Los nombres de nuestras actividades comunitarias
La parashá de esta semana es una de las más célebres de la Torá, ya que en ella se enuncian los Diez Mandamientos, quizás el texto más popular de toda la Biblia Hebrea. Dada su centralidad, no deja de llamar la atención el hecho de que esta parashá lleve el nombre propio de un personaje bíblico, que no es precisamente de los más destacados de la Torá: “Itro”.
¿Quién era Itro? Pues era el suegro de Moshé, pero también el “Sacerdote de Midián”. Su vínculo familiar con Moshé, más la sabiduría que demuestra al aconsejarlo acerca de cómo ordenar la estructura judicial del naciente pueblo hebreo, lo hacen merecedor de cierto renombre. Más su calidad de sacerdote de un pueblo idólatra, sin duda lo desmerece como héroe del Pentateuco (aún cuando según el Midrash él se convenció de la verdad del D”s de Israel, abandonó sus ídolos y se convirtió al judaísmo).
Al comenzar la parashá, Rashi cita un midrash que explica que en realidad Itro tenía siete nombres diferentes. Al decir que cada nombre alude a una cualidad distinta de Itro, el midrash intenta esclarecer el hecho de que el suegro de Moshé es llamado de disímiles maneras en la Torá. Sea cual fuere la razón, el nombre Itro aparece así aún más difuso, lo que le resta méritos para que por él sea llamada nuestra distinguida parashá.
Cabe destacar que de las 54 parashiot de la Torá, solamente cinco de ellas llevan el nombre propio de una persona: Nóaj, Jaieie Sará, Itró, Balak y Pinjás. No hay dudas de que personajes mucho más acreditados han quedado sin la distinción de que una parashá lleve su nombre.
Por todo esto cabe preguntarse: ¿acaso no hubiera sido mejor nombrar a una parashá tan importante como la nuestra con un nombre más idóneo, un nombre que le haga honor a texto tan extraordinario como es el Decálogo? Pues bien, este es un buen momento para explicar que en realidad las parashot no reciben sus títulos de acuerdo a su contenido, sino que se elige la primera palabra inusual que aparece en el primer o segundo versículo de las mismas. Este método, que parece azaroso e incapaz de resumir en el título idea alguna, ha demostrado ser relativamente eficaz para ubicar físicamente los textos en el rollo en que se escribe la Torá, carente de otro tipo de señalizaciones (vale acotar que las arias de ópera se nombran de la misma manera, aunque por motivos bien diferentes, supongo yo).
Explicado esto, queda zanjada la duda acerca del nombre de nuestra parashá, aún cuando algunos comentaristas intenten brindar alguna explicación que vaya más allá de meros tecnicismos. La parashá en la que D”s se revela a su pueblo y le entrega los Diez Mandamientos, símbolo de la ley hebrea, recibe el nombre de Itro por aparecer esta palabra al principio de la misma, y ser una palabra no demasiado frecuente.
Ahora bien, al designarse esta parashá con el nombre de Itro, este nombre de pila pasa a ser inmediatamente célebre y recordado. Decenas de generaciones de judíos han seguido el ciclo anual de la Torá, en el cual cada año se lee la porción que lleva por nombre Itro. Miles de comentarios eruditos y fuentes rabínicas indican este nombre para aludir a un texto determinado. Innumerables sermones se han escrito y se seguirán escribiendo, que comiencen con una frase más o menos similar a “esta semana leemos Parashat Itro…”.
¿Hay algo que podamos aprender del ambiguo título de la parashá de los Diez Mandamientos? Creo que de aquí podemos ver con claridad la importancia estratégica y pedagógica del nombre que le ponemos a nuestros proyectos comunitarios. ¿Por qué? Así como por el solo hecho de que nuestra parashá lleve un nombre propio, ese nombre y su personaje adquirieron una reputación poco esperada, así también nosotros podemos marcar una diferencia cuando elegimos un buen nombre para una actividad o programa comunitario.
Déjenme ilustrar este concepto con un par de ejemplos exitosos. En Latinoamérica, casi todos los judíos se refieren al rezo del viernes por la noche como “Kabalat Shabat”. Eso no significa que conozcan el significado de la expresión, ni siquiera que sepan hebreo, sino que así se impuso en cierto momento llamar a este rezo. De la misma manera, la Fiesta de la Libertad es conocida por los judíos del continente como “Pésaj”. Nunca he escuchado que un judío latinoamericano con una educación judía básica se refiera a estas celebraciones como “el servicio del viernes en la noche” o “la Pascua judía”, como ocurre con judíos que viven en otras latitudes.
De ningún modo quiero hacer aquí odiosas comparaciones, sino solamente llamar la atención de este hecho notable: una misma actividad es conocida por nombres diferentes. Pero hay más, claro: el mero hecho de llamar a una actividad como el rezo del viernes en la noche “Kabalat Shabat”, le permite a una persona conectarse en forma diferente con la fuente y esencia de la actividad. Que luego de este rezo nos saludemos con un “Shabat shalom”, y no con “que tenga un buen sábado”, o algo por el estilo, nos introduce en la cultura judía de un modo mucho más eficaz. No es igual comer “Kneidelaj” que comer “bolas de matzá”, créanme, saben muy diferente aunque contengan los mismos ingredientes. Dar “tzedaká” es una obligación judía, dar “caridad” es otra cosa.
Cuando nombramos a las cosas por sus nombres originales, haciendo referencia a sus fuentes, logramos darles otra dimensión. Un nombre elegido con sabiduría tiene múltiples significados, alude a varios conceptos significativos que nos permiten relacionar nociones con una riqueza mucho mayor. Aún cuando no sepamos hebreo o ídish, llamar las cosas en su forma original nos permite dar una “salto de calidad” judía, si se me permite la expresión.
En el caso de parashat Itro, no parece haber habido ninguna intencionalidad cuando la llamaron de esta forma, sino que se debió a un puro tecnicismo. Pero cuando elaboremos proyectos comunitarios, entonces sí tendremos la oportunidad de elegir nombres adrede, de manera tal de hacerlos más significativos, profundos y sabrosos para la cultura general de nuestros hermanos.
Termino así el comentario de la Parashá de la semana, aún cuando alguien puede haber pensado que estaba leyendo un comentario sobre la porción semanal del ciclo de la lectura ritual judía del Pentateuco. ¿O acaso ustedes creen qué es lo mismo?
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
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