Rabino Joshua Kullock
El corazón del libro de Vaikrá puede ser resumido en una única palabra: santidad. Así como ocurrió en las parashiot que leímos durante la semana pasada, también este Shabat leeremos ordenanzas cuyo sentido básico remite a la invitación del texto a trabajar por consagrar nuestras vidas a diario. De esta manera, la santidad no es un objetivo cumplido sino un horizonte que marca el norte de nuestra brújula: cómo hacemos para que nuestras vidas se llenen de sentido, a partir de llevar adelante acciones concretas y cotidianas.
En el caso de Parashat Emor, el foco de la primera parte de la porción gira en torno de la santidad y santificación de los sacerdotes. Si leemos los capítulos 21 y 22 de Levítico, nos encontraremos con leyes que pertenecen específicamente a los cohanim. Es por eso que, al menos a priori, parecería que estas leyes poco tienen que ofrecernos a nosotros, en pleno siglo XXI. En tiempos en los que la pureza y la impureza sacerdotal (casi) no juegan un rol significativo en nuestra realidad, enfrentarnos con estos versículos puede reforzar nuestro deseo de cerrar el libro y dedicar nuestro tiempo a otra clase de actividades. Y sin embargo, ya nuestra tradición nos enseñó que aquello que refiere a los sacerdotes debiera ser del interés de todo el pueblo, ya que los sacerdotes no eran consagrados sino por la mano de Moshé, quien como recuerdan, no era cohen. Más aún: en la Torá leemos que Ds le dice al líder de Israel: “Por lo tanto, lo santificarás [a Aaron]” (Lev. 21:8). De aquí que el maestro jasídico Rabí Iehuda Leib Alter de Gur – también conocido como el Sfat Emet – sostenía que: “La santidad de los sacerdotes depende de la santidad del pueblo de Israel” (3:172). Si el pueblo no se encuentra detrás del sacerdote, la santidad del cohen no sirve demasiado. Si no hay congruencia entre los líderes y el pueblo, el camino se torna imposible. Si no se comparten los mismos objetivos e ideales, se reducen drásticamente las posibilidades de éxito. En consecuencia, leer sobre la legislación referente a la santidad de los sacerdotes debe ser un recordatorio para todo el pueblo, así como una razón más que interesante para hacer una revisión y auditoría del lugar en donde nos encontramos, de cara a nuestro propio proceso de santificación (recordemos: siempre en términos prácticos, no de un estado ontológico del espíritu).
Pero el camino hacia la santidad también queda manifiesto en nuestra parashá de otra manera. Si prestan atención, verán que el texto comienza con la impurificación a la que estaba expuesto el sacerdote al entrar en contacto con la muerte, mientras que sobre el final se describen todas las festividades del calendario de Israel de aquel entonces. En otras palabras: la senda que nos encamina hacia la santidad tiene que ver con la vida misma, con sus alegrías y sus momentos de dolor. El mensaje de nuestra parashá parecería querer enseñarnos que a cada paso del camino, serán nuestras acciones las que hablen por nosotros. Porque, como decía Victor Frankl, mientras que no podemos elegir cuáles son las coyunturas por las que deberemos pasar en esta vida, nuestra mayor libertad se expresa en la forma en la que decidamos enfrentar esos momentos: cómo habremos de celebrar nuestras alegrías y cómo habremos de canalizar nuestro dolor.
En conclusión:
Aspirar a la santidad significa promover que los líderes y el pueblo se encuentren comprometidos en una causa común.
Aspirar a la santidad es entender que ritual y moral deben ir juntas y manifestarse en obras concretas y cotidianas.
Aspirar a la santidad es encarar todos los momentos de nuestras vidas – los buenos y los no tan buenos – buscando dejar huellas trascendentes que inspiren a los que nos rodean y continúen para una vida de amor y buenas acciones.
En todo esto radican las variables que dan sentido a nuestra existencia y marcan el norte de nuestro deambular por el mundo. De nosotros depende, en sintonía con la eterna invitación divina que se encarna en el texto bíblico y en las interpretaciones que se gestan de generación en generación, comenzar a caminar.
Shabat Shalom uMeboraj!
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