jueves, 3 de junio de 2010

Parashat Shlaj

Aprender de las malas experiencias
Números 13:1 - 15:41
Joshua 2:1 - 2:24

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Rami Pavolotzky.
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica

Todos conocemos la institución del Minián, que traducimos habitualmente como "quórum". El Minián es un grupo de diez adultos judíos necesario para poder rezar determinadas oraciones, como por ejemplo el Kadish, la Kedushá, el Barjú y la lectura de la Torá. El Minián es una de las instituciones más extraordinarias de la tradición judía. Impulsa a que los judíos tengan que esforzarse para reunirse.

La gente que reza todos los días, debe congregarse a diario por lo menos dos veces para poder decir las oraciones en forma completa. Y aún quienes no tienen la tradición de rezar, al menos para los momentos de mayor angustia deben reunirse para poder decir kadish. El Minián fue y es una preocupación constante de los judíos dispersos por el mundo, y siempre ha sido uno de los motivos más importantes para que vivan en comunidad. El Minián va en contra de las tendencias individualista y egoístas que dominan las sociedades modernas.


Más que hablar del minián, mi intención hoy es mostrarles cuál es la fuente bíblica de la cual los sabios aprendieron la conformación del minian como grupo de diez, ya que no aparece explícitamente en la Tora. La fuente está justamente en la parasha de la semana.

En Parashat Shlaj Leja se nos relata el famoso episodio de los exploradores. Todavía en el desierto, Moshe envía a doce hombres a explorar la tierra de Israel y sus habitantes. A su regreso, dos de los exploradores traen excelentes comentarios sobre la tierra, pero los otros diez dan un informe desesperanzador e incitan al pueblo a abandonar el objetivo de conquistarla. D"s se enfurece, y refiriéndose a estas diez personas exclama "Hasta cuándo esta asamblea mala…" (Bemidbar 14:17).

Los sabios del Talmud deducen que dado que D"s se refiere a un grupo de diez personas como una asamblea, de aquí aprendemos que solamente al reunirse diez personas puede hablarse de una asamblea (Babli Sanhedrín 2,b).

Lo que más me llama la atención sobre esta enseñanza no es la deducción en sí, sino el texto del cual se deduce. De uno de los episodios más trágicos que relata la Tora, cuyo castigo es deambular por el desierto durante cuarenta años, los sabios deducen una de las instituciones más célebres y hermosas del judaísmo. De lo miserable, de lo que no se quiere recordar, se aprende lo hermoso y sublime. Del relato de la gran división del pueblo, se aprende una ley que le permite unirse y vivir en comunidad.

Creo que de aquí podemos recoger una lección que va mucho más allá de los exploradores y del minián. La vida tiene situaciones alegres y tristes, que muchas veces no dependen de nosotros. Sin embargo, nuestra capacidad para ser mejores personas, para ser más felices, para conformar un pueblo más sano y fuerte, está más allá de esas circunstancias. Podemos aprender lo más sublime aún de lo más abyecto. La voluntad y capacidad del ser humano de aprender y mejorar, está más allá de la vida que le tocó vivir. Sin ir más lejos, la historia milenaria de nuestro pueblo, tan llena de odio y muerte, prueba lo que estoy diciendo.

Debemos valorar las oportunidades que nos da la vida para aprender y mejorar. Aún de las tristezas y amarguras. Tenemos en nuestro interior la capacidad de ser mejores, de despojarnos del odio, la envidia y el egoísmo con el que vivimos a diario y que no nos permite ser felices. Podamos nosotros también, como lo hicieron nuestros sabios, aprender… de lo malo y de lo bueno que nos toca vivir.

Shabat shalom,
Rabino Rami Pavolotzky

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