jueves, 14 de febrero de 2013

Trumá 5773


Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica


Sobre el interior de nuestras edificaciones
“Conforme con todo lo que yo te hago ver a ti, la forma del Tabernáculo y la forma de todos sus enseres; y así habréis de hacer.  Habrán de hacer ellos un arca de maderas de acacias, dos codos y medio será su longitud y un codo y medio será su anchura y un como y medio será su altura” [….] “Y harás una mesa de madera de acacias, dos codos será su longitud y un codo su anchura y un codo y medio su altura…”  (Shmot 25: 9, 10 y 23).
Cada año, cuando volvemos a leer este texto, esta parashá, me pregunto por qué la Torá nos describe tantos detalles acerca de la construcción del Mishkán (tabernáculo) y todos sus elementos.  ¿Acaso no alcanza con contarnos que tenían que construir un sitio especial para que resida D”s y se lleven a cabo todos los rituales religiosos?

Otro gran interrogante: ¿acaso D”s necesitaba, necesita, que le construyan un lugar para residir?  ¿El D”s todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, precisa que le hagamos un santuario?

Como siempre, se pueden encontrar diferentes respuestas a estos interrogantes.  Una respuesta, que me parece muy perspicaz, elaborada por el Midrash mucho tiempo atrás, responde de la siguiente manera:

“Dijeron los hijos de Israel al Santo Bendito sea: los reyes de otros pueblos tienen santuarios con mesas, candelabros, altares, etc.; y tú que eres nuestro rey,  redentor y salvador ¿no te lo construiremos?  Respondió D”s: hijos míos, ustedes son de carne y hueso y necesitan de esto, sin embrago, yo no lo necesito, entonces háganlo pero cuando yo se los ordene” (Midrash Hagadá Trumá).

Inmediatamente después que el pueblo creó el becerro de oro, algo tangible para adorar, es que aparecen las reglas de la construcción del Mishkán.  Como dice este Midrash, al ver el pueblo de Israel que otros pueblos tenían grandes palacios para que residan sus dioses, se preguntaban:“por qué nosotros no haremos algo semejante para nuestro D”s”.  ¿Qué dice D”s, según este Midrash?  Yo no necesito de ninguna edificación, sin embargo, como sé que para ustedes es importante, lo harán pero cuándo y cómo yo se los ordene.

Siguiendo esta línea de pensamiento, Rambam sostiene que la construcción del Mishkán y los sacrificios en general fueron un camino para alejar la idolatría que estaba arraigada en el pueblo; una concesión que hizo D”s para que, utilizando códigos de la cultura pagana, pudieran alcanzar la idea monoteísta.  Una especie de transición, limitando los sacrificios a un solo lugar y realizados sólo por los Cohanim (sacerdotes).

Pienso en esta imperiosa necesidad que tenía el pueblo de tener un lugar, una construcción, un edificio. A la vez, en la gran adoración que tenemos los seres humanos, a lo largo de la historia y hasta la actualidad, hacia los grandes edificios, las imperiosas construcciones. ¿Qué nos interesa ver cuando visitamos las grandes ciudades? Sus edificios, catedrales, palacios, etc. Nos fascina encontrarnos con esas inmensas edificaciones. ¿Será para creernos dioses, todopoderosos? ¿Para enorgullecernos de que también nosotros, los seres humanos, podemos hacer cosas grandiosas, como aquella torre de Babel de la que se nos cuenta en el libro de Bereshit?

Sin duda, tanto nuestros antepasados como nosotros, tenemos esa fascinación por las grandes arquitecturas.  Y creo que nuestra tradición nos deja un mensaje muy relevante sobre este asunto.  Se nos podría haber prohibido la construcción de un santuario, pero esto no sucedió.  D”s pudo comprender este deseo humano y permitió que lo saciáramos, hasta el punto de leer cada año los cientos de detalles acerca de la construcción.

No obstante, a lo largo de la historia, la tradición nos fue llevando a la primacía de construcciones humildes más que grandes catedrales, para encontrarnos y rezar.  De hecho, según la Halajá, no se necesita un lugar específico para rezar, sino que cualquier hogar puede funcionar como una casa de rezos y de encuentros comunitarios.

¿Por qué?  Como dice la Mishná: “Dijo Rabí Meir: “No te fijes en la vasija sino en su contenido” (Pirkei Avot 4:27).

Son importantes las paredes pero mucho más, lo que se hace allí dentro.  Se suele escuchar que a ciertos filántropos les fascina poder donar para la construcción de grandes edificios y muy poco, en proyectos comunitarios, educativos, de acción social, etc.; en aquellas cosas que no son tan visibles a nuestros ojos pero que son las que realmente mantienen viva la llama de la tradición, y que dan calor y sentido a la edificación.

Siguiendo el mensaje de Parashat Trumá, no está mal visto construir edificios, con la condición de que logremos colmarlos de contenido, de ética, valores, educación, compasión y buenas acciones.  El gran desafío es poder buscar un equilibrio entre nuestras fuertes ambiciones de construir inmensos palacios y la sabiduría de llenarlos con significado, transmisión y sentimiento de hermandad.

Quiera  D”s que encontremos la manera de llenar los  edificios de nuestras Kehilot y también de nuestros hogares, con contenidos de calidad, con estudio y práctica de nuestros valores, vivencias y experiencias judías, y que no se construyan para ostentar y fascinar, quedando como imperiosas edificaciones desoladas y vacías de valores de nuestra tradición.

¡Shabat Shalom!

Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

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