jueves, 18 de octubre de 2012

Noaj 5773

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica


Sobre D”s y la maldad en los seres humanos

En la parashá de la semana pasada, Parashat Bereshit, luego  de haber creado D”s el mundo y todos los seres vivientes, inclusive los primeros seres humanos, D”s contempló lo creado y lo consideró “muy bueno” (Bereshit 1:31).  No pasaron más que diez generaciones entre la de Adam y Javá y la de Nóaj, y la evaluación del creador no fue la misma: “Y vió Adonai que grande era la maldad del hombre sobre la tierra y que todo impulso del pensamiento de su corazón era únicamente el mal, todo el tiempo” (Ídem. 6:5).

¿Qué habrá pasado exactamente en aquél tiempo, para que D”s cambiara radicalmente su concepción acerca del ser humano?  ¿Se le fue de las manos?  ¿No pensó que iba a actuar de esta manera?  ¿Sabía qué ocurriría pero “perdió la paciencia”?  Fue tan grande el enojo divino, hasta el punto de arrepentirse de haberlo creado y tuvo la intención de borrarlo de la faz de la tierra (Ídem. 6: 6-7).

En Parashat Nóaj, luego del diluvio y la supervivencia de Nóaj con toda su familia y seres vivos, prometió Adonai que nunca más intentaría destruir a la humanidad, hizo un pacto y dijo que la señal sería el arco iris por generaciones (Ídem. 9:11-17).  ¿Qué habrá ocurrido ahora en D”s, que se arrepintió del mal que había causado a la tierra, al punto de prometer no volver a hacerlo?  Sin duda, vemos aquí un D”s cambiante y reflexivo, cuyo modelo nos puede enseñar cómo deberíamos comportarnos nosotros, tratando de no ser tan severos con quienes nos rodean, y si lo somos, poder arrepentirnos.

Siguiendo las apreciaciones divinas acerca de los seres humanos, también afirma D”s en nuestra parashá: “Dijo Adonai a sí mismo: No habré de maldecir más a la tierra por causa del hombre, ya que el impulso del hombre es malo desde sus mocedades y no habré de destruir más a todo ser viviente, como hice” (Ídem. 8:21).  Esta frase plantea muchos interrogantes y pensamientos.  ¿Qué habrá querido decir D”s con esta afirmación?  ¿Que el ser humano no tiene remedio, que la maldad lo supera y que no hay motivo para destruir el resto del mundo por su causa?  ¿Está afirmando que el hombre es malo desde antes del nacimiento, que su maldad es congénita o adquirida?  Si es adquirida, ¿en qué momento emerge?  ¿En la infancia, en la adolescencia o adultez?  ¿Qué significa mineurav, “desde sus mocedades”?

Diferentes comentarios se fueron dando a partir de estos y muchos otros interrogantes acerca del vínculo entre la maldad y el ser humano.

Hay un Midrash que plantea la discusión sobre si el ser humano nace con el impulso del mal o este surge posteriormente, producto de la cultura y educación que va recibiendo.  Iehuda Hanasí sostiene que el Ietzer Hará, impulso del mal, está alojado en el ser humano luego de nacer, basándose en el versículo anteriormente citado: “el impulso del corazón del hombre es malo desde su mocedad” (Ídem. 8:21), desde su juventud y no antes de nacer.  En cambio, Rabi Iudán, interpreta la palabra nehurim no como “juventud” sino como “sacudidas”, esto significa, desde el momento que se sacude para salir de las entrañas de su madre (Bereshit Rabá 33:10).  Esta discusión conduce a pensar si es que D”s creó al ser humano con el impulso del mal o es que lo va formando posteriormente.

El comentario del Jumash Etz Jaim entiende neurav como “desde la juventud” y no desde la concepción o nacimiento, lo que implica que la tendencia hacia el mal se puede invertir, cambiar y mejorar por medio de la disciplina y la ley.  Además, sostiene que este término se refiere solo a partir del momento en que el individuo abandona la infancia y entra a la adolescencia, dado que es en esa etapa en la que se puede hablar realmente de conciencia de bondad o maldad.  Los niños son solamente obedientes o desobedientes.  Por eso es que la tradición fija la edad de compromiso y responsabilidad frente a las mitzvot a los 12 o 13 años, en el pasaje de la niñez a la adolescencia.

Varios comentaristas, al abordar la conflictiva humana del Iezter Hará, afirman que la Torá es el antídoto a este, dado que las mitzvot tienen como finalidad la  purificación del ser humano y la liberación de los impulsos negativos que emergen de los corazones de los seres humanos.  A continuación citaré dos fuentes del Talmud que se refieren a esta idea:
- Dijo D”s: “Hijos míos: He creado la mala inclinación, pero he creado la Torá como antídoto: si os dedicáis al estudio de la Torá, no caeréis en las malas acciones” (Talmud Babilónico, Kidushin 30 b).
 - Rabbí Ishmael nos enseña: “Hijo mío, si esa repulsiva desgracia te acecha (es decir el “Ietzer Hará”), llévalo a la casa del estudio; si es de piedra se disolverá, y si es de hierro se destruirá en pedazos” (Talmud Babilónico, Kidushin 30b).
El pensamiento que se esconde detrás de estas fuentes es que D”s sabe de la realidad humana, la acepta y le da una “medicina para curarla”.  O sea que, en cierto sentido, estaba incluido en los planes divinos esta manera de ser del ser humano y no es algo que emergió repentinamente y lo sorprendió.  D”s comprende los conflictos internos de las personas y Su deseo es que aprendamos a mejorarnos.

Un aspecto importante a destacar en relación a esta temática es el que presenta el Rabino Mordejai Edery en su comentario, con base en el versículo citado anteriormente: “que todo impulso del pensamiento de su corazón era únicamente el mal, todo el tiempo” (Ídem. 6:5).  Dice que la Torá no asevera que el corazón del hombre es malo sino que el impulso del corazón del hombre era malo todo el tiempo, lo que significa que D”s entiende que haya impulsos negativos en el corazón humano, pero no admite que sean permanentes.

Esto nos enseña, por un lado, que no podemos afirmar totalmente que alguien es malo o es bueno, sino que sus impulsos, acciones y conductas son a veces buenos y a veces malos.  No somos tan polarizados; presentamos diferentes matices durante la vida y, por ello, no deberíamos estereotipar a las personas, olvidando que existe la posibilidad de cambiar, de arrepentirse, de transformar los impulsos negativos.  A la vez, deberíamos hacer una evaluación interna de cuál es el mayor porcentaje de impulsos que presentamos; si son para el bien o para el mal.

Es realmente un alivio saber que nuestro padre no quiere borrarnos del planeta a causa de nuestra maldad y que comprende nuestros impulsos y conflictos, pero a la vez, es nuestro desafío demostrarle y demostrarnos que valió la pena haber sido creados.  Tenemos enormes capacidades y potenciales para construir, para amar y hacer de este mundo un gran paraíso.

¡Shabat Shalom!

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