jueves, 30 de enero de 2014

Trumá 5774

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Lic. Daniel A. Kripper
Beth Israel - Aruba


La construcción del Tabernáculo, que era un tipo de santuario móvil, requirió de una imponente dosis de planificación y artesanía, según se lee en la parashá de esta semana.  Si bien el relato abunda en los minuciosos detalles respecto al diseño de esta estructura, tanto aquí como en otros pasajes, la idea que transmite es por cierto de singular importancia en el devenir histórico de Israel.
Más allá del uso cúltico-ritual posterior, la construcción misma constituyó un proyecto colosal de la nación hebrea recién liberada de Egipto, en el cual todos y cada uno estuvieron involucrados.

La Torá no podía brindarnos una imagen más idílica de todo un pueblo voluntariamente dispuesto a colaborar en el emprendimiento colectivo.  De estos capítulos dedicados al tema, se desprende el rol esencial que le cupo a cada miembro de la Casa de Israel en la realización de la obra.

Algunos contribuyeron con sus posesiones, otros con las materias primas, o con su laboriosidad y habilidades.  Todo el mundo tomó parte en el proyecto, y se sintió responsable por el mismo, sea en la tarea de diseño de los planos, o en la recaudación de los fondos, o en el procesamiento de los materiales, y en la coordinación de las distintas actividades.   Se trató sin duda de una iniciativa trascendente, cargada de significado y simbolismo, que brindó unidad de propósito al emergente pueblo judío.

El Mishkán, con sus objetos sagrados, como el Arón hakódesh (Arca Sagrada, que contenía las dos Tablas de la Ley), y la Menorá, acompañó al pueblo en su travesía por el desierto y en su ingreso a la tierra de Canaán.  La palabra hebrea para tabernáculo es mishkán, derivada de shejiná, o presencia Divina.  La intención del mishkán era, según los comentarios clásicos, la creación de un espacio sagrado, que irradie inspiración y orientación religiosa.

El Mishkán en su momento, como la sinagoga posteriormente, se convirtió en el nexo único y especial entre la unidad del pueblo y su fortaleza espiritual.  Según algunos comentarios bíblicos, la construcción del mishkán vino a coronar el proceso mismo de conformación de la nación hebrea, a partir de tribus meramente unificadas por un interés común.

Fue a partir de la magna experiencia del Sinaí y la aceptación de la Torá, que fue establecida la plataforma de ideas, normas e ideales que infundieron el sentido de misión, y la cohesión moral y espiritual para las generaciones siguientes.

Ya lo enseñaron los profetas de Israel y fue corroborado por la experiencia histórica: ningún edificio per se garantiza la supervivencia de una nación.  Los templos de Jerusalén fueron destruidos en épocas posteriores, pero fueron la fe y la devoción a los ideales del Sinaí los que sostuvieron la moral del pueblo judío contra viento y marea, en todo tiempo y en todo lugar.

Rabino Daniel A. Kripper - Beth Israel Aruba

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