Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana.
Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogota, Colombia
La lectura de la Torá para este Shabat nos cuenta entre otras cosas acerca del momento en el que nuestro pueblo logró milagrosamente atravesar el Mar Rojo abriéndose así paso hacia el Sinaí para consolidar definitivamente nuestra libertad dejando a Egipto atrás y a los opresores sepultados en la profundidad del mar.
Uno de los temas centrales que ocupa a los exégetas bíblicos en relación a este texto es la naturaleza de los milagros, ya que además del relato del mar en la parashá de esta semana se narra acerca del milagro que benefició a nuestro pueblo durante más tiempo de manera ininterrumpida: el maná, alimento que sostuvo a nuestros antepasados en su travesía por el desierto.
¿existen los milagros? ¿son estos una alteración del orden natural provocada por Dios o es precisamente la naturaleza que nos asombra y sorprende y nosotros que le asignamos a algunos de sus fenómenos la condición de milagro?
En otras palabras, ¿es Dios el que obra milagros haciendo que sucedan cosas que de otro modo son imposibles o somos nosotros los que al asombrarnos llamamos a algo milagro?
Existen en nuestra tradición opiniones que sostienen ambas de estas versiones y las fundamentan con diferentes explicaciones. Personalmente, me identifico más con la idea de que somos nosotros, quienes a partir de nuestra capacidad de asombrarnos, le adjudicamos a determinadas situaciones entidad de 'milagro'. Siguiendo esta idea, los milagros no son necesariamente hechos sorprendentes y sobrenaturales, sino que pueden ser sucesos que para otras personas sean cosas normales y corrientes o que pasen desapercibidos. Hace algunas semanas, leíamos por ejemplo la sorpresa de Moshé ante la zarza que ardía y no se consumía y cómo él vió en ese arbusto la revelación divina que lo llamaba a liberar a Su pueblo. Según algunos, la zarza ardiente es un fenómeno relativamente frecuente en zonas desérticas como el Sinaí. Fue Moshé el que eligió frenar ante ese fenómeno y descubrir la voz de Dios que le hablaba desde la zarza.
En ese mismo sentido, el Maná o la apertura del Mar Rojo no son milagros per se sino que lo son en tanto y en cuanto quienes lo presencien elijan ver en dichos sucesos la presencia de Dios y celebrarla.
Uno podría preguntarse ¿Y acaso es posible que alguien presencie la apertura del Mar Rojo y no se maraville ante el milagro? Y al respecto, respondo con un hermoso Midrash que cuenta que dos hombre (Ruben y Shimón) caminaban por el Mar abierto de par en par y al ver que sus pies se llenaban de barro por la humedad del suelo uno le comentaba a otro: "dejamos el barro de Egipto para venir a este barro aquí?!". El midrash nos enseña que aquellos que no quieren maravillarse ante lo imponente del milagro, no lo hacen ni siquiera en el más poderoso de los fenómenos. Como contraposición a esto, nuestros sabios enseñan que algo tan 'común' como la armonía entre un hombre y su mujer, es en realidad un milagro tan complejo como la partición de mar. En otras palabras, así como algunos no se maravillan ni con el más imponente de los milagros, están aquellos que son capaces de ver en lo más característico de sus cotidianeidades la presencia de un Dios viviente.
Shabat Shalom
Rab. Guido Cohen
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