entusiasmo inicial, comprensible para quienes habían sido, en reiteradas oportunidades, testigos de la intervención divina, la propuesta no funcionó. 

El midrash (Midrash Hagadol, Ekev 7:12) afirma que Moisés percibió que los israelitas rápidamente dejaron de cumplir el pacto al hacer un becerro de oro, y comprendió que su función debía ser priorizar el entendimiento a la acción, si es que aspiraba a una conducta responsable por parte del pueblo.  De ahí que a lo largo de sus palabras, insiste con el uso del  verbo “escuchar” como requisito de la observancia de los preceptos. (Dt. 4:1, 5:1, 6:3, 11:13, 12:28.)

En ese sentido Moisés logra implantar un modelo religioso alternativo, posiblemente más cercano a la ponderación contemporánea.  En su visión madura y experta, el ideal religioso no se manifiesta por medio de la sumisión intelectual – “El caballero de la fe” que menciona el filosofo Danés Soren Kierkegaard en “Temor y temblor” – sino que es a partir de ser capaces de vislumbrar el sentido profundo de la experiencia (“Shemá: entiende”), como emerge el compromiso que se traduce luego en la acción.

Seamos discípulos de Moshé Rabeinu.

En tiempo de tanto fundamentalismo, es hora de hacer prevalecer los fundamentos. Involucremos nuestros pensamientos y nuestros juicios.  Estudiemos y analicemos, recreemos significados.  Y que sea nuestro limitado pero auténtico entendimiento precisamente el campo fértil, donde germine nuestra obra de la fe.

Shabat shalom,

Gustavo

No hay comentarios:

Publicar un comentario