viernes, 9 de abril de 2010

Parashat Sheminí

Torá: Levítico 9:1 - 11:47
Haftará: II Samuel 6:1 - 7:1

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica

Ser concientes de nuestros actos

En la Parashá aparece el famoso capítulo 11 del libro de Levítico, que está dedicado, en buena parte, a las leyes dietéticas del pueblo de Israel, las leyes de la Kashrut. Podemos encontrar aquí listas de alimentos permitidos y prohibidos, y algunas pocas reglas generales.


Las leyes de la Kashrut han distinguido al pueblo judío durante toda su historia. Muchos testimonios remarcan cómo los judíos eran reconocidos por sus vecinos por la forma en que comían. Sabemos también con cuanto amor y sacrificio fue guardada esta mitzvá.

Ahora bien, ¿cuál es el sentido de comer kasher? La Torá no lo menciona explícitamente, y por eso nuestros sabios difieren sobre la causa real. Casi todos los estudiosos acuerdan en que la razón tiene que ver con una de las frases que cierra el capítulo 11: “habréis de ser consagrados, ya que Santo soy Yo”. D”s desea que nos convirtamos en personas consagradas a la Torá y a la bondad, forjando en nosotros un carácter sobrio, y desarrollando en nosotros la moderación en los hábitos alimentarios, para que ello repercuta en nuestras actitudes y acciones.

Cuando intento explicarle a alguien porqué es bueno comer kasher y le digo que las leyes de la Kashrut buscan moldear nuestro espíritu para que seamos mejores personas, a veces me contestan: “vea rabino, eso que dice es muy bonito, pero yo conozco mucha gente que es muy estricta al comer kasher, pero que engaña a su familia y amigos, o que en sus negocios se comporta en forma deshonesta”.

¿Cuál debería ser la respuesta adecuada a esta objeción? Algunas personas podrían contestar que eso no es posible, que si alguien realmente cumple los preceptos no puede ser una persona deshonesta. Yo prefiero contestar que creo sinceramente que comer kasher, y la observancia de los preceptos en general, nos ayudan a ser mejores personas, pero que eso no ocurre en forma inmediata, pues además de cumplir es necesario tener conciencia de lo que se está haciendo. Si uno solo cumple con los preceptos en forma mecánica, eso podría no causarnos ningún cambio positivo en nuestro espíritu.

Valen agregar que también es cierto que uno puede ser mala persona y al mismo tiempo ser muy estricto en su observancia religiosa. La tradición judía denomina a una persona de este tipo como un “nabal birshut ha-halajá”, es decir un depravado que actúa dentro de los límites de la ley judía.

Voy a darles un ejemplo para que me entiendan mejor. Como dije antes, comer kasher debería moderar nuestros impulsos, hacernos más modestos y sensibles. Sin embargo, uno puede sentarse a la mesa con su familia, comportarse en forma grosera, comer exageradamente, escupir, ensuciarse, golpear la mesa protestando, gritarle a la familia, etc., y sin embargo puede estar cumpliendo perfectamente con las leyes de la Kashrut.

Pero entonces, ¿qué es lo que falla? Como dije antes, no alcanza con observar las leyes de la Torá estrictamente, sino que debemos poner mucha voluntad para que esas leyes nos ayuden a ser mejores personas. Cada vez que cumplimos con un precepto, debemos tomar conciencia de qué estamos haciendo y cómo nos puede ayudar. De lo contrario, quizás hayamos cumplido con nuestra obligación, pero podemos no haber aprendido nada.

Específicamente con el ejemplo de la Kashrut, cada vez que nos sentamos a la mesa deberíamos detenernos un instante a meditar. Las bendiciones que decimos antes de la comida pueden ser de gran ayuda, ya que nos dan la oportunidad de hacer una pausa y reflexionar antes de comer. Así, transformamos el acto de alimentarnos en un momento significativo: agradecemos a D”s por la comida que nos provee. Si hay cosas que no tenemos permitido ingerir, eso nos tendría que llevar a pensar que somos humanos y que tenemos límites, que no todo nos está permitido. Si vamos a comer carne o pollo, deberíamos pensar que para hacerlo debimos sacrificar un ser vivo, y que eso fue hecho de la forma más humana posible, intentando que el animal no sufra. También deberíamos reflexionar sobre lo afortunados que somos al poder comer y beber, y acordarnos de que hay mucha gente que no puede hacerlo con regularidad, a la que quizás podríamos ayudar por medio de la tzedaká. La bendición que se dice después de las comidas nos ayudará a agradecer nuevamente a D”s por nuestro alimento y pensar en los más necesitados.

Entonces, ¿cada vez que me siento a comer debo pensar en todas estas cosas? No, en realidad no siempre tenemos el tiempo y la disposición para hacerlo. Pero si eso nunca ocurre, si comer kasher se vuelve solo un conjunto de reglas seguidas como si fuéramos “máquinas de cumplir”, sin tener conciencia de qué estamos haciendo, entonces es muy probable que comer kasher no nos ayude demasiado en nuestro intento constante de mejorar como seres humanos.

Estoy convencido de que las leyes y tradiciones judías pueden convertirse en una excelente guía para quien busca ser una mejor persona, más sensible y honesta, pero ese objetivo no se logra con solo acatar las reglas. Ayuda mucho, es verdad, pero si no tomamos conciencia de nuestra conducta difícilmente podamos mejorar. La Torá nos brinda la posibilidad de vivir una vida plena de significados, pero sin nuestro esfuerzo constante y consciente, todo queda en un buen intento. No solo se trata de cumplir con nuestro cuerpo, se necesita también que ofrezcamos nuestro corazón.


¡Shabat Shalom!

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