Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel
Ciudad de Panamá, Panamá.
La Parashá de esta semana lleva el nombre de Noé y nos trae el conocido relato del diluvio.
Esta historia, una de las más famosas de toda la Biblia, es además la favorita de los niños. La imagen de toda clase de animales navegando en un enorme barco, bajo una torrencial lluvia es atrapante. Incluso después del aguacero, el arco iris brillando en el firmamento como testimonio del pacto entre Dios y los hombres brinda un cierre multicolor a lo que pareciera ser un final feliz. (Gn. 9:12-17)
Sin embargo, cuando acaba el cuento infantil, la Torá nos devuelve a la realidad decadente que reinaba en la tierra antes del diluvio. Apenas descendido del arca, Noé planta una viña y se emborracha. Estando ebrio, en un incidente poco claro, es humillado por su hijo Cam: (21) Y bebió del vino, y se embriagó, y estaba desnudo en medio de su tienda. (22) Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera.(23) Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros, y así no vieron la desnudez de su padre. (24) Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, (25) y dijo: Maldito sea Canaán;Siervo de siervos será a sus hermanos. (Id. 21-25)
La pregunta central que surge de esta lectura, obliga identificar la ofensa de Cam a su padre que lo hace merecedor (en realidad a su hijo Canaán) de semejante maldición. ¿Tan denigrante era ver a su padre desnudo o acaso Cam hizo le hizo algo a Noé?
En una primera lectura, podemos afirmar que la propia Torá pareciera inclinarse por sostener que la falta de Cam fue ver a su padre desnudo y además no cubrirlo inmediatamente tal como si hicieron sus hermanos (Vs. 23). La puntillosidad y la presteza del proceder de Sem y Jafet para cubrir la desnudez de Noé demuestran lo delicado de la situación.
Sin embargo, la gravedad del castigo a Cam (mejor dicho a su hijo Canaán) nos da la sensación de que algo más debió haber ocurrido. En una lectura más detallada del texto encontramos algunos elementos que reafirman esta opinión. El propio Noé al despertar “supo lo que le había hecho su hijo”. ¿Qué fue lo que le hizo?
El Talmud (Sanhedrín 70a) trae dos respuestas a esta pregunta, en otra de las reiteradas discrepancias de Rav y Shmuel (Amoraitas Babilónicos de la primera generación, siglo III e.c.). La primera, sostiene que Cam violó a Noé. Esta lectura surge de entender la expresión “ver la desnudez” como un
eufemismo que se refiere a una relación sexual tal como aparece en otros pasajes de la Torá (por ejemplo en todo Lev. 18)
La otra opinión talmúdica, afirma que el hijo castró al padre. Si bien no hay ninguna reminiscencia en el texto bíblico que permita inferir esta lectura (la explicación talmúdica sostiene que el castigo cayó sobre Canaán, el cuarto hijo de Cam, porque éste le impidió a Noé tener su cuarto hijo), es claro que diversos relatos de culturas cercanas incluían mitos de castración en donde los hijos evitaban que sus padres pudieran seguir procreando posiblemente porque no quería repartir su herencia.
En Los Mitos Hebreos (Robert Graves y Raphael Patai) se cita el mito hitita de la castración del dios supremo Anu a manos de su hijo Kumarbi así como el más conocido relato de Urano castrado por su hijo y líder de los titanes, Cronos que forma parte de la mitología griega.
Los investigadores sostienen que la historia original, ya sea de violación o castración fue “maquillada” despojándola de la grave falta, pero preservada dentro del texto para justificar el sometimiento de los cananitas.
Sea cual fuera la explicación de lo ocurrido, el relato nos deja un sabor amargo.
Si la idea del diluvio era recomenzar con la experiencia humana, este desagradable suceso pareciera convencernos de lo imposible de la tarea. Pareciera enmarcarse dentro de la afirmación que leemos en el capítulo anterior de la Torá (“Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque los designios del corazón humano son malos desde su juventud “ Gn. 8:21) y de la decadencia que plantea la conocida narración de la Torre de Babel que aparece más adelante en esta misma parashá (Gn. 11:1-9)
En resumidas cuentas, el segundo proyecto divino no ha prosperado. La humanidad suma otro fracaso en su corta historia. Sumidos en la oscuridad, sobre el final nuestra parashá nos regala un destello de esperanza. No todo está perdido. Se ha hecho realidad aquello que – como dice la bella canción en ladino – anunciaron las estrellas, “Que havía de nacer Avraham Avinu (nuestro patriarca). Avraham avinu, padre querido, padre bendicho, luz de Israel.
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