viernes, 20 de mayo de 2016

Emor 5776

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá

El capítulo 23 del libro de Vaikrá que aparece dentro de Parashat Emor nos trae el calendario bíblico en su versión completa que incluye las 3 festividades de Peregrinación - Pesaj, Shavuot y Sucot - y las dos festividades menores vinculadas a los sacerdotes, Yom Truá, que luego se convertiría en Rosh Hashaná y Yom Kipur, el día de la expiación.  La lista de festividades está encabezada por la celebración del Shabat (vs. 3). 

Cabe destacar que el séptimo día es un concepto "artificial, ya que a diferencia del día, del mes y del año asociados a la luna y el sol, la semana como medida de tiempo no está atada a ningún fenómeno natural (aunque algunos dicen que podría estar relacionada con los cuartos del ciclo lunar) y mucho menos el tener una conmemoración sagrada cada siete días.

Esa particularidad del Shabat se expresa también desde su primera mención en la Torá. Allí aparece conectado con el verbo “leKaDeSH”, santificar. Dios, después de crear y bendecir al hombre;  al dar por finalizada su obra de creación, santifica al shabat: "Y bendijo Dios al día séptimo y lo santificó porque en el concluyó Dios su obra de creación." (Gn. 2:3) En todo el proceso de creación ninguna otra cosa mereció tal calificativo, la santidad se relaciona específicamente con el tiempo. 

Al establecimiento del Shabat debemos sumarle otro aspecto innovador en el calendario bíblico.

Mientras que en la antigüedad las festividades tenían un contenido meramente agrícola - acompañaban el desarrollo del proceso de la cosecha - la Torá también les asigna otra función: la de conmemorar acontecimientos históricos del pueblo judío. (Pesaj, la salida de Egipto, Sucot, en recuerdo de los 40 años en el desierto.) 

Así, vemos como comienza a producirse una verdadera revolución teológica en el texto bíblico: Dios ya no se revela como una deidad local ni se vincula con un objeto o un lugar, sino que al aparecer relacionado con los acontecimientos fundacionales del pueblo judío se convierte en el Dios de la historia.

Frente a las culturas de la época que adoraban a las fuerzas de la naturaleza, la Torá nos habla de un Dios que esta mas allá de la dimensión del espacio, proclamando que también existe otra dimensión que no solo está profundamente relacionada con esta sino que además la dota de significado; la dimensión del tiempo.

Mientras que los otros pueblos creían que el tiempo no era más que la reiteración cíclica de momentos iguales, el texto bíblico incorpora la idea de la linealidad de la historia, dándole a cada instante la posibilidad de ser una experiencia irrepetible.

En las bellas y profundas palabras del rabino Abrahem J. Heschel (El Shabat y el hombre moderno, pág. 15):

"El judaísmo es la religión del tiempo que aspira a la santificación del tiempo. A diferencia del hombre mentalmente dominado por el espacio para quien el tiempo es invariable, iterativo, homogéneo,...la Biblia percibe el carácter distintivo del tiempo. No hay dos horas idénticas, cada una es única y especial..."

Esta tendencia se acentuó fuertemente tras la destrucción del segundo Templo de Jerusalem (año 70 E.C.). El judaísmo rabínico a partir de la nueva realidad desarrolló un sistema de vida en el cual ya no existían los lugares sagrados sino los momentos sagrados.

De esta forma, quedó establecida la noción del tiempo como marco regulatorio del latir espiritual y ritual del pueblo. El desarrollo de la plegaria y el establecimiento de protocolos, ceremonias y bendiciones pautaron formas y contenidos para que cada persona en el marco familiar y en el marco comunitario pueda alcanzar a percibir la santidad del tiempo en cada momento de su vida. Pero es en última instancia el calendario judío, con sus fiestas y conmemoraciones, el eje central que nos recuerda que el desafío sigue siendo alcanzar la santificación del tiempo.

Shabat Shalom

Gustavo

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