jueves, 4 de febrero de 2016

Mishpatim 5776

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Gustavo Kraselnik

Congregación Kol Shearith Israel, Panamá

De acuerdo al Sefer Hajinuj (Rabí Aharon Halevi de Barcelona, siglo XIII) Parashat Mishpatim cuenta con 53 de las 613 Mitzvot. 23 son positivas (es decir que se cumplen mediante una acción) y 30 negativas (se cumplen al no hacer algo).  

La tradición define a los Mishpatim como leyes con sentido común y lógica. A diferencia de los Jukim, que se entienden como leyes dispuestas por Dios cuyo significado no siempre está claro para los seres humanos, los Mishpatim forman en general parte del derecho natural y se pueden apreciar en la  mayoría de las sociedad humanas.

Quisiera detenerme en uno de esos Mishpatim que aparece en nuestra Parashá, cuya vigencia es incuestionable: La prohibición de aceptar soborno. Dice la Tora (Ex. 23:8). “Y no aceptarás soborno, porque el soborno ciega al de vista clara y pervierte las palabras de los justos.” 

El sentido del precepto es evidente. La entrega de un presente distorsiona el juicio; de allí la prohibición de aceptarlo incluso para fallar correctamente (y mucho menos para torcer el veredicto) tal como explica Rashi – Francia siglo XI - nuestro versículo.

El texto bíblico en general es consciente del poder del soborno. En el libro de proverbios, que la tradición atribuye al rey Salomón, leemos: “Piedra preciosa es el soborno a los ojos de sus dueños: A donde quiera que se vuelve, da prosperidad.” (Prov. 17:8)

Ya el Talmud (ketuvot 105b) enseña que no se trata solo de soborno en especies sino también de “soborno de palabras”. Es decir la adulación o simplemente el enunciar palabras de respeto y honor al juez invalidan su capacidad de juzgar con ecuanimidad.

Tratando de ir más allá de la linealidad del texto, el Talmud pretende adentrarse en el significado profundo que se esconde detrás del concepto Shojad (soborno) como una forma de comprender el fenómeno psicológico que encierra dicha dinámica.

En la misma página citada, el Talmud se pregunta Mai Shojad? (¿qué es el soborno?) y responde jugando con la propia palabra: Shehu Jad (que es uno) y explica Rashi: “el que da el soborno y el que lo recibe se vuelven un solo corazón.”

Siguiendo esta misma línea, encontramos una maravillosa reflexión del rabino Samson Rafael Hirsch (Alemania, siglo XIX) quien marca la semejanza de la palabra Shojad con la palabra Shajat (con Tet al final) de Shejita, es decir matar y con Shajat (con Tav al final) que significa destruir, y luego detalla: El soborno mata y destruye la fuerza moral y espiritual del que lo recibe.

Nuestro mismo versículo aparece - con leves cambios  - también en Deut. 16:19. Allí es aún más claro que los destinatarios de la prohibición de tomar soborno son los jueces, como queda demostrado por el contexto. Y en esa misma dirección apuntaron los codificadores medievales (Maimonides y Yosef Caro, por ejemplo).

Un giro interesante lo plantea el autor del Aruj Hashuljan (Rabi Yejiel Mijael Epstein, Lituania, siglo XIX) quien afirma que la negativa de aceptar cohecho debe aplicarse no solo a los jueces sino también a todos los funcionarios públicos y a los que están involucrados en tareas sociales y comunitarias. (Joshen Mishpat 9:1)

A la luz de tanta corrupción que parece proliferar en nuestras sociedades, sin distinción de ideologías ni de estamentos, las palabras de la Torá no solo siguen vigentes sino que dan testimonio de su profundo conocimiento del ser humano. 

Si aspiramos a ser constructores de una humanidad más justa y solidaria, debemos reducir (eliminar pareciera ser una utopía) significativamente la corrupción y para ello es fundamental que aquellos que ocupan lugares de responsabilidad en cualquier dinámica social, tengan presente e implementen esta Mitzvá.

Ya sea como Mitzvá o como parte del derecho natural, asumamos el mandato de rechazar toda forma de soborno. Que no sea un slogan de campaña ni una declaración teórica sino un principio de vida.

Shabat Shalom
Gustavo

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