Rabino Daniel Kripper
Beth Israel, Aruba
Esta parashá continúa con el tema central de estos capítulos, el de los sacrificios rituales en el Templo, y se enfoca en el korban olá, sacrificio de expiación, que se hacía consumir al fuego sobre el altar durante toda la noche.
La literatura del Musar o de ética judía ha subrayado algunas lecciones morales, que emanan de las disposiciones concernientes a los cohanim y su rol protagónico en el ritual del templo.
Por ejemplo, la disposición según la cual el cohen debía vestir sus vestimentas de lino para ejecutar su tarea diaria en la ofrenda de sacrificios. Debía también usar otras ropas para limpiar el altar y retirar las cenizas afuera del campamento, a un lugar puro.
Uno podrá preguntarse por qué se exige de personas de tan alto estatus la realización de tareas tan poco socialmente valorizadas, como limpiar el altar y sacar las cenizas. ¿Por qué razón no podían delegarlas en terceros? Al fin y al cabo, ellos eran los sacerdotes y custodios del Templo y de los servicios.
Tal vez, dicen los eticistas, ello viene a infundir en los cohanim un sentido de humildad y modestia. Junto a la depuración de las cenizas, también se espera que puedan eliminar la altivez de su corazón. Aun dentro de la jerarquía de sus funciones, ellos no debían considerarse superiores a los demás mortales.
Cuanto más elevado el cargo, más vulnerable se encuentra la persona a sentimientos de arrogancia y altaneria. De allí la importancia de recordarle su absoluta insignificancia.
El Talmud (Ber. 34b) nos ofrece otro ejemplo de este principio. De acuerdo a las pescripciones rituales de nuestros sabios en cuanto a la Amidá, o gran oración, son cuatro las veces que uno debe inclinarse respetuosamente, dos al comienzo y dos al concluir el recitado de la misma. Ello rige para las personas comunes del pueblo.
Un sabio, Bar Kapara dictamina que el cohen gadol, el sumo sacerdote, debía inclinarse al comienzo y al final de cada bendición. Rashi explica que el inclinarse ante el Creador como signo de humildad, debe ser manifestado más frecuentemente por personas de categoria más elevada.
Esta combinación y síntesis entre grandeza y humildad, ideal que ennoblece la vida, es válida en todos los tiempos y se aplica a todo el mundo. Cada uno de nosotros posee un potencial de enorme valía, que estamos llamados y desafiados a realizar. Sin embargo, nuestros rabinos nos advierten, una y otra vez, no dejarnos llevar por un sentido de nuestra propia importancia, por más grandes e impresionantes que sean nuestros logros.
Un maestro jasídico, Rabí Bunim de Pzhysha, expresó esta enseñanza de la siguiente manera:
Cada persona debe tener dos papeles escritos en sus dos bolsillos, y usar uno u otro de acuerdo a su necesidad. En el bolsillo derecho lleva escrito “Por mí fue creado el mundo”, y en el izquierdo, “Sólo soy tierra y cenizas”.
Rabino Daniel Kripper
Beth Israel, Aruba
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