Rabino Gustavo Kraselnik
Fruto de esos mecanismos sencillos que nos regala el calendario judío para armonizar tiempos, circunstancias y humores, la lectura de Parashat Vaetjanán coincide siempre con Shabat Najamú.
Este Shabat, el primero posterior a Tisha Beav, inicia el recorrido de las “Shiva de Nejemata”, las siete semanas de consuelo que nos llevan hasta Rosh Hashaná, el año nuevo. “Najamú, Najamú Amí”,”Consolad, consolad a mi pueblo” (Is. 40:1) proclama el profeta.
Después de atravesar por “entre las angustias” (Bein Hametzarim, las tres semanas que van del 17 de Tamuz al 9 de Av) las palabras del Deutero Isaías monopolizan los pasajes de la Haftará durante todo este recorrido con un mensaje poderoso que nos convoca a la Teshuvá, al arrepentimiento que nos devuelve al camino correcto.
No es casual entonces que comencemos este periplo tan íntimo como intimidante con Parashat Vaetjanán que contiene dos de los pasajes más conocidos y más significativos de toda la Torá: Los Diez Mandamientos (Dt 5:5-21) y el Shemá Israel (Id. 6:4-9)
Si Sefer Devarim (Deuteronomio) se nos presenta como el discurso de despedida de Moisés antes de morir, los primeros capítulos contienen una introducción histórica y teológica como preámbulo a la renovación del pacto. Es en ese marco que nuestra Parashá - la segunda en dicho libro – contiene la repetición de los Diez Mandamientos (La primera versión aparece en Éxodo Cap. 20 cuando se relata efectivamente la entrega de la Torá) y la proclamación de fe del Shemá Israel.
Por diversas razones, ambos pasajes constituyen el meollo de la experiencia judía.
Al intentar compararlos, podemos observar que más allá de las claras diferencias entre ambos - que atraviesan prácticamente cualquier categoría de análisis – es posible destacar un elemento en común que encierra una de las claves de la vida judía.
Los dos pasajes comienzan con una suerte de afirmación de fe – “Yo soy Adonai tu Dios” y “Escucha Israel Adonai es nuestro Dios Adonai es único” – e inmediatamente pasan a enumerar una serie de leyes que reflejan en acciones (o en omisiones) dicha enunciación teológica.
De esta forma queda claro que tanto los últimos 9 mandamientos por un lado y los preceptos que enumera el Shemá (recitado del Shemá, educación de los hijos, Tefilín, Mezuzá) por el otro, constituyen el canal mediante el cual se hacen palpables nuestras convicciones.
Esta idea marca una constante a lo largo de nuestra tradición: La preeminencia de la acción (la obra de la fe) sobre la fe en donde la primera da testimonio de la segunda. En palabras del rabino Abraham Joshua Heschel (Estados Unidos, siglo XX):
“La Significación de las Mitzvot estriba en que son vehículos merced a los cuales avanzamos por el camino de los fines espirituales.” (Dios en Busca del Hombre, ed. Seminario Rabínico Latinoamericano, pág. 379)
Y la necesidad de actos concretos que expresen nuestros compromisos es una de las claves para entender este ejercicio de introspección que debemos realizar en este tiempo de preparación para enfrentar el juicio divino.
Una de las plegarias más conmovedoras y representativas de los Yamim Noraim es el Unetane Tokef que se recita durante los rezos de Musaf. Allí después de enunciar solemnemente que en Rosh Hashaná se inscribe nuestro destino y en Yom Kipur queda sellado, aparece la afirmación central del poema litúrgico (atribuido al Rabino Amnon de Mainz, Alemania siglo XI): La Teshuvá (arrepentimiento), la Tefilá (plegaria) y la Tzedaká (acciones de justicia social) modifican la severidad del veredicto divino.
Podemos cambiar nuestro destino, pero para lograrlo, la Teshuvá y la Tefilá deben ser acompañadas de la Tzedaká. Necesitamos acciones concretas, acciones reparadoras que acompañen nuestra reflexión, para mostrar la sinceridad de nuestro arrepentimiento y manifestar nuestro compromiso de ser mejores personas.
Al adentrarnos en las siete semanas de consuelo tengamos presente que los Diez Mandamientos y el Shemá Israel colocan en el amplio espectro de la cosmovisión judía, la misma noción fundamental que el autor del Unetane Tokef traslada a la especificidad de nuestro derrotero espiritual hacia las Altas Fiestas: que sean nuestros actos los que reflejen los sentimientos y los principios que emanan de nuestras mentes y corazones.
Shabat Shalom
Gustavo
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