Rabino Joshua Kullock
Comunidad Hebrea de Guadalajara
La puerta
Definitivamente no se trata de uno de los símbolos clásicos de Pésaj, pero la puerta juega un papel fundamental en la noche del Séder. De hecho, la cena pascual encuentra uno de sus sentidos principales en el momento en que nos levantamos de la mesa y nos disponemos a abrir la puerta, en la esperanza de que en ese instante aparezca el Mesías.
La puerta, por otra parte, nos regresa a la mismísima noche del éxodo de Egipto y a la última de las plagas que azotaron las tierras del Faraón. A diferencia de las otras nueve, en esta oportunidad el pueblo fue convocado a la acción: si querían salvarse del ángel de la muerte, debían ofrendar un cabrito y marcar las jambas y marcos de sus puertas. De ahora en más, en la víspera de la salida hacia la tierra prometida, el vínculo entre los hijos de Israel y Ds quedaría marcado por el compromiso asumido por ambas partes. La libertad, siempre difícil y elusiva, solo podría ser adquirida a partir de un trabajo constante.
En el marco del Séder de Pésaj, mientras actualizamos a partir de la cena y el ritual aquella última noche egipcia, somos llamados a partir y compartir la matzá, recordando que ese es el pan de la aflicción que comieron nuestros antepasados, y a abrir la puerta, para que pase y entre todo aquel que tenga hambre y quiera sentarse a la mesa. En esa mesa abierta, dispuesta para propios y extraños, es que anida el potencial de redención que se manifiesta en nuestra capacidad de no desentendernos de quienes menos tienen y más necesitan.
Cuando en Pésaj abrimos la puerta y nos conectamos con nuestra capacidad redentora, profesamos en la acción nuestra vocación de ajnasat orjim, de darle la bienvenida a quienes llegan hasta nuestro hogar. Y de esta manera, como dice el Talmud en el tratado de Shabat (127a), afirmamos que para la tradición judía, es más importante albergar invitados en casa que salir a recibir a la Shejiná, la Presencia Divina.
¿Qué nos quiere decir el Talmud con esta idea? Personalmente creo que nuestros sabios quisieron enseñarnos que, si no tenemos la sensibilidad de abrazar al otro (con minúscula), difícilmente podemos desarrollar la capacidad de conectarnos verdaderamente con el Otro (con mayúscula). Y así como no hay libertad sin un trabajo cotidiano, tampoco hay forma de acceder al ámbito de lo trascendente sino a través de generar empatía con nuestros semejantes, abriendo nuestras casas, nuestras puertas y nuestros corazones. De algo de todo eso se trata Pésaj, así como también el resto del año.
¡Jag Saméaj!
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