jueves, 24 de noviembre de 2016

Jayéi Sará 5777

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

Parashat Jaiéi Sará: Tascender la Biología 

Una de las preguntas que se hacen los comentaristas de la Torá al llegar a la Parashá de esta semana es por qué se llama  חיי שרה  , la Vida de Sará, cuando en realidad habla de su muerte?. No sólo eso, sino que termina la sección de la Torá con el fallecimiento de Abraham Avinu.

Quisiera sugerir una respuesta, que surge de los mismos relatos de estos capítulos bíblicos. La idea básica es que la Vida es más que la vida biológica. Es más que un pequeño segmento de existencia descolgado de un pasado y un futuro y de un todo más amplio y trascendente.

Pareciera ser que por más rica y profunda que es nuestra Vida, se desdibuja en una especie de sin sentido si está desconectada y aislada.

Pareciera ser que por más grande e importante que aparenta ser nuestra existencia, la Verdad cósmica cachetea nuestra omnipotencia y nos vuelve a ubicar en un contexto global. 

Lo primero que hace Abraham después de la muerte de su amada compañera, es comprar la cueva de Majpelá: un lugar para el recuerdo, para toda la familia. Como sugiriendo que también a través de la memoria, es posible vencer a la muerte.

Dice el texto que los habitantes del lugar, que conocían a Abraham, le ofrecen la tierra de regalo. Pero el patriarca no acepta. Insiste en pagar por lo que quiere. Insiste en dejar bien claro a los ojos de todos que no es un regalo, sino una compra, producto de una decisión volitiva por crear una conciencia de continuidad.

Es como si el límite de la muerte biológica, lo haya sacudido para que se ponga a pensar, decidir y hacer aquello que le brinde a si mismo y a los suyos, ese encuadre de trascendencia. 

Después de este relato, viene otro que avala y acentúa esta idea. No basta con la memoria, porque uno podría quedar pegado al pasado. No basta con la decisión, porque la Voluntad se cristaliza sólo en la acción concreta.

Y así es como Abraham le hace prometer a su siervo que va a buscar una mujer para su hijo Itzjak. 
Dos condiciones debe tener esta mujer: debe ser de la familia, y debe ser una persona sensible y tierna. 
Eliezer va hasta Aram, la tierra original de Abraham, y allí conoce a Rivká.

Y la Torá insiste con los dos elementos. Eliezer llega cansado con sus camellos y una hermosa mujer que estaba sacando agua del pozo, le ofrece beber, a él y a los animales. Acto seguido se presenta como la hija de Betuél hijo de Milká, hija de Najor.

Entonces Eliezer agradece a D´s por haberle puesto en el camino a la mujer sensible y tierna, de la familia de Abraham, que le dará continuidad a través de su hijo Itzjak, y que se transformará en la segunda matriarca de Israel.  

Si la cueva de Majpelá abría la puertas hacia la memoria y el origen pretérito, Rivká abría el camino hacia el desarrollo futuro. 

No me parece casualidad que esta doble preocupación de Abraham aparezca en el momento de más dolor. Porque junto con el dolor, se da forma a una conciencia del límite biológico por un lado, y de la posibilidad de trascenderlo, por el otro.

Toda su Vida, Abraham salió al cruce de su destino. Nunca esperó que las cosas sucedan, sino que fue él quien decidió transformar la realidad hasta acercarla lo más posible a sus ideales. Desde sus primeros años juveniles de iconoclasta en UR KASDIM, hasta estos últimos en Jebrón.

Hubiese sido muy duro, después de las promesas Divinas de heredad “como la arena del desierto” y “como las estrellas del cielo”, que su lucha quedara como flotando en el vacío; como un suspiro en medio de la eternidad del cosmos. 

Muchos de nosotros vivimos pequeñas e insignificantes vidas. Muchos luchamos en un búsqueda que involucra todo nuestro ser, tratando de que nuestra humanidad se vea realizada a través de actos que le den a esa pequeña vida, un poco de sentido.

Así y todo, comprender que la Vida existió antes que nosotros, y existirá después, puede hacer que nuestro esfuerzo vaya más allá de nuestro propio egoísmo y que lo miremos desde una perspectiva más amplia que la de nuestros contados años. 

La decisión, la memoria, la valoración, la pertenencia, la sensibilidad y la ternura, que aparecen en esta historia de la Torá, son, tal vez, de los elementos fundamentales para esta comprensión. Porque nos llevan a entender, igual que la Vida de Sará después de su muerte y a través de sus continuadores, que somos más que biología, capaces de sembrar semillas de amor y trascendencia en quienes nos sucedan.
Tal vez sea por eso que en hebreo la palabra Vida no tenga singular חיים  = Vidas; las que vivimos nosotros, y las que sembramos con amor. 

Shabat Shalom!

Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

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