viernes, 14 de agosto de 2015

Reé 5775

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana Rabino

Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore Bogotá, Colombia.

La parashá de esta semana contiene numerosas mitzvot, más de 50. Entre todas ellas, encontramos en Reeh las previsiones relacionadas con la ingesta de carne que no fue sacrificada y ofrendada en el Templo.

Según los sabios, durante la travesía del desierto (y según los historiadores durante buena parte de la historia antigua de nuestro pueblo), todo animal que era matado con un procedimiento de Shejitá era un animal que era ritualmente ofrendado en el templo o santuario. Es decir, nuestros antepasados solamente comían carne en ocasión de ofrendar un sacrificio.

No había una ‘carnicería kosher’ en donde uno pueda comprar carne solamente para ser disfrutada. Si bien Rabí Akiba expresa en la Gemará (Julin 16b) que esto no era así, la opinión de gran parte de los sabios es que en el desierto toda Shejitá era realizada en el marco de una ofrenda. Los críticos bíblicos van aún más lejos y nos muestra que hasta la época del Rey Josías esto era así.


Entonces llega el texto de la PArashá de esta semana y nos entrega las normas para lo que técnicamente se llama ‘basar taavá’, la carne del deseo. Es decir, la carne que comemos porque queremos comer carne, sin que necesariamente queramos realizar un sacrificio. Comienza el texto diciendo “Cuando Adonai ensanche tu territorio como te ha prometido y digas ‘quiero comer carne’…”. El deseo de comer carne está vinculado según ese versículo al hecho de poseer un territorio más grande. En otras palabras, a mayor posesión, mayor el deseo. 

Cuando el pueblo de Israel está en el desierto, padeciendo 40 años de nomadismo e intentando sobrevivir a las diversar amenazas que se presentan, el deseo de comer carne aparece sólo una vez (y no termina muy bien). Pero en gran parte de la travesía, lo que se come no es relevante. El Man, que Dios regala en su eterna bondad sabe a los mejores manjares cuando es lo único que tenemos para comer. Pero cuando poseemos, queremos poseer más. Cuando ambicionamos, entramos en un círculo vicioso que nos hace sentir disconformes con lo que antes nos llenaba el estómago y el alma. Y por eso Dios advierte que el pueblo ya asentado en la tierra  y cómodo con sus amplios territorios, ya no va a conformarse con comer un ‘korban’ de vez en cuando, sino que va a necesitar normas que le permitan comer carne todos los días. Y es de estos versículos que comienzan a desprenderse las normas de Kashrut. Más tenemos, más deseamos. Y la Torá viene a poner un contrapeso a ese deseo y a decir que mientras más deseemos más regulaciones a nuestro deseo vamos a encontrar. 

Las normas de Kashrut son de alguna manera un límite a la propensión casi natural del ser humano de sentirse libre de hacer lo que quiera en una tierra que sólo le pertenece de una forma ilusoria. Pues como dice el salmo: “De Dios es el mundo y todo lo que está en él”. Toda sensación de que el mundo nos pertenece no es más que una ilusión y aún cuando tengamos mucho y nos creamos dueños de eso, la Torá nos advierte que para poder gozar de lo que ‘poseemos’ necesitamos estar sujetos a normas que limiten nuestra ambición y nos inspiren la virtud de la auto disciplina y el control.

La mitzvot nos fueron dadas para ‘refinarnos’, para acercarnos a nuestra dimensión divina y alejarnos de nuestros instintos de depredar sin límite. Y contrariamente a lo que a veces creemos, mientras más evolucionamos menos refinados somos en ciertos aspectos. Más dueños nos sentimos de aquello que nos es dado solamente para que lo cuidemos y lo trabajemos.

Por ello, mientras más ‘anchos’ nos sintamos en nuestras conquistas, más cuidadosos debemos ser en nuestros controles y límites.

Shabbat Shalom
Rab Guido Cohen

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