viernes, 18 de diciembre de 2009

Parashat Miketz

Bereshit - Génesis Bereshit 41:1 – 44:17
Haftará: Melajim I (I Reyes) 7:40-50

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica 

Acerca de los descensos y ascensos de la vida

Desde el shabat pasado, comenzamos a leer la historia de Iosef, el gran soñador. Sin duda, su vida fue muy difícil y con muchos obstáculos. Empezó soñando y, al final de su vida, la mayoría de sus sueños se hicieron realidad; no obstante, entre un período y el otro, sufrió bastante. En todo el relato, muy pocas veces lo escuchamos hablar. La Torá nos cuenta de su vida, pero muy poco acerca de sus sentimientos y pensamientos.
Recordando la historia, Iosef tuvo varios sueños y luego sus hermanos lo envidiaron, se enojaron, le quitaron el atuendo regalado por su padre y lo tiraron a un pozo. Fue vendido a unos viajeros, vivió en la casa de Potifar y llegó a ser su mano derecha. Luego, por el pedido de la esposa de Potifar, lo mandaron al calabozo. Posteriormente, el Faraón dio la orden de liberarlo para que interpretara sus propios sueños, y de esta manera, Iosef se convirtió en la mano derecha del emperador egipcio.
Sin duda, la vida de Iosef fue una vida con muchos altibajos. De llegar a lo más hondo, como ser el pozo y el calabozo, pudo ascender hasta lo más elevado, como ser la mano derecha de dos gobernantes.
De alguna manera, la vida de Iosef refleja nuestras propias vidas. De niños creemos que la vida es lineal, pero con el tiempo nos vamos dando cuenta que es muy azarosa y llena de subidas y bajadas. También la fiesta de Janucá, que festejamos en estos días, nos enseña acerca de los ascensos y descensos de la vida. Durante un tiempo el pueblo fue oprimido, y luego pudo liberarse e inaugurar el Templo de Jerusalem, aun siendo una minoría muy pequeña contra un pueblo muy fuerte y poderoso.
La historia misma del pueblo judío es una constante dialéctica de ascensos y descensos. De ser libres y de ser esclavos, de ser reconocidos y de ser perseguidos. De la historia de Iosef aprendemos que es importante saber que nunca se está siempre en el pozo o siempre en la cima de la montaña. La vida va cambiando.
En nuestra tradición se relata que cuando el rey David se encontraba en los umbrales de la muerte, llamó a su hijo y sucesor, Salomón, para la despedida final. Salomón era joven, inexperto, y estaba muy preocupado por la corona que pronto sería suya. Le rogó a su padre que le dejara algo que pudiera serle de ayuda en tiempos de crisis. Su padre le dio un joyero que contenía un anillo. "Cuando te encuentres en aprietos", dijo David, "abre este estuche y mira la inscripción del anillo. Pero cuando te encuentres en la cima del bienestar, vuelve a abrirlo y entonces mira la cara interna del anillo. Que Dios sea contigo, hijo mío". Y murió.
Los años pasaron y Salomón se encontró asediado por problemas graves, de todo tipo y color. Incluso estuvo separado de su cargo de rey por un tiempo. Salomón estaba abatido y apesadumbrado cuando recordó el consejo de su padre y abrió el joyero. En la cara del anillo leyó las palabras hebreas: “Gam ze iaavor”, que significan "Esto también pasará". Se sintió profundamente reconfortado por el mensaje y volvió a tomar el control de su destino, con confianza y decisión. Se superaron los obstáculos. Se disipó la rebelión. Luego comenzó una época de auge y florecimiento sin igual; a raudales se incrementaban sus riquezas y hacía gala de su sabiduría. Tener tanto poder era otro logro supremo que enriquecía el orgullo de Salomón y aumentaba su sensación de ser invencible. Pero no olvidó abrir el joyero, extraer el anillo y mirar la inscripción grabada en su interior, y entonces leyó: "Gam ze iaavor", "Esto también pasará". También la riqueza, la fama, la gloria, la pompa, todo el lujo pasaría. Y así fue como Salomón se convirtió realmente en el ser humano más sabio de todos los tiempos.
En momentos de angustia y dolor, creemos que siempre estaremos en esa situación. Pero cuando nos calmamos un poco, deberíamos saber que en algún momento la amargura pasará y uno volverá a sentirse bien, feliz y reconfortado. Sin duda, esta frase nos da esperanza. Cuando estamos muy bien, evita el orgullo y la vanidad. Además de ayudarnos a disfrutar y valorar el momento que estamos viviendo.
La vida es como un péndulo que va de un extremo al otro. Lo importante es poder enfrentar cada momento de la mejor manera posible, sabiendo que los momentos, tanto malos como buenos, no son eternos. Quizás sea bueno que incorporemos en nuestras vidas el anillo del rey Salomón, con las insignias “Gam ze iaavor”, “esto también pasará”.

Shabat Shalom!

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