jueves, 14 de agosto de 2014

Ekev 5774

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana


Rabina Daniela Szuster,
Congregación B´nei Israel, San José, Costa Rica

Amad al extranjero, ya que extranjeros habéis sido en la tierra de Egipto” (Devarim 10:19).
“Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente patito, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis... La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feo y lo apartó de ella con el ala, mientras prestaba atención a los otros seis. El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían... Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flaco y desgarbado, además de bastante torpe comparado a sus hermanos”.
Probablemente se dieron cuenta que este párrafo es extraído del clásico cuento para niños “El patito feo”.  ¿Qué tenía realmente de feo este patito?  Al terminar el cuento descubrimos que no era feo sino que era la manera en que los demás patos, su entorno, lo percibían a él.

¿Por qué lo percibían “feo”?  ¿Acaso el cisne no es un animal sumamente elegante y bello?  Simplemente, porque era diferente a los demás.

No solo las gallinas vecinas y otros animales de la granja lo veían feo, ajeno, extraño, sino que también su madre y sus propios hermanos. Era un patito que no cumplía con las reglas esperadas por esa familia; simplemente era diferente a sus hermanos, más grande y más blanco que los demás.  Estas diferencias fueron razón suficiente para burlarse de él y hacerlo a un lado.

Unas pequeñas diferencias y tuvo que marcharse a buscar a otras criaturas que lo aceptaran.  En aquella búsqueda, el patito se dio cuenta de que en realidad no era feo, sino que pertenecía a otra especie; era un cisne y no un pato común.  Lo triste es que solamente encontró la posibilidad de estar cómodo, feliz y contento con seres vivos iguales a él.  Ellos sí lo aceptaron, porque era un “semejante”.

Este cuento clásico infantil refleja una realidad muy común y cruel que vivimos los seres humanos.  A veces somos tan insensibles y tercos que no somos capaces de respetar las diferencias.  Nos creemos la norma y que todos los demás, son la desviación de ésta.  A lo largo de la historia de la humanidad, las grandes guerras se originaron, entre otras cosas, por no saber respetar las diferencias, por no poder ver con buenos ojos a alguien distinto a mí.

Estoy segura que todos nosotros nos imaginamos el sufrimiento que habrá sentido aquel patito.  Todos, alguna vez, en algún tipo de marco, nos hemos sentido diferentes, raros, extraños.  Y quizás nos lo hicieron notar con alevosía.

También, conciente o inconscientemente, se lo hacemos sentir a los demás, a los que percibimos disímiles.

Siguiendo estas ideas, la parashá de esta semana nos dice: “Veabtem et haguer ki guerim eitem beretz mitzraim”, “Amad al extranjero, ya que extranjeros habéis sido en la tierra de Egipto” (Devarim 10:19).  La Torá nos ordena amar al extranjero, al diferente.  No nos dice que los toleremos, “soportemos”, respetemos, sino nada más y nada menos que lo amemos.  ¡Qué difícil pedido!  Solamente amándolo, siendo sensibles a su manera de ser, poniéndonos en sus zapatos, comprendiéndolo, es que podremos no discriminarlo.

Interesante que explica que debemos amarlo porque nosotros también, en un momento o en varios, fuimos extranjeros.  Y por este motivo, al ser judíos, diferentes, por no calzar con el ideal de la sociedad, nos odiaron durante generaciones.  Sin ir muy lejos, en estos días tan complicados también sentimos este desprecio. tanto en Israel como en diferentes partes del mundo.  Al tener la experiencia de dolor y sufrimiento por ser marginados, junto a sentimientos de soledad y vulnerabilidad; es que podemos entender profundamente al otro que vive una situación similar a la que hemos vivido.

La Torá no apunta a lo racional, a la lógica, sino a la dimensión emocional; la que no podemos olvidar.  El recordar nuestro pasado de discriminación es los que nos puede ayudar a amar sinceramente a nuestro prójimo.

A pesar de los grandes avances y de las diferentes declaraciones de derechos humanos, seguimos viviendo en sociedades que discriminan, que se burlan del diferente en sus distintos aspectos, como ser religioso, cultural, sexual, generacional, de género, color, etc., etc. y lo perciben como “feo”, solamente por ser distinto.  El desafío, como nos dice la Torá, es poder amarlo, celebrar la diversidad y enriquecernos de las diferencias.

Como dice un poema titulado “Extranjeros”, escrito por el poeta mexicano José Emilio Pacheco:
Si te molestan por tu acento o atuendo,
por sus términos raros para nombrar,
lo que tú llamas con distintas palabras,
emprende un viaje.
No a otro país (ni siquiera hace falta): a la ciudad más próxima.
Verás cómo tú también eres extranjero.
Quiera D”s ayudarnos a ser más sensibles y comprensivos y no tan crueles y severos.  Que podamos amar a quien sea diferente de nosotros, y enriquecernos justamente de esas diferencias.  Nos humillaron cuando fuimos extranjeros; no hagamos lo mismo con nuestros semejantes. Más que burlarnos o despreciar, deberíamos celebrar la gran diversidad que existe entre los seres humanos.

Quiera D”s que en estos momentos tan complicados, tanto nosotros como el mundo entero podamos levantar en alto los estandartes del respeto mutuo, amor y paz; y que las diferencias sean una fuente de enriquecimiento mutuo y de convivencia, y un motivo de celebración.

¡Shabat Shalom!

No hay comentarios:

Publicar un comentario