jueves, 23 de diciembre de 2010

Parashat Shemot

Los Rabinos de la UJCL escriben acerca de la parashá de la semana 
Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel
Costa Rica


NO TE SALVES

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
            no te salves
no te llenes de calma
 no reserves del mundo
solo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios

no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo…


 (Mario Benedetti)

           
Este Shabat comenzaremos a leer el libro de Shemot, el segundo libro de la Torá. En esta Parashá se nos relata, entre otras cosas, el nacimiento de nuestro líder Moshé Rabeinu y la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto. Como recordarán, Moshé nació y sobrevivió gracias a un milagro, dado que el Faraón había decretado matar a todos los bebes hebreos. La hija del gobernante egipcio rescató y adoptó a Moshé, y de esta manera, éste creció en el palacio del Faraón.
            Una mañana salió a caminar y le sorprendió el ver con sus propios ojos cómo un egipcio le pegaba a un hebreo. Moshé, sin vacilar ni un instante, defendió al hebreo, golpeando al egipcio.            No se salvó, no fue indiferente al dolor humano sino que intentó hacer justicia. De hecho, el texto nos dice acerca de la actitud de Moshé: “Vaiar et siblotam”, “vio su sufrimiento” (Shemot 2:11). Podía haber visto solamente esclavos, podía haber visto que sucedía  lo que ocurría cotidianamente, sin embargo, pudo ver el sufrimiento humano. ¡Cuántas veces caminamos por la calle y no vemos el dolor de nuestro prójimo!
            Al enterarse el Faraón de éste y otros episodios, mandó matar a Moshé. El texto nos cuenta que  éste se escapó y huyó hacia Midián. Un segundo suceso de valentía ocurrió en aquél lugar. Nos cuenta la Torá: “Y el sacerdote de Midian tenía siete hijas; ellas vinieron, sacaron agua del pozo y colmaron las pilas para abrevar a las ovejas de su padre. Empero vinieron los pastores y las expulsaron; mas se levantó Moshé y las socorrió y abrevó a sus ovejas” (Shemot 2:16-17). Moshé pudo mirar para otro lado, no obstante, a pesar de ser un extranjero de ese lugar, se levantó y no se salvó. Más bien salvó a aquellas mujeres vulneradas.
            En ambos episodios, nuestro líder estaba arriesgando su propia vida para que haya justicia y nadie sea discriminado. Siendo éste nieto adoptivo del Faraón, podría haber adquirido un cargo  importante en el reinado egipcio. Pero no le importó perder esa oportunidad, no se salvó, viendo que otros no se salvarían. 
            En este sentido, es interesante el significado que la Torá le adjudica al nombre “Moshé”: “Ki min amaim meshitiu”, “De las aguas yo lo he extraído” (Shemot 2: 10). Moshé fue salvado del peligro del río. Quizás, porque fue salvado es que pudo salvar a otros. Y es quien salvará a todo un pueblo, sacándolo con la mano de D”s de la esclavitud.
Esto nos enseña que nadie salva a otro si no fue educado en ese camino. Es importante, desde la temprana edad, enseñar a los niños a  escuchar el grito del hermano que sufre, aún el grito silencioso. “No te salves” dice el poema, Moshé no se salvó sino que salvó a su prójimo en un momento de angustia.
¿Cómo nos comportamos nosotros? ¿Qué hacemos cuando vemos que un egipcio le pega a un hebreo? ¿Qué hacemos cuando pastores se aprovechan de su fuerza y violentan  a jóvenes que simplemente quieren sacar agua del pozo?
Cuántas veces, teniendo boca, nos callamos; teniendo oídos, simulamos ser sordos. Tenemos manos, mas no ayudamos. Tenemos pies, pero nos quedamos “inmóviles, al borde del camino”.
El gran líder de nuestro pueblo, al igual que el poema de Mario Benedetti, nos exhortan: “no te salves, no te quedes inmóvil al borde del camino […] no te salves, no te llenes de calma, no reserves del mundo solo un rincón tranquilo”.
¡Shabat Shalom!

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