Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Guido Cohen
En la Parashá de la semana, se nos narra, entre otras cosas, acerca de una antigua tradición que existía en nuestro pueblo llamada ''promesa del Nazireo'' (en hebreo Neder Nazir). Consistía en una práctica mediante la cual una persona realizaba una promesa de no cortar su pelo, no beber vino y no entrar en contacto con cadáveres. El voto del Nazir era un intento por parte de algunos de alcanzar un nivel más elevado de santidad a partir de prácticas ascéticas que los separaban del contacto con cosas mundanas.
Esta práctica cosechó a lo largo del pensamiento judío sensaciones adversas y contradictorias. Algunos, como Najmánides (Catalunya, S. XIII) siguen la postura que en Talmud enarbolan Rabí Eliezer y Shmuel a favor del Nazir. Según estos sabios, el Nazir es un modelo a imitar, no sólo a partir de una promesa, sino que uno debería tender toda su vida a alcanzar un nivel tal de santidad. Por otro lado se encuentra Maimónides (Córdoba y Egipto, S. XII) que, siguiendo la opinión talmúdica de Rabí Eliezer HaKapar, cree que en muchos casos un Nazir se transforma en un transgresor porque toma una actitud que es extremista y que lo separa de la Comunidad. Esta polémica con relación al Nazir continuó a lo largo de los siglos y entre quienes también se opusieron a esta práctica se encuentran algunos de los sabios jasídicos.
Cuando un Nazir finalizaba el cumplimiento de su promesa, debía ofrendar tres sacrificios. Uno de estos sacrificios era un Korbán Hatat, sacrificio que se traía como expiación de una transgresión. El versículo que explica esto dice que el que toma sobre sí un voto de Nazir ha 'pecado contra el Nefesh (alma)'. Según Menahem Nahum de Tchernobyl, autor del libro Maor Einaim, quien se separa de cosas mundanas como el Nazir, peca contra su alma, porque desconoce la vitalidad de la energía divina que fluye en todos los aspectos de la vida.
Recuperando una conocida exposición de su Maestro, el Baal Shem Tov sobre el versículo del libro de los proverbios que dice "en todos tus caminos conocélo", Reb Menahem Nahum explica que quien pretende contactarse con lo Divino mediante la negación del mundo terrenal no hace más que desconocer la presencia de la chispa divina presente en todos los aspectos del universo. En otras palabras, nos enseña este sabio que no se trata de incursionar en prácticas ascéticas y alejadas del mundo para encontrar a Dios, sino que el principal desafío está en encontrar a Dios en nuestras prácticas más cotidianas y en apariencia banales, como pueden ser los negocios, o la comida y la bebida.
Por otro lado, existen en nuestras fuentes también experiencias positivas acerca del Nazir. Shimón HaTzadik, cuenta en el Talmud (Nedarim 9b) que sólo una vez aceptó comer de la ofrenda del Nazir. Cuenta este Sumo Sacerdote que cierta vez vino a verlo un Nazir que tenía un cabello hermoso. Casi parafraseando el mito griego de Narciso, el Nazir le cuenta a Shimón HaTzadik que cierta vez pastoreando las ovejas de su padre vio su rostro reflejado en un espejo de agua y sintió vanidad por su aspecto físico. Para evitar caer en la tentación de ser vanidoso, el joven hizo un voto de Nazir, lo cual lo obligaba a cortar su bella cabellera al concluir el período de su promesa. En este caso, el voto de Nazir no era ascetismo ni alejamiento del mundo terreno, sino prevención para no caer en la tentación de idolatrar esa terrenalidad y quedarse solamente con esa dimensión. A diferencia del Narciso griego, nuestro personaje no muere ahogado por su vanidad sino que aprende a tiempo y aprovecha este concepto halájico para contener ese atributo de autoestima que en estado de hipertrofia se puede convertir en el defecto de la vanidad.
El equilibrio entre ambas visiones se transforma entonces en un desafío inspirador. La tarea de encontrar a Dios en todo lo que hacemos, de brindar testimonio de su maravillosa presencia aún en los contextos que parecen ajenos de toda espiritualidad es quizá la oportunidad más maravillosamente desafiante que se erige ante el hombre posmoderno. Quienes se privan de una vida espiritual, están privando a su alma de beber de un manantial que nutre y eleva. Aquellos que caen en la tentación de creer que todo es estética y apariencia, que somos lo que parecemos, corren riesgo de morir ahogados en su propia vanidad como el pobre Narciso.
Mas quienes sacrifican su vida terrenal en pos de un ideal espiritual, no solamente se privan a sí mismos de vivir en contacto con aquello que los rodea, sino que se cierran a la posibilidad de contemplar y percibir la presencia divina en aquellos lugares en los que ésta habita escondida detrás de apariencias que la esconden.
El equilibrio entre ambas visiones de mundo es lo que nos permite crecer con sensibilidad estética para cuidar lo que se ve pero con conciencia espiritual para comprender que aquello que se ve es solo una parcialidad de lo que es.
Que podamos ensanchar nuestras almas a partir de la búsqueda de lo eterno en todos los caminos que día a día transitamos, y así podamos ser testimonio de la maravillosa presencia del Dios viviente.
Shabat Shalom
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