Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá
El Séder como una invitación a reafirmar quiénes somos
Según cuenta la Torá (Ex. 12:7 y 13) Dios ordenó a los hijos de Israel que antes de salir de Egipto realicen un sacrificio y utilicen su sangre para señalar los marcos de la puerta y evitar así que la última plaga caiga sobre sus casas:
“Habrán de tomar de la sangre y habrán de poner sobre las dos jambas y sobre el dintel, sobre las casas donde hayan de comerlo, en ellas... y habrá de ser la sangre como signo para vosotros en las casas en donde vosotros estáis, allí; Yo veré la sangre y las saltearé: y no habrá en vosotros muerte para destruir cuando Yo dañe a la tierra de Egipto.”
Frente a este texto, el lector puede preguntar: ¿Por qué Dios, que todo lo sabe, necesita que pinten una señal para identificar las casas de los hijos de Israel? ¿Acaso no lo sabía? Sin embargo, si leemos atentamente, el mismo texto nos da la respuesta: “y habrá de ser la sangre como signo para vosotros”.
La señal no es para Dios, la señal es para “vosotros”, dice la Torá, para que cada israelita se identifique como tal, no ante Dios, sino ante sí mismo, ante su familia y ante la sociedad. En otras palabras, la señal es una manifestación de pertenencia, es la expresión formal de ser parte de la historia y del destino del pueblo de Israel.
A lo largo de las generaciones, el Séder de Pésaj, ha jugado prácticamente el mismo papel. Todo el ritual que acompaña la cena viene casi exclusivamente a decirnos quiénes somos, y para saber quiénes somos debemos, necesariamente, saber quiénes fuimos y quiénes aspiramos ser.
El Séder es el instrumento que la tradición ha creado para cumplir el precepto de “Vehigadta Lebinja Baiom Hahu”, “Le dirás a tu hijo en aquel día” (Id. 13:8) Contar, narrar, transmitir a nuestros hijos quiénes somos.
El relato de Pésaj comienza con “Avadim Hainu” esclavos fuimos. Iniciar la narración de esta manera no es un detalle menor sino, por el contrario, es una afirmación dotada de un profundo sentido, tal como afirma Michael Lerner, teólogo judío contemporáneo:
Un aspecto del Séder, consiste en afirmar que somos descendientes de esclavos... otros hubieran hecho todo lo posible por olvidar este humilde pasado o hubieran reconstruido la historia de manera tal de verse a sí mismo como descendientes de dioses o de héroes sobrehumanos. Nosotros podemos estar orgullosos de que nuestro pueblo se aferró a la visión de sí mismo como un pueblo esclavo e insistió en narrar la gesta de la liberación como el acontecimiento central fundante de nuestra historia...”
Pero no alcanza con recordar que fuimos esclavos, la Mishná estableció, hace casi 2000 años, que “cada hombre debe verse a sí mismo como si él mismo hubiese salido de Egipto.” Es decir, no sólo recordar nuestra liberación, sino además sentirla, vivirla como propia. (Pesajim 10:5)
El Ma Nishtaná, las 4 preguntas que hablan sobre las diferencias de esta noche con el resto, es un recurso pedagógico para atraer la atención de los niños. Pero hay algo más: el preguntar es un ejercicio de libertad, una facultad que posee sólo aquél que es libre, y esa libertad es lo que estamos celebrando.
Esto es básicamente lo que debemos transmitir a nuestros hijos.
La tradición ha desarrollado para la noche del Séder diversas iniciativas educativas adicionales como por ejemplo la metáfora de “los cuatro hijos”, la búsqueda del “Afikomán” y las canciones infantiles del final, siempre con el objeto de entusiasmar y estimular la participación de los niños.
Ellos son los destinatarios de todo este gran esfuerzo pues el objetivo central es que vean “la señal”, que comprendan quiénes son, que conozcan su historia y que sepan que desde tiempos bien remotos, cada vez que llega Pésaj, toda familia judía se sienta alrededor de una mesa, de la misma forma que hacemos nosotros hoy, para que los papás cuenten a sus hijos que fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero Dios nos sacó de allí.
Al igual que la marca que nuestros antepasados tuvieron que pintar en sus casas en Egipto, el Séder de Pésaj, es una señal. Una señal para nosotros pero fundamentalmente, para nuestros hijos.
Shabat Shalom y Jag Sameaj
Gustavo
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