jueves, 7 de abril de 2016

Tazria 5776 - Shabat Hajodesh

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba

Al entrar en el mes de Nisan, el mes de la festividad de la liberación, creo oportuno reflexionar sobre el sentido de la libertad. 

Mucho se ha comentado a través de la literatura, sobre el papel capital que el judaísmo le asigna a este valor. Se nos indica en la Hagadá de Pesaj que cada individuo debe verse a sí mismo como si él/ella hubiese personalmente salido de Egipto.

La libertad debe ser re-vivenciada continuamente en cada generación, en cada época y en cada día.
¿Cómo se aplica esto a nuestras vidas? ¿De qué forma debemos procurar la libertad?

Veamos cómo se expresa la libertad en los tres reinos del planeta, vegetal, animal, ser humano.

En el plano de la vida de la planta, se la puede considerar “libre” cuando se le ha provisto de los elementos que requiere para su crecimiento: tierra, agua, aire y luz. Si bien permanece fija, plantada en un solo lugar, la planta como tal se desarrolla completamente en libertad.

A los animales por otra parte, aunque todas sus necesidades sean cubiertas, su libertad se vería seriamente comprometida si se les confina a vivir en un solo lugar.

En el caso de los seres humanos,  además de libertad de movimiento, su pleno desarrollo exige el cultivo de otras potencialidades intrínsecamente humanas; aun pudiendo desplazarse de un lugar a otro, sin la libertad de pensar, cultivar su intelecto y su capacidad de expresión, seguirían siendo prisioneros.

Sin embargo esta libertad dorada puede inspirar también ciertas emociones  de temor y encogimiento, o al decir de Erich Fromm, “el miedo a la libertad”. Ello sucede cuando dejamos de percibir la necesidad de ampliar nuestros horizontes, de abandonar la seguridad del suelo que pisamos y “trasplantarnos” hacia nuevos espacios internos y externos. Ahí podemos descubrir nuevos elementos para asimilar, que nos nutren y permiten seguir creciendo.

En esos casos los humanos nos semejamos a aquellas plantas quebradizas y apagadas, atravesando nuestras vidas empeñados en durar en vez de vivir. Adheridos a la seguridad que aporta lo conocido, somos llevados a detener nuestro crecimiento, y quedar estancados en el mismo lugar por siempre.

Quienes superan ese temor a lo nuevo, a lo desconocido, descubren con rapidez cómo los nuevos suelos les permiten seguir desplegando sus raíces, fortalecerse, mejorar y extender sus ramas hasta los cielos.

Sólo a través de este proceso  podremos alcanzar una mayor liberación personal  del cautiverio de las aprensiones limitantes de nuestro Egipto interior, y experimentar la verdadera libertad.

Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba

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