jueves, 27 de junio de 2013

Pinjas 5773


Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Gustavo Kraselnik
Kol Shearith Israel - Panamá

Al finalizar el censo de las tribus, destinado a obtener la información necesaria para organizar la distribución de lotes en la tierra prometida, Parashat Pinjas nos trae el reclamo de herencia de las hijas de Tzlofajad.

Sin contar con un hermano varón, las cinco muchachas, Majlá, Nohá, Jaglá, Milcá y Tirtzá, se presentan ante Moisés, Eleazar y los príncipes de las tribus, para solicitar recibir las tierras que corresponden a su difunto padre:
Nuestro padre murió en el desierto, él no estuvo entre el grupo de los que se juntaron contra Dios en el grupo de Kóraj, sino que murió por su propio pecado, y no tuvo hijos.  ¿Por qué ha de desaparecer el nombre de nuestro padre de entre su familia sólo porque no tuvo hijo?  Dadnos herencia entre los hermanos de nuestro padre.  (Núm. 27:3-4)
Moisés consulta a Dios la decisión y le concede a las cinco mujeres el derecho a heredar a su padre; así, queda estipulada la ley: “Ante la falta de un hijo varón, la hija puede heredar su tierra” (Núm. 27: 8).

Más allá de las importantes implicaciones que tiene este pasaje en cuestiones legales, económicas, geográficas, de relaciones tribales, etc., nuestros sabios, siempre deseosos de ayudarnos a construir la imagen completa de los personajes bíblicos, han tratado de saber un poco más sobre quien fue Tzlofajad, tomando en cuenta la enigmática frase de sus hijas: “murió por su propio pecado”.

Sabemos por el testimonio de las hijas que no participó en la rebelión de Kóraj.  El Talmud (Baba Batra 117b) explica que aquellos que fueron parte de aquel incidente, no recibirían tierras (es decir, sus descendientes no tienen derecho a reclamarlas), y lo mismo se aplica a los “murmuradores” contra Dios (Núm. Cap. 11) y a los que se unieron a la crítica de los espías (Id. 14).  De allí que debamos descartar también su involucramiento en estos sucesos.

En otro pasaje talmúdico (Shabat 96b-97a), dos Tanaítas del siglo II señalan cuál fue la falta de Tzlofajad.  Rabí Akiva lo identifica como aquel hombre que cortaba leña en Shabat y que fue castigado con pena capital (Núm. 15:32-36), mientras que Iehuda ben Beteira sostiene que fue uno de los que subieron a la colina - pese a la explicita prohibición de Moisés - y fueron exterminados por los amalekitas y los cananeos, después del incidente de los espías (Id. 14:44-45).

Si bien ambos sucesos ocurrieron cerca en el tiempo, más precisamente en el segundo año de la salida de Egipto, constituyen, en esencia, dos tipos totalmente distintos de pecado.

Mientras que en el primer caso asistimos a un acto individual, en el segundo estamos en presencia de un grupo.  El leñador viola la orden divina buscando su propio beneficio, y los que subieron la colina aspiraban a la redención de todo el pueblo.

Sin embargo, la principal diferencia radica en que para Rabí Akiva, Tzlofajad era un hereje (desobedece las normas del Shabat), a la vez que Iehudá ben Beteira lo considera un fanático (decide ir ciegamente por el objetivo, a pesar de que el propio Moisés le dice que no lo haga).

Sea uno u otro, hereje o fanático, Tzlofajad, representaba un gran desafío para la sociedad israelita emergente, así como para el judaísmo del siglo II, de igual forma que lo es para nosotros.

En última instancia, el libertinaje y el fundamentalismo carcomen las bases de cualquier estructura y constituyen una amenaza para el desarrollo pleno y sano de la experiencia humana.

Construir una espiritualidad sólida, con bases firmes, sabiduría y pensamiento crítico, con corazón caliente y mente abierta, con disposición al diálogo y al encuentro con el otro.  Ese es el antídoto para los seguidores de Tzlofajad.

Shabat Shalom,

Gustavo

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