jueves, 2 de diciembre de 2010

Parashat Miketz

Los Rabinos de la UJCL escriben acerca de la parashá de la semana.
Rabino Mario Gurevich
Beth Israel Synagogue 
Aruba


La Parasha de Miketz, que siempre coincide con Januca tiene además otras similitudes.
El texto nos habla de la tensión entre Iosef y sus hermanos antes del reconocimiento por parte de estos mientras que la celebración de Januca tiene que ver con la tensión y realmente el combate entre griegos y judíos o mejor aun entre Judaísmo y Helenismo.

Los primeros años de ocupación griega de la tierra de Israel no produjeron mayores disturbios a la vida judía: la dinastía ptolomea que gobernaba desde Egipto estaba arraigada en un país de larga historia y profundas creencias. La pequeña Judea, a su vez dueña de historia y tradición ofrecía a la mente griega fuentes en que nutrir su ansia de conocimiento. No en vano llamaban los griegos a los judíos “los filósofos de Judea” y bajo su patrocinio fue traducida la Tora por primera vez al griego, la “Septuaginta” destinada a tener un lugar de honor en la biblioteca de Alejandría, en aquel entonces el primer centro bibliográfico del mundo.

Distinta situación cuando el poder gobernante pasó a la dinastía seleucida siria, que gobernaba un racimo de pequeñas naciones de culturas y religiones diferentes y que sentía que para crear un imperio debía unificar cultura, pensamiento y creencias bajo comunes denominadores. Griegos por supuesto.

Esto fue lo que generó el choque de estos dos pueblos; la colisión entre la ética judía y la estética griega. Para los griegos en la belleza residía la verdad; para los judíos, en la verdad residía la belleza.

Todos conocemos la historia del levantamiento de los Macabeos, la victoria sobre los sirio-griegos y la re-dedicación del Templo que conmemoramos en la fiesta de Januca. No debemos creer sin embargo que todo el pueblo acompañó la rebelión ni que todos compartían su ideario. Muchos judíos habían sido ya seducidos por la cultura helénica y aprobaban los cambios exteriores que veían como elementos de progreso.

De tal manera que, instalada durante la rebelión y después de la victoria, la dinastía Hasmonea se volvió mas y mas helenizante dando lugar a un sincretismo cultural que tuvo sus bemoles pero que enriqueció profundamente las letras y el pensamiento judío.

Como disquisición al margen: paradojas de la historia si las hay, que los juegos olímpicos judíos nacidos en el siglo XX recibieran como nombre macabiadas cuando precisamente la lucha macabea se encaminó contra esta práctica griega que chocaba con el puritanismo judío.

Pero volviendo al tema de las similitudes de la historia de Iosef y la de Januca: Iosef es tal vez el primer hebreo en hacer un proceso de transculturización. Ya Abraham, Isaac y Jacob habían viajado fuera de la tierra de Canaán - Egipto, Harán – pero volvieron  sin cambios aparentes ni en su conducta ni en su forma de vida.

Iosef en cambio pasó de la vida de pastoreo rústica y elemental de su familia a la pompa y elegancia de la corte egipcia y al manejo de una sociedad agrícola mas evolucionada que la propia.

Veamos que ya desde sus primeros sueños que le ganaron la malquerencia de sus hermanos, Iosef veía gavillas de trigo en el campo, totalmente ajenas a su cultura donde la agricultura todavía no había hecho su aparición y en el de los astros girando alrededor de el mismo, una anticipación del concepto griego del hombre como centro del universo.

De alguna manera la experiencia de Iosef hizo que el pueblo nacido de sus hijos y sus hermanos aprovechara su sofisticación y consiguiera nuevas herramientas para labrar su propia historia.
Del mismo modo que la experiencia griega pulió el pensamiento judío y lo preparó para nuevos y brillantes desafíos.

La moraleja de todo esto es, en mi criterio, que si bien debemos oponernos vigorosamente a todo intento cultural que busque hacernos perder nuestra propia identidad, la cultura en sí misma, cualquiera que ella sea no tiene nada de malo, y que en el aprendizaje y conocimiento del otro o de lo del otro, solo podemos obtener elementos que enriquezcan nuestra vida y nuestra propia cultura.

Shabat Shalom 

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