martes, 25 de abril de 2017

Discurso de Sebastián Grinspan- Acto Comunitario de Yom Hashoá Vehagvurá 5777

Quiero compartir con ustedes el discurso que preparé con esmero para el acto conmemorativo de Yom Hashoá VeHagvurá en KSI.

Discurso sobre el viaje a Marcha por la Vida

"Es en el preciso momento que me ofrecieron la posibilidad de poder contar lo que sentí y viví en mi visita a Polonia que me vi nuevamente trasladado a ese lugar tan impactante como oscuro. Dudé en ser capaz de poder llegar a transmitir esa experiencia, lo pensé, ¿podría transmitir a ustedes mis vivencias de la manera correcta? ¿Seria capaz de transportarlos a ese escenario de dolor? Muchas fueron las sensaciones que cruzaron mi mente, pero aquí estoy, frente a ustedes asumiendo este honor. 

El 27 de nissan de 5776 o 5 de mayo de 2016, el día en que ese año era Yom Hashoá; Con mis compañeros de promoción del Colegio Isaac Rabin nos encontrábamos en el campo de concentración de Auschwitz en Polonia a punto de marchar hacia Birkenau, con otras miles de personas de diferentes edades, países, culturas y credos, les cuento que en este día se marcha desde Auschwitz a Birkenau para recordar a las personas que fueron asesinadas por la mano de la intolerancia y el odio nazi durante la shoá. 

Ese año ,2016, las delegaciones de américa latina tenían la distinción de elegir a dos personas de cada delegación para que carguen el estandarte de Marcha por la Vida, y yo tuve el prestigio de ser una de esas personas. 

Ahí estaba yo, al frente de la marcha, detrás el silencio y toda la gente que participaba; estudiantes, dirigentes, políticos, sobrevivientes y nosotros; orgullosos y emocionados, cargando el gran estandarte de Marcha por la Vida. 

Nuestra propia condición de jóvenes nos caracteriza por ser alegres, dinámicos y transgresores entre otras cosas, pero nuestro mundo cambio en ese preciso momento en que pisamos los campos, por un momento dejamos de ser jóvenes, pasamos un umbral del tiempo donde imaginamos a nuestro lado otros jóvenes, como nosotros, que en esos mismos campos 70 años atrás no tuvieron la mas mínima posibilidad de sentirse ni un solo segundo con la alegría que podemos vivir en estos tiempos.

Marchamos 3km, entre los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau, con la frente en alto. Pero no era nada mas que una capa superficial, porque la emoción y orgullo que sentíamos al principio, se fue opacando, con la tristeza y el silencio que nos transfería el entorno, que no hacia mas que cobrar fuerza al acercarse más y más a Birkenau. 

Entrando a Birkenau, algunos recurrieron al llanto, pero yo no. Yo solo sentía una fuerte impotencia mezclada con tristeza, porque no podía hacer nada para cambiar lo que sentían los demás, lo que había pasado, los horrores que habían pasado. Y este sentimiento no cedía porque todo lo que había estudiado durante tanto tiempo lo estaba viendo con mis propios ojos, ni hasta el mas mínimo detalle era mentira. Todo estaba ahí. 

Una puerta inmensa, vías de tren, kilómetros de alambrado, un mar de chimeneas sin fin, un vagón. Sabia que me encontraba donde miles de personas habían dado su ultimo aliento, personas que tenían una vida, una familia, un futuro. Y todo se lo habían arrebatado porque eran judíos, porque eran diferentes, porque sí. Ahí podía apreciar hasta donde llegaba la maldad humana. Y yo no podía hacer nada, quede parado tratando de imaginar siquiera que en ese mismo lugar, habían pasado tantas ilusiones e historias de vida que nunca se cumplieron.

¿Por qué no podía llorar como lo hacían los demás?. Estar triste y abrazarme con alguien para que me consuele, me sentía inútil, la ira que me producía todo esto. ¿Qué culpa tenia aquel niño, cuya ropita había visto expuesta en una vidriera, de que sus padres fueran judíos?. ¿Acaso podía elegir?. ¿Acaso alguien podía elegir?. Preguntas que no se me iban de la mente.

Después de marchar, me reuní con mi grupo. Estaban sentados sobre las vías del tren, cerca de un vagón. Su situación no era diferente a la de los demás. Yo solo podía tratar de consolarlos, sus corazones estaban dolidos, pero el mío sentía rabia. ¿Qué podía hacer para quitarme este dolor en el pecho? Nada se me venia a la mente.

Ahí fue cuando recordé que cargaba mis tefilín en mi maleta, en realidad no soy una persona religiosa, tampoco me los suelo poner a diario, no recuerdo bien los rezos ni el procedimiento para ponérmelos, todo eso lo tenia anotado en un papel dentro del bolso, como ven, no es habitual que los lleve conmigo ni mucho menos que me los ponga, pero en ese día los tenia conmigo allí por algo y me los puse. Primero el brazo, las siete vueltas, cabeza y el shema. Todo frente a uno de los vagones testigos de tanta crueldad.

Ese silencio que mantuve me despejo la mente, mi corazón se había calmado. ¿Por qué? ¿Qué había cambiado? La respuesta era sencilla, de qué mejor manera podía expresar lo que sentía que realizando un acto que era imposible de hacer durante la shoa, desafiando a esos que nos quisieron eliminar. Expresando a mi manera y decir "Aquí estoy yo, un JUDIO con mis tefilín" por mi propio afán, muy a pesar de ustedes; dolido y triste pero a la vez orgulloso. Porque seguimos aquí mas fuertes que nunca. Consientes de lo que pasó, pero en la mente una sola frase: NUNCA MÁS. "

Sebastián Grinspan


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