jueves, 29 de abril de 2010

Parashat Emor

Torá: Levítico 21:1 - 24:23
Haftará: Ezequiel 44:15 - 44:31

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá

En parashat Emor encontramos por primera vez en la Torá, el calendario completo de las festividades. El capítulo 23 de Sefer Vaikrá – Levítico, describe las tres Fiestas de Peregrinación – Shloshet Haregalim (Pesaj, Shavuot y Sucot), el Iom Truá, Día del toque del Shofar (que luego se convertiría en Rosh Hashaná) y el Día de la Expiación – Iom Kipur. La enunciación de estos días sagrados está encabezada por el Shabat.

Si bien las festividades más importantes en la época bíblica, las tres de peregrinación, tenían orígenes pre-israelitas fuertemente vinculados a los procesos agrícolas, la Torá les incorpora una nueva función: Conmemoraciones de acontecimientos históricos fundacionales del pueblo judío.

Esta concepción verdaderamente revolucionaria, estaba indisolublemente ligada al monoteísmo (o más precisamente, a la monolatría) y al concepto abstracto de Dios que plantea el texto bíblico. Tal como lo expresa el rabino Abraham J. Heschel en su reconocida obra (de lectura obligatoria) El Shabat y el hombre moderno (Ed, Paidos, Buenos Aires, 1962, pág. 15):

“Mientras las divinidades de los otros pueblos estaban asociadas a lugares y cosas, el Dios de Israel era el Dios de los acontecimientos, el Redentor de los esclavos, el que había revelado la Torá manifestándose en los acontecimientos históricos más que en objetos o lugares. Así fue como nació la fe en lo incorpóreo, en lo inimaginable.”

Frente a las culturas de la época que adoraban a las fuerzas de la naturaleza, la Torá nos habla de un Dios que está más allá de la dimensión del espacio, proclamando a su vez la existencia de la dimensión del tiempo, que no sólo está profundamente relacionada con aquella, sino que además la dota de significado. A la visión cíclica del tiempo que planteaba el mundo pagano, en donde éste no es más que la reiteración de momentos iguales, el texto bíblico le incorpora la idea de linealidad. Cada instante constituye una experiencia irrepetible.

A partir de la Torá y a lo largo de los siglos, el pueblo judío desarrolló una concepción "temporal" propia que le permitió establecer con el dominio del espacio una relación tanto de compatibilidad como de independencia; ambas necesarias para poder adaptarse a las distintas realidades que debió enfrentar dentro y fuera de su propia tierra.


Esta concepción se vio reforzada tras la destrucción del Templo de Jerusalem. La desaparición del espacio religioso común evidenció la necesidad de priorizar la noción del tiempo como marco regulatorio del latir espiritual y ritual del pueblo.

La pérdida del espacio propio obligó a crear nuevas formas de vida comunitaria, nuevas formas de servir a Dios, que estuviesen relacionadas fundamentalmente con el tiempo. La mesa de Shabat remplazó al altar, la plegaria al sacrificio y los maestros y rabinos a los sacerdotes. De esta manera se creó un nuevo ritual más democrático y se trasladó la centralidad de lo litúrgico a dos lugares: el hogar y la sinagoga.

De esta forma, la santificación del tiempo cobra forma a través de las celebraciones. Cada Shabat, cada festividad, e incluso un día cualquiera, puede ser una excelente oportunidad para lograrlo. Para ello debemos desarrollar nuestra capacidad de percibir los tiempos sagrados encontrando en ellos la posibilidad e trascender. Así como somos capaces de distinguir las cosas del espacio debemos tornarnos sensibles a la especificidad de los momentos del tiempo. Como dice Heschel (Id.):
"El judaísmo es la religión del tiempo que aspira a la santificación del tiempo. A diferencia del hombre mentalmente dominado por el espacio para quien el tiempo es invariable, iterativo, homogéneo,...la Biblia percibe el carácter distintivo del tiempo. No hay dos horas idénticas, cada una es única y especial..."

Shabat shalom
Gustavo

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