jueves, 31 de diciembre de 2009

Parashat Vaiejí

 Génesis 47:28-50:26
2 de enero de 2010 – 16 de Tevet de 5770

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel - San José,- Costa Rica


Saber comprender a tiempo

Quien está habituado a leer del Sefer Torá, sabe que en el texto no hay signos de puntuación. La única indicación que es posible encontrar en él es la que marcan los espacios entre los diferentes párrafos, llamados cada uno de ellos también parashá (no confundir con la sección semanal de la Torá, que lleva el mismo nombre). Una parashá petujá es un párrafo que luego de su última palabra continúa el resto de la línea libre antes de la siguiente frase, algo así como el “punto y aparte”. Una parashá setumá es un párrafo que luego de su finalización, se deja un espacio libre equivalente a nueve letras antes de comenzar el siguiente.

Generalmente, cuando la parashá de la semana concluye, hay una separación de petujá, un punto y aparte. En algunos pocos casos, también hay secciones semanales de lectura que aparecen separadas por una setumá, el espacio correspondiente a nueve letras. Sin embargo, al leer la parashá de la semana, Vaiejí, de un Sefer Torá, llama la atención que hay solo una separación mínima de un espacio correspondiente a una letra, hecho sorprendente y que exige una explicación.

El midrash (Bereshit Raba 96:1) explica que lo cerrado de la parashá Vaieji tiene que ver con la muerte de Iaakov, que ocurre al comienzo de la misma. Según esta interpretación, luego de fallecer el patriarca "se cerraron" los ojos y corazones de los hijos de Israel, al sobrevenir la época de la esclavitud en Egipto. En efecto, la semana entrante leeremos cómo los egipcios esclavizaron a nuestro pueblo.

Me parece interesante reflexionar sobre cómo fue que la vida del pueblo hebreo comenzó a “cerrase” lentamente, hasta tornarse insoportable. Egipto fue el lugar donde los hijos de Iaakov pudieron mitigar el hambre que reinaba en la tierra de Israel. Llegaron sin nada, y por pedido de su hermano Iosef, quien era el segundo del Faraón en ese momento, se asentaron en tierra extranjera, y prosperaron. El resto de la historia es conocido: un nuevo Faraón que no conocía a Iosef (o, como dice el Talmud en Sotá 11a, que “fingía no conocerlo”) asciende al trono egipcio. El flamante rey desconfía de los hebreos y comienza a oprimirlos hasta convertirlos en esclavos.

Lo que comenzó como un asentamiento temporal a causa de una sequía y siguió como un asentamiento estable ante la prosperidad de la vida en Egipto, terminará convirtiéndose en una de las experiencias más traumáticas para el pueblo de Israel. Ya en la Torá, entonces, vemos una secuencia que se repite una y otra vez en la historia del pueblo judío: somos hábiles para echar raíces y progresar en tierras lejanas, pero no siempre tenemos la misma sabiduría para darnos a cuenta a tiempo cuándo debemos abandonarlas. Ya sea por amor al lugar, por comodidad, por creer que las cosas no pueden pasar de cierto límite, por lazos familiares, económicos o sociales, a veces reaccionamos demasiado tarde, cuando ya quedamos “encerrados”.

Esta Parashá “encerrada” nos recuerda que siempre debemos mantener, a diferencia de los hebreos en Egipto, los ojos y los corazones bien abiertos. Permanecer atentos no sólo al bienestar económico, sino por sobre todo a la situación política y social que nos toca vivir. Es nuestra obligación como judíos.

Shabat shalom,
Rabino Rami Pavolotzky.

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