Los Rabinos de la UJCL escriben acerca de la Parashá de la semana.
Rabbi Mario Gurevich
Beth Israel Synagogue – Aruba
Recuerdo que cuando oí de niño por primera vez la historia de la destrucción de Sodoma me sentí enormemente impresionado ante la magnitud de la catástrofe que se abatió sobre esa ciudad.
Ya había conocido antes la historia del diluvio y la destrucción no solo de toda la humanidad, salvo Noé y su familia inmediata sino también de todos los animales. Pero al menos la historia del diluvio terminaba con la promesa de Dios de no volver a hacer desaparecer la humanidad otra vez y allí estaba el arco iris para recordarle esta decisión.
En cambio Sodoma pereció por su maldad, yo era aun demasiado pequeño para entender las connotaciones sexuales del asunto, y no hubo ninguna promesa posterior. Pensaba yo, de hecho lo sigo pensando, que la maldad o la corrupción de una ciudad, o de una sociedad, crea dentro de si misma los gérmenes de su propia destrucción.
Pero no hablemos hoy de la destrucción de Sodoma sino de su sobreviviente, el enigmático Lot, de quien tan poco sabemos. La Tora nos cuenta que fue el sobrino de Abraham y en alguna medida su hijo adoptivo y que lo acompañó desde su salida de una confortable situación en su tierra hacia el ignoto destino de Canaán-Israel.
Leyendo en la Parashá de hoy la discusión y regateo que sostiene Abraham con el Señor sobre la destrucción de Sodoma (si hubiese allí 50 justos, o cuarenta y cinco, o cuarenta hasta llegar al número mágico de diez como mínimo para no destruir la ciudad) uno se siente tentado a pensar que el único justo encontrado fue Lot, y por eso fue el único sobreviviente. Sin embargo esta no parece una respuesta tan absoluta.
En primer lugar, cuando Abraham salió de Harán, la Tora nos cuenta que Lot salió con él (Vayelej itó Lot). (Gen 12:4).
Más tarde, cuando Abraham es forzado a abandonar Canaán y dirigirse a Egipto huyendo de la hambruna, Lot sigue junto a él como así también cuando Abraham regresa de Egipto. Sin embargo Lot ha sufrido una transformación y la Tora sutilmente nos lo indica: “Abraham subió de Egipto…él y su mujer con todo lo que tenia y Lot estaba con él. ( V’Lot imó). (Gen 13:1)
Ambas palabras (itó, imó) significan “con” y en la traducción ni siquiera se nota la diferencia. Pero en el hebreo original “itó” tiene su raíz en “et” que precede a un sujeto con el propósito de enfatizar el sujeto.
En tanto que “imó” implica un status de igualdad.
Lot salió de Harán con Abraham (itó): Abraham era el maestro, el líder y el guía. Pero después de la experiencia de Egipto, cuando ya Lot era enormemente rico, quizás tanto como Abraham, volvió “imó”, sintiéndose no ya subordinado y perdiendo su perspectiva.
Esto explica que a la primera oportunidad decide distanciarse, ya no quiere ver a Abraham como su maestro, siente que es él quien tiene que servir de maestro o guía a otros. Y toma la desastrosa decisión de radicarse en Sodoma (no creo que ignorara la mala fama que brotaba de ese lugar) dando prelación a su actividad económica por encima de las calidades morales de la sociedad con la que iba a convivir.
Incluso en la descripción de su encuentro con los mensajeros de Dios que llegan a Sodoma lo hallan sentado a la puerta de Sodoma, disfrutando de su prestancia en la ciudad y si bien aparece como figura hospitalaria, tal como había aprendido de Abraham, el texto sugiere una invitación muy condicionada: “por la mañana os levantaréis y seguiréis vuestro camino” (Gen 19:2).
En últimas Lot se salva pero su esposa quedará convertida en estatua de sal, sus hijas cometerán incesto como medida desesperada pensando que eran las últimas criaturas sobre la tierra y de Lot no volveremos a saber más.
Salvado quizás menos por su condición de justo que por su parentesco con Abraham (una especie de “protektzia” bíblica) Lot nos da una muestra patética de a dónde pueden conducir las decisiones equivocadas y a poner el bienestar económico por encima de toda otra consideración.
Shabat Shalom.
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