jueves, 6 de abril de 2017

Mensaje de Pesaj 5777

El tema de la noche del Seder es שינוי - es la diferencia.

Estamos tan acostumbrados a esta idea porque se ha vuelto casi prosaica. Todo el mundo sabe נשתנה מה, las clásicas cuatro preguntas del Seder. ¡Cuán diferente es esta noche…! Pero en realidad,  tanto si estamos acostumbrados a ello o no -o si nos sentimos familiarizados o no, uno de los objetivos más importantes de la noche es el de comunicar el mensaje de que ser diferente es un valor positivo. Es algo inherente a la condición judía.
Es evidente que el escenario judío contemporánea adolece de lo que el destacado sociólogo Zygmunt Baumart denominó “sociedad líquida, para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de antaño como el trabajo y la familia, se han desvanecido. Las caídas de estas instituciones dieron paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador, según explicaba el autor.

Proclamar nuestra singularidad – más allá de las contingencias de la posmodernidad, es absolutamente deseable y necesario, nos enseña la Hagadá de Pesaj.

La celebración de Pesaj es una oportunidad única para reafirmar nuestros valores y celebrar nuestra cultura en todas sus dimensiones.

Parte de nuestra misión en la noche del Seder es impartir a la próxima generación el sentido de pertenencia a un pueblo milenario; e infundirles con amor la conciencia de identificación judaica que debe ser internalizada y cultivada. 

Este es el mensaje esencial a las jóvenes generaciones: Aprende a vivir con la diferencia, cultiva la capacidad de persistir y enaltecer nuestro carácter distintivo como pueblo entre las naciones.

Torrentes de tinta se han vertido durante las generaciones en intentos de explicar la persistencia del antisemitismo, desde la antigüedad hasta nuestros días. Una plausible teoría sostiene que hemos sido expulsados y perseguidos porque somos diferentes. Hemos sido vilipendiados y victimizados porque hemos sido etiquetados como foráneos.

Así es que en varios momentos de la historia los judíos intentaron escapar por medio de la aculturación o incluso la conversión.

El precio de mantener nuestra peculiar identidad era demasiado alto, así que ellos trataron de ser lo menos diferentes posible. Pero aun si esa estrategia ofreció algún alivio a corto plazo -y rara vez lo hizo- el costo fue por supuesto exorbitante. Ello marcó el fin cierto de la vida judía para esa rama de nuestra familia.

No siempre ha sido una solución simple o fácil, pero la respuesta más efectiva es, por supuesto, abrazar nuestra diferencia y sostenerla con orgullo.

Cuando nos reunimos alrededor de la mesa del Seder con nuestros niños, nos encontramos en una encrucijada. Sin duda la preservación de nuestra tradición es un verdadero desafío, tal vez hoy mucho mayor que en épocas pasadas. La pregunta crítica es si seremos capaces de actuar a la altura de las circunstancias, honrar nuestra historia e imaginarnos un futuro floreciente y venturoso.   

Tan pronto como el proceso de asemejarse a la mayoría se vuelve más atractivo que la lealtad a nuestra herencia, la guerra está perdida. El proceso de asimilación triunfa.

Así como transmitimos nuestra preciosa tradición a la próxima generación en la noche del Seder, les revelamos- implícita y explícitamente - que la capacidad de cultivar una identidad judía firme es indispensable. Que lo que modelamos internamente dentro de la narrativa de la historia judía en la noche del Seder, es la misma capacidad que será crucial para la supervivencia de la próxima generación.

Rabino Daniel Kripper


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