jueves, 16 de julio de 2015

Matot - Masei 5775

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana. 

Por el Rabino Guido Cohen 
Asociación Israelita Montefiore Bogotá, Colombia.

La parashá de esta semana comienza regulando lo referente a los juramentos. La idea del juramento es una idea muy central del judaísmo antiguo, a tal punto que el Talmud le dedica un largo tratado a esta cuestión. Es más, en la ley judía hay diferentes tipos de promesas, votos y juramentos y cada uno está regulado de una forma diferente. Pero detrás de cada una de estas normas, hay un valor primordial que subyace: la importancia que tiene en nuestra tradición la palabra empeñada.

Lo prometido es tan importante que vemos en varios casos (un ejemplo notable es la promesa entre Abraham y su sirviente para conseguirle esposa a Itzjak) cómo los personajes bíblicos realizan previsiones para ‘liberar’ a la persona comprometida de su responsabilidad en caso de no poder cumplirla.


Hoy en día, nuestros compromisos verbales no son siempre honrados como si fueran obligatorios.  De hecho, la sociedad fue desarrollando instrumentos como las firmas, las huellas y los documentos para garantizar el efectivo cumplimiento de lo que ‘prometemos’. Pero hubo un tiempo en el que la palabra era suficiente. En efecto, una cosa que uno ‘promete’, según la halajá pasa a ser obligatoria como si estuviera escrita en la Torá, siempre que el ‘objeto’ de la promesa sea algo susceptible de ser prometido.

La frase utilizada por la Torá para advertirnos de que cumplamos con lo prometido es “לא יחל דברו”, (lo iajel devaró) que significa: no habrá de profanar su palabra. De todos los verbos que podría haber elegido la Torá, elige ‘profanar’. Y luego continúa la Torá diciendo “todo lo que salió de su boca habrá de hacer”. 

El Sfat Emet, uno de los grandes sabios de la tradición jasídica, interpreta este versículo de una forma hermosa. La palabra ‘profanar’ es en hebreo lo contrario de ‘santificar’, como mencionamos en la havdalá, donde distinguimos ‘bein kodesh le jol’. Es decir, incumplir una promesa es profanar, des-santificar nuestra palabra. Lo que este rabino enseña es que entonces el estado ‘normal’ de nuestras palabras es sagrado. La palabra humana, está dotada de una dimensión de santidad. Sólo cuando uno desconecta las palabras de las acciones, entonces la palabra es ‘profanada’ y se transforma en algo contrario a lo sagrado. 

La capacidad de hablar es de hecho uno de los atributos necesarios para cumplir muchas mitzvot. Junto con el pensamiento y la acción, son las capacidades a través de las cuales alcanzamos una vida de santidad. Pero cuando la palabra no es consecuente con el pensamiento y con la acción, entonces la palabra pierde sacralidad y se transforma en algo banal y hasta potencialmente dañino.

DAVAR en hebreo es al mismo tiempo cosa y palabra. Como si las bases idiomáticas de nuestro pueblo no concibieran la posibilidad de una palabra desconectada de acción, toda palabra en hebreo está asociada a algo concreto y palpable. Es nada más ni nada menos que con palabras que el mundo fue creado y con ellas que se sostiene. Porque las palabras y las cosas para las perspectiva judía no están nunca desconectadas.

A menudo el saber popular suele afirmar que los judíos tenemos prohibido jurar. Esto es erróneo, los judíos tenemos permiso para prometer y jurar. Solamente que no podemos tomar eso a la ligera porque si transgredimos el juramento, estamos transgrediendo la Torá. Quizá por eso con el tiempo nos abstuvimos de hacerlo, porque no queremos correr con el riesgo de incumplir lo prometido. Pero más fácil que alejarse de las promesas es asumirlas con seriedad y cumplirlas. 

En la medida que nuestras palabras se traduzcan en acciones, que ‘todo lo que sale de nuestra boca hagamos’, el valor de nuestra palabra será sagrado como antaño.

Shabbat Shalom
Rabino Guido Cohen

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