miércoles, 4 de febrero de 2015

Itró 5775


Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá

Siempre me llamó la atención el quinto mandamiento: “Honra a tu madre y a tu madre para que tus días sean prolongados en la tierra que Adonai tu Dios te da”. (Éx20:12) 

Quizás debido a que es el único que tiene recompensa, quizás porque de acuerdo a Rabi Iojanan ben Zakai es la Mitzvá más difícil de cumplir (Midrash Tanjuma, Evek, 2), o según Saadia Gaón (Egipto y Babilonia, Siglo X) honrar al padre y a la madre es más importante que los otros nueve mandamientos.

Puede ser también que tenga un interés especial debido a que soy parte de aquella generación a la que sus padres les decía que debían respetarlos y hacerles caso y ahora son nuestros hijos los que nos dicen lo mismo en relación a ellos…

Sin embargo creo que la causa principal de mi apego a este mandamiento pasa por otro lado.

En su comentario, el rabino Elie Munk (Francia, Siglo XX) afirma  que al colocarlo en esta posición, la Torá “haya querido proclamar formalmente que los representantes naturales de Dios frente a los hijos son en primer lugar los padres.” Esta afirmación va en sintonía con lo que afirma el Talmud (Kidushin 30b) en un bello pasaje: “Cuando un hombre honra a su padre y a su madre, Dios dice: es como si Yo habitará entre ellos y ellos me honraran a Mi”.

El Rabino Samson Raphael Hirsch (Alemania, siglo XIX), avanza un paso más y sostiene que este precepto ocupa un sitio privilegiado en el Decálogo, ya que “el respeto por el padre y la madre es la condición fundamental de la supervivencia de la Nación Judía” Y explica que son los progenitores los encargados de transmitirle a sus hijos las tradiciones, los valores y las practicas que constituyen el ser judío: “La cadena de las generaciones se rompería sin esos vínculos…”.

Me parece que podemos ir un poco más lejos aún.

Un hermoso Midrash (Shmot Raba 28:1) sostiene que las Tablas de la Ley medían 6 Tefajim (aproximadamente unos 60 centímetros). “2 Tefajim, por así decirlo, estaban en manos de Dios, dos Tefajim estaban en manos de Moisés y dos Tefajim estaban en el medio.”

El Midrash nos da a entender que Dios desafía a Moshé. Si tomas los dos Tefajim del medio, las tablas serán tuyas, si no, se quedarán aquí. 

Si trasladamos ese análisis al texto del decálogo, encontramos que los primeros mandamientos son “Bein Adam Lamakom” entre el hombre y Dios. No solo rigen la relación del ser humano con su Creador sino que claramente son dictámenes que surgen de la divinidad, sin tener una lógica humana. Los últimos mandamientos son “Bein Adam Lejaveró”, entre el hombre y su prójimo.  Leyes muy lógicas y racionales que más allá de su origen divino bien pudieran ser fruto de la mente humana.

Y en el medio, como una bisagra entre ambos tipos de mandamientos, aparece el quinto, el precepto de honrar a nuestros padres. Son los dos Tefajim vacíos del Midrash. Allí donde confluye lo humano y lo trascendente, el derecho divino y el derecho natural. 

Aquí radica mi fascinación por este mandamiento. No sólo que en él se juega nuestro destino como justos receptores de las Tablas de la Ley, sino también nuestra capacidad de reconocer que es en esta Mitzva, en donde la “mano de Dios” y la del hombre pueden tocarse y en ese contacto generar la chispa que lleva nuestra existencia a una dimensión más significativa.

Shabat Shalom
Gustavo

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