Por el Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
¿Qué podemos lograr si cumplimos los preceptos?
Entre todas las mitzvot que aparecen en la parashá de la semana, hay una que llama particularmente la atención y sobre la cual me gustaría hacer un comentario. Se trata del precepto de Shiloaj Ha Ken, que podríamos traducir como "la liberación del nido".
La Torá ordena: "Si apareciere un nido de pájaros ante ti, en el camino, en cualquier árbol, o sobre la tierra: pichones o huevos, y la madre yace sobre los pichones o huevos, no habrás de tomar la madre junto con las crías. Liberar habrás de liberar a la madre y las crías podrás tomar para ti, ya que será bueno para ti y prolongarás tus días" (Devarim 22:6-7).
En otras palabras, existe una prohibición específica de coger al mismo tiempo un pájaro con sus crías, mientras que cuando se hace por separado está permitido. Muchos comentaristas creen que el sentido de esta ley es evitarle al animal un sufrimiento excesivo, ya que él percibe inmediatamente cuál es el destino de sus crías. Si fuera así, esta mitzvá quedaría enmarcada dentro del concepto de tzaar baalei jaim, evitar el sufrimiento de los animales.
Sin embargo, surge naturalmente la pregunta: ¿acaso es tan importante para D"s que un pájaro con su cría no sean sacados de su nido simultáneamente? ¿Es posible que exista una razón teológica de peso por la cual D"s ordena al hombre cumplir con este precepto? ¿Cómo explicar el interés divino por un asunto aparentemente tan poco importante?
Najmánides, también conocido por su acrónimo Rambán, contestó a estas preguntas con el principio general de que las mitzvot fueron dadas para educar al hombre. Cuando una persona se preocupa por el orden en que debe desalojar un nido, cuando libera primero a la madre para recién luego quedarse con sus crías, lo que hace es desarrollar su sensibilidad humana, su empatía con el sufrimiento ajeno. Este es el verdadero sentido de este y todos los demás preceptos, según Rambán. En realidad, a D"s no le afecta en lo más mínimo cuando un hombre se detiene ante un nido y medita antes de actuar, ¡más sin embargo a ese hombre sí lo afecta, pues se sensibiliza frente al sufrimiento del animal y moldea así sus cualidades humanas!
Lo mismo puede aplicarse a todos los preceptos de la Torá, aun cuando a veces nos cueste verlo así, posiblemente influidos por nuestros propios prejuicios con respecto a nuestra tradición. Según Najmánides, las mitzvot son un sistema educativo, que intenta modificar el espíritu humano. Cuando uno cumple con los preceptos en forma consciente y profunda, se educa a sí mismo para vivir una vida diferente, una vida de midot tovot, una vida de virtudes. Los preceptos religiosos nos guían para ser honestos, sensibles, generosos, humildes. Parafraseando al Talmud, las mitzvot se entregaron para hacer más puros a los hombres.
Según Rambán, la influencia que ejerce sobre D"s la sensibilidad de un hombre frente a un pájaro es nula; sin embargo, la acción que produce en ese mismo hombre es enorme. Cuando nuestros niños se educan en un sistema de valores que los obliga a respetar y amar a su prójimo, a ayudar a los más necesitados, a poner límites en su comida y bebida, a dedicar un día semanal al espíritu, a ser sensibles con el mundo que los rodea y a solidarizarse con sus hermanos, se forman como hombres y mujeres de bien, capaces de dar amor desinteresadamente y de sentir repulsión por los malos impulsos. Para que ese objetivo se alcance, se necesita educarlos en cada acto de la vida cotidiana. Lo mismo vale para nosotros adultos, quienes también necesitamos seguir educándonos cada día, moldeando así nuestro espíritu y desarrollando nuestras virtudes más excelsas.
Ese es, según Rambán, el objetivo de los preceptos. Estoy seguro que muchos de nosotros nos identificamos con esta forma de ver las mitzvot, aunque a veces nos cueste entenderlo en la práctica cotidiana, desorientados ante los complejos detalles que a veces presenta la halajá, la ley judía.
D"s nos bendiga con la capacidad de observar los preceptos, para que nosotros y nuestros niños podamos ser más sensibles, más honestos y más generosos. Nuestros cuerpos y almas anhelan estas virtudes, que nos ayudan a vivir más felices, con más paz interior.
¡Shabat Shalom!
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
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