jueves, 10 de diciembre de 2015

Miketz 5776

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Daniel A. Kripper
Beth Israel Aruba

Y continúan los sueños en la narrativa acerca de Yosef, esta vez el que sueña es el propio Faraón. Se trata de aquel conocido sueño de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas, seguido del sueño de las espigas gruesas y las delgadas. El texto termina diciendo: “Ocurrió por la mañana que su espíritu estaba conturbado. (Gen. 41:8).

Rashi comenta que con el segundo sueño “todo el sueño se ha completado”. El Faraón mismo, al igual que Yosef, debe haberse dado cuenta que en realidad ambos sueños eran esencialmente uno solo. Surge la pregunta de por qué su ánimo sólo se inquieta luego del segundo sueño.

El Midrash (Génesis Rabá 80:5) recuerda que las palabras “y su espíritu estaba conturbado” aparecen también el libro de Daniel (2:1). Curiosamente allí también se alude a la reacción de un rey frente a un sueño.

En dicho sueño Nabucodonosor, rey de Babilonia, tuvo una visión, una gran estatua cuyo cuerpo estaba compuesto de oro, plata, cobre y hierro, pero sus pies eran de barro. Bastó sólo golpear con una pequeña piedra en dichos pies de barro para pulverizar a esta colosal figura convirtiéndola en una pila que el viento la llevó cual paja sin dejar rastro. Pero la piedrita que golpeó la imagen se transformó en un gran monte que llenó la tierra.

Ambos monarcas, El Faraón y Nabucodonosor, fundaron poderosos imperios a costa de poder y la explotación de esclavos, los seres humanos más débiles. Ambos despertaron de sus sueños con sus espíritus conturbados porque ambos tienen un motivo en común. Sus sueños sugieren lo impensable: que los débiles pueden vencer a los poderosos.

Cuando el Faraón tuvo el primer sueño, pudo considerarlo tal vez como una casualidad. Pero la repetición del mismo reforzó su temor a que el sueño se convirtiera en realidad.

De repente el Faraón se vio forzado a confrontarse con la idea que chocaba contra toda su visión de mundo: que aun los mayores imperios se tornan vulnerables cuando son construidos de los pies de barro de la opresión y la dominación.

Este es también el tema de la historia de  Jánuca, que es el triunfo final de la justicia sobre la tiranía, y la defensa del derecho inalienable de un pueblo a ser libre, de todos y cada uno de los pueblos de la tierra.

Este mensaje universal encuentra su más rotunda expresión en el luminoso llamado de esperanza del profeta Zejariah a todos los sojuzgados, que es leído en Shabat Jánuca: “No por con la fuerza, ni con el poder sino por Mi espíritu- ha dicho Adonai Tzevaot.” (4:6).

Rabino Daniel Kripper

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