Rabino Claudio Jodorkovsky
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia
Ma Tovu Ohaleja Yaacov Mishkenoteja Israel, “Cuán bellas son tus tiendas oh Yaacov, tus moradas pueblo de Israel”. Curiosamente esta frase que los judíos decimos cada vez que ingresamos o pasamos por una sinagoga, fue pronunciada por primera vez por Bilam, un hechicero contratado por Balak, el Rey de Moab, para maldecir al pueblo de Israel.
Lleno de odio y miedo Balak, sabe que debe enfrentar a los hijos de Israel en el desierto y como estrategia decide contratar al prestigioso brujo, famoso en toda la región por el poder de su palabra: A quien maldecía, caía sobre él maldición, y a quien bendecía la bendición. Bilam viaja a Moab para cumplir su tarea, sube a la montaña para observar al pueblo de Israel y, sorpresivamente, cada vez que se dispone a enunciar una maldición, las únicas palabras que salen de su boca son palabras de bendición: Ma Tovu Ohaleja Yaacov.
Nuestros sabios están divididos acerca de lo que vio Bilam desde la montaña. ¿Qué fue lo que lo forzó a cambiar una terrible maldición en palabras de alabanza y admiración para el pueblo de Israel? Y si bien no hay consenso acerca de la respuesta, lo que sí está claro es que Bilam vio en nuestro pueblo a una nación diferente. Israel era un pueblo difícil de maldecir y su característica distintiva resultó ser la clave para permanecer inmune ante la maldición.
Tomando la historia de Bilam como pre-texto para reflexionar sobre nosotros y nuestra realidad, pienso que bien puede transformarse en una linda invitación para reflexionar acerca de la imagen que proyectamos los judíos al resto de la humanidad. De alguna forma, este hechicero representa la mirada externa que tienen las demás naciones acerca de nosotros y a través de la cual somos juzgados, para bien o para mal, desde el exterior.
Y siguiendo esa invitación, quisiera rescatar cuatro elementos que creo han sido representativos de una mirada frecuente hacia nosotros, los judíos, y que escucho de manera repetida en los distintos foros no judíos en los que me toca participar:
1) El primer elemento es nuestro nivel cultural: Es muy común que se destaque el gran nivel educativo que tienen los judíos, los bajos porcentajes históricos de analfabetismo, las importantes posiciones que muchos judíos han alcanzado en lugares claves del desarrollo humano, la cantidad de premios nobel judíos que hay en el mundo, todos los grandes descubrimientos o inventos que han sido impulsados por “mentes judías” a través de la historia, etc.
2) El segundo elemento es la unidad: Nuestros hermanos no judíos destacan, por lo general, que somos un pueblo sólido y que hemos logrado mantener la unidad a través de la historia aun a pesar de todas las dificultades que tuvimos que enfrentar. Sobresale por ejemplo la importancia que le hemos dado a la familia, a la unión entre padres e hijos, y resalta como una importante cualidad la cohesión interna y los fuertes lazos de amor y amistad entre nosotros.
3) Como consecuencia de esto surge entonces el tercer punto que es la solidaridad y las muestras de generosidad mutua dentro del pueblo judío. Muchos me preguntan si es cierto eso que “se dice” de que los judíos primero nos ayudamos entre nosotros: Que nos preocupamos por los que tienen menos, por aquellos que están pasando una mala situación o por los que perdieron su trabajo. Destaca además la solidaridad que manifestamos hacia nuestras instituciones comunitarias, la ayuda en diferentes obras sociales y el apoyo permanente al Estado de Israel.
4) Y por último, también llama la atención de nuestros hermanos no-judíos el hecho de que a pesar de ser un pueblo con 3500 años de historia, los judíos hemos sabido mantenernos apegados a nuestras costumbres y tradiciones. Destaca particularmente la importancia que las familias le dan a la cena de Shabat los viernes por la noche, el hecho de no comer cerdo y el esfuerzo por mantener el matrimonio judío como un valor fundamental. Además de reconocer en nosotros a un pueblo integrado en la sociedad, también se nos aprecia por saber guardar nuestra tradición.
Sin duda que hay otras cualidades por las que el pueblo judío se destaca. Algunas serán más relevantes en una sociedad en particular y otras reflejarán aspectos no tan positivos, sobre todo si esas opiniones están influidas por prejuicios irracionales o posturas antisemitas. Pero elegí las cuatro anteriores porque pienso representan una visión común y a la vez histórica de aquello que nos ha hecho famosos y, al mismo tiempo, nos desafían a preguntarnos en qué medida esa imagen positiva coincide con la realidad que nosotros, miembros del pueblo de Israel, tenemos de nuestra vivencia judía y la realidad comunitaria en que vivimos.
Un buen nivel cultural (Talmud Torá), la unión de nuestro pueblo (Ahabat Israel), solidaridad (Guemilut Jasadim) y una práctica judía sólida (Mitzvot) han sido los valores fundamentales sobre los cuales nuestro pueblo pudo cimentar la continuidad histórica de nuestra tradición y que, de alguna u otra forma, nos han hecho sobresalir ante los ojos de nuestros hermanos no-judíos en cada generación.
¿Qué vería hoy Bilam si sube a la montaña y ve a lo lejos a nuestro pueblo? El desafío por mantener ese carácter singular sigue vigente y depende de la forma en que cada uno de nosotros decide vivir su vida judía, integrar y participar de su comunidad, y formar un hogar educando a sus hijos en la tradición de Israel.
Hace miles de años Bilam, el famoso hechicero contratado por Balak, cambió su maldición por bendición cuando vio que los judíos éramos diferentes y sabíamos conservar aquello que nos mantenía como un pueblo distinto, a los ojos del resto de la humanidad.
Quiera D-s que podamos nosotros también preservar y cuidar, con humildad y responsabilidad, aquello que nos hace ser especiales y que nos permitirá, por generación y generación, seguir sintiendo emoción y orgullo por nuestro pueblo y por nuestra hermosa tradición.
¡Shabat Shalom Umeboraj!
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