Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
En el comienzo de Parashat Tazría, la primera de las dos parashot que leemos esta semana, aparece el precepto del Brit-Milá, el pacto de la circuncisión. Este es uno de los preceptos más antiguos e importantes de la tradición de Israel, uno de nuestros rasgos característicos.
Con respecto a este mandamiento, un midrash describe una discusión muy interesante entre Rabi Akiva y Turnusrufus el malvado. Preguntó este último: “¿si el Santo Bendito Sea desea la circuncisión, por qué no hace que el hombre nazca ya circuncidado?” Contestó Rabi Akiva: “ocurre que Él quiere darle al hombre el mérito de cumplir con el precepto de la milá, ya que no ordenó el Santo Bendito Sea los mandamientos sino para pulir y purificar al hombre”.
Fíjense qué interesante: según Rabi Akiva, la razón por la cual el hombre no nace circuncidado es que Dios quiere que él mismo efectúe la circuncisión. Es decir, a Dios no le interesa darle al ser humano las cosas “en bandeja servida”, sino que intenta que sea él mismo quien se haga responsable por su vida, por su sociedad y por el mundo en general.
Me gusta pensar que este midrash refleja la tendencia en la educación más avanzada. Antiguamente se tendía a educar mediante la imitación: cada niño debía copiar lo que hacía su maestro, y cuanto más parecido lo hacía, se lo consideraba mejor alumno. No interesaba la creatividad ni la propia inteligencia, sino más bien la capacidad de reproducir lo que otro había hecho. En la base de esta concepción se halla la idea de que el maestro es una fuente infinita y perfecta de saber, por lo que lo más destacado que un alumno puede hacer es intentar repetir lo que su maestro dice, sabe y hace.
En la pedagogía moderna, que por cierto ya tiene varios años de existir, se busca que el alumno no solo copie a su maestro, sino que sea creativo, que pueda proponer nuevas soluciones, que busque su propio camino: repetir no es sinónimo de aprender. En la base de esta otra concepción, tanto el maestro como el alumno son personas inteligentes, que tienen la posibilidad de explorar y descubrir el mundo. Lo que interesa no es la jerarquía sino la voluntad y el esfuerzo por investigar, conocer y explicar.
Yo creo que la opinión de Rabi Akiva en el midrash que les conté al principio se identifica perfectamente con la segunda posición, la postura moderna. Según Rabi Akiva, Dios podría haber creado al hombre circuncidado, mas sin embargo prefirió que él mismo cumpla este precepto.
Es sabido que el precepto de la milá se debe ejecutar en el octavo día de nacido el bebé. Muchos creen que esto forma un paralelo con la creación del mundo: durante seis días Dios creó el mundo, el séptimo lo consagró al descanso, mientras que el octavo esperó que el hombre comenzara a actuar. Por eso también introducimos a nuestros bebés al pacto de Abraham en el octavo día, el día que marca el comienzo de la acción creativa de la humanidad.
Además, hay una concepción tradicional judía (ver por ejemplo el Séfer Hajinuj sobre Brit-Milá) que afirma que el cuerpo del hombre no está completamente desarrollado hasta que no se le practica la circuncisión. Es decir que la naturaleza no puede completar el desarrollo humano, sino que es el hombre el encargado de hacerlo. De acuerdo a esta posición, si los padres no realizan el Brit Mila a su hijo, es como si el bebé no hubiera terminado de crecer completamente al nacer, como si le faltara algo en su desarrollo.
Siguiendo entonces esta idea y el midrash de Rabi Akiva, la circuncisión es una forma de demostrar que somos activos en la construcción de este mundo. A partir del octavo día de nuestras vidas, Dios espera que comencemos a actuar, a explorar, a descubrir. No nos pide que simplemente mantengamos lo que ya nos dio. Por el contrario, Él desea que nos hagamos responsables por desarrollar un mundo mejor, más perfecto y justo.
La tarea del hombre y la mujer en este mundo no es simplemente imitar, como si todo lo que existe fuera perfecto e insuperable; no es eso. Por el contrario, en la tradición judía se reconoce desde siempre que el mundo es imperfecto, y que debemos trabajar en su reparación constantemente. No solo eso, sino que cada ser humano que viene al mundo, como escribiera Buber, trae consigo algo único e irrepetible para brindar, para regalar. De nuevo, no se espera de nosotros que simplemente copiemos e imitemos, sino que cada uno de nosotros viene a este mundo con algo original que solo él o ella puede brindar. Descubrir qué es, de hecho, es parte de nuestra tarea.
Como explicó Rabi Akiva, si Dios hubiese querido podría habernos creado perfectos, en un mundo perfecto. Si así hubiera sido, nuestra misión sería simplemente mantener todo lo establecido, pues sería imposible tratar de mejorarlo. Pero al parecer, Dios adrede nos creó imperfectos, en un mundo imperfecto. Eso en realidad hace que las cosas sean más interesantes y que debamos asumir nuestra responsabilidad en la construcción de un mundo mejor, un mundo más justo, más sensible, más humanitario, más comprometido con la verdad… un mundo que cada vez se acerque más a la perfección.
¡Shabat Shalom!
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
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